Microformaciones tecnológicas
Cuatro mujeres explican su experiencia tras su paso por el programa de BCN Fem Tech que les ha ofrecido un boot camp gratis de desarrolladoras web fullstack
Seis meses atrás eran mujeres que los servicios sociales consideraban claramente en situación de exclusión social o en riesgo de caer en la misma. Sin estudios, menudeando trabajos de limpieza o similares, con cargas familiares, víctimas de la violencia machista o excluidas del mercado laboral por su edad. Mil y una hebra diferente teje cada red en la que cada una de ellas queda atrapada sin posibilidad de salir.
Estos días de otoño, Angélica Flores, Pamela Yerlandin, Leonora de León y Eliana Solsona se visten guapas, pintan sus labios de rojo, y salen a entrevistarse con empresas de selección de personal que actúan en nombre de bancos, compañías de seguridad, grandes superficies, editoriales...
El miércoles pasado, sin ir más lejos, asistieron al evento Speed dating, organizado por Barcelona Digital Talent de la mano de Mobile World Capital Barcelona Foundation. Más de 15 empresas tecnológicas se interesaron. Llevan bajo el brazo su título de desarrolladoras web fullstack, la piedra de toque que ha dado un vuelco a sus vidas.
El curso, basados en escenarios reales de empresas, está valorado en 6.000 euros y cubre no solo la formación técnica sino también el acompañamiento tutorial
En abril, unas 25 mujeres acudieron a Factoría F5 sin saber a qué iban, animadas por los servicios sociales que vieron en ellas motivación para aprender y capacidad de trabajo. Entre ellas, las cuatro mencionadas.
Las chicas, en cuanto oyeron que se les ofrecía una formación de desarrolladoras de web, se sorprendieron de que alguien pudiera pensar que podían ser candidatas: “¡Pero si yo no sé nada de matemáticas!”, exclamaban.
“Las matemáticas no son necesarias pero sí poner muchas horas”, explica Ana Aguilar, responsable de Comunicación de Factoría F5, la primera red de escuelas digitales solidarias, inclusivas y gratuitas en España que forma a personas en situación de vulnerabilidad en las competencias más demandadas por las tecnológicas.
Los salarios iniciales parten de entre 18.000 y 20.000 euros brutos, pero a los 6 meses ya pueden ganar 28.000 euros
Las mil horas del curso, basados en escenarios reales de empresas, cubren no solo la formación técnica necesaria y las competencias sociales y de comunicación que van a necesitar en su puesto laboral, sino también un acompañamiento emocional, fundamental durante todo el proceso, desde que empiezan (incluso en cuestiones prácticas como buscar becas comedor para sus hijos y liberarlas de tiempo para que puedan estudiar) y hasta que encuentran el primer trabajo. Además, proporciona una beca económica que algunas invierten en comprar un ordenador.
“La formación es intensa, todas han acabado, pero es verdad que es muy exigente y la mayoría ha querido abandonar en un momento u otro”, explica Aguilar. El curso, valorado en 6.000 euros, es una iniciativa del programa BCN Fem Tech impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona, Barcelona Activa, Fundació Formació i Treball y Endesa, además de Factoría F5.
Las microformaciones tecnológicas van a ser el nuevo maná. Grandes compañías están invirtiendo por las enormes necesidades del mercado
Las microformaciones tecnológicas van a ser el nuevo maná. Grandes compañías, como Telefónica, van a empezar a impartir cursos propios dada la enorme necesidades de perfiles tecnológicos en los próximos años.
También habrá títulos oficiales, con el sello del Ministerio de Educación y Formación Profesional, gracias a la nueva ley de Formación Profesional (FP), próxima a aprobarse, que flexibiliza la titulación de las formaciones en función de su intensidad. Y este es un campo observado también por las universidades.
Recientemente, la Universidad de Granda (UGR), anunció una alianza con Amazon para formar a 25 personas desempleadas en tecnología en la nube o cloud computing (una especie de administrativo en la nube). El programa AWS re/Start está diseñado para formar a personas sin experiencia técnica previa. El título que obtendrán será de Amazon, pero a la UGR le sirve para asomarse a este campo desde un centro en su órbita, la Incubadora de Talento, y experimentar las alianzas empresariales.
“Las propuestas de salario para empezar oscilan entre 18.000 y 20.000 euros brutos anuales siendo perfil junior, pero a los 6 meses o un año ya pueden ganar 28.000 euros, dependiendo de su evolución y de la empresa”, informa Aguilar.
Angélica Flores, Pamela Yerlandin, Leonora de León y Eliana da Silva han participado en el primer boot camp. La Vanguardia las entrevistó el mismo día en que empezaron el curso las siguientes 25 estudiantes. “La vida os va a dar un vuelco, ya veréis”, animaron las veteranas a las nuevas. Esta es su historia
Angélica Flores (39 años)
“No quería limpiar ni cuidar niños”
“Yo deseo trabajar en algo que me guste, no limpiando casas o cuidando niños”, afirma. Ahora es su momento, siempre volcada en los demás, y quiere ocupar ese vacío que siente ante un adolescente que ya está armando su vida.
De joven, Angélica, chilena, encontró trabajo de canguro en una familia. Salía de una vivencia desasosegante, una agresión durante una falsa oferta laboral, y pensó que le iría bien la paz de un hogar con un niño de 9 meses, cuyos padres trabajaban.
Al poco de empezar a cuidar al hermoso bebé, la madre, enredada en drogas, desapareció. El padre le rogó a la joven que se quedase ya que él se ausentaba durante meses, viajando con su camión. No le faltaría nada.
El pasado mes de junio, 17 años después, Angélica consiguió la adopción de aquel bebé y el joven lleva ya su apellido. Ese fue el primer triunfo de este verano. El segundo llegó con la graduación de coder.
El curso –reconoce– le ha resultado difícil. “Lloré mucho, pensé que no era para mí, es muy exigente en horas y quise dejarlo. Yo cuido de mi madre, mi suegra y de mi marido, todos delicados”. (Se casó, por papeles, con el padre de su hijo).
Está muy satisfecha con su certificado y sabe que será una buena desarrolladora web, sobre todo, alguien confiable. El día de la graduación su hijo, emocionado, la abrazó: “¡Qué orgullo de madre!”.
Yeraldín Salazar (26 años)
“Esto solo acaba de empezar”
El grupo de chicas coders la han apodado en broma ‘la reina de java’ por el dominio que ha adquirido de este lenguaje de programación y por su ascendencia sobre las demás. El sobrenombre recuerda también a la bellísima reina legendaria de un territorio lejano, Saba, reina de la paz, que fundó una sociedad próspera y matriarcal y tuvo un hijo con el rey Salomón.
Pamela ha huido de la violencia colombiana, tiene asilo político. Antes de llegar a Barcelona, vivió en Estados Unidos y trabajó en la cocina de un crucero, desde cuyo ojo de buey vio paraísos como el de Kew West, adonde un día irá a vivir con su hijo, ahora 5 años, que está en Colombia con su familia.
En Tarragona sabía que la vida no le iba a ser fácil. Se ganó la vida sirviendo mesas o limpiando casas. Se quedó sin dinero y se vio en la calle con su maleta. “Siempre encontré gente que me ayudó”. Como en el confinamiento, cuando la compañera del piso en el que vivía no le cobró el alquiler.
Conoció la posibilidad que acceder al boot camp de Bcn Fem Tech a través de su novio escocés que trabaja en ciberseguridad. “Yo no sabía nada de tecnología y me ha encantado, voy a estudiar inteligencia artificial”.
Quiere darle a su hijo una vida mejor. “No quiero que vaya a la universidad porque su mamá limpió casas en España; quiero que vaya porque su mamá encontró su propio camino”.
Leo de León (27 años)
“Me he vuelto una friki”
El grupo la considera una crack de la tecnología. Ella, que dejó bachillerato tecnológico por algo más artístico como una FP en artes gráficas. Ella, que a la semana de empezar el curso, quiso desistir, por el intenso temario y porque la covid la dejó unos días fuera de combate. Ella ahora quiere más formación.
“Es verdad que quise dejarlo, no me veía capaz de reengancharme”, admite. “Y, junto al apoyo de los profesores, fue fundamental el de ellas".
Ellas son sus compañeras, que la rescataron de su desánimo, le pasaron apuntes y no le dejaron caer en la tentación del abandono. Ni una podía salir.
Con una situación familiar complicada que ha llevado a Leo a visitar especialistas en salud mental, ha descubierto la experiencia del apoyo y del trabajo en equipo -“donde no llegaba una, llegaba la otra”– y la argamasa de complicidad que generan las conversaciones personales coladas entre las horas de estudio compartido. “Me siento orgullosa de mi esfuerzo y de lo que he conseguido, pero también de los que hemos construido entre todos, una comunidad que se apoya y que aprende, capaz de cambiar los roles según el momento”.
Está en la mira de una empresa, y quiere seguir formándose. “Mis compañeras tienen razón, soy ya una friki de la tecnología".
Eliana Solsona (61 años)
“Esto solo acaba de empezar”
Su trabajo en editoriales, como diseñadora gráfica, se vio muy comprometido por los avances tecnológicos y el mazazo de la pandemia. Autónoma ¿de qué iba a vivir los años que le quedan antes de jubilarse?
“Voy a quebrar”, le informó a la asistenta social con miedo a afrontar una perspectiva hasta poco antes de la pandemia inimaginable. Así que saltó al tren que pasaba y se apeó en Factoría 5. Horas y horas de trabajo, de esfuerzo, “para finalmente convertirme en una desarrolladora junior” , ríe divertida.
Cree que los programas y lenguajes informáticos ganarían en metáforas si los diseñaran las mujeres. Su cualidad es precisamente esa, saber usar los lenguajes para llegar mejor al público. “Yo sueño con el diseño UX/UI”, que viene a ser imaginarse en la piel de un usuario de productos digitales para saber cómo diseñarlos. Está en proceso de selección de una compañía digital.
Autora: Carina Farreras Barcelona
Foto: Mujeres programadoras del programa Bcn Fem Tech. De izquiuerda a derecha: Angélica Flores, Pamela Yerlandin, Leonora de León y Eliana Solsona