Leia, Rihanna y Trump. De cómo el feminismo ha transformado la cultura pop y de cómo el machismo reacciona con terror

Spide­ra­lex ha escrito el prologo de este bueni­simo libro del Proyecto Una editado por Descon­trol, os anima­mos a buscar y leer este libro clave para enten­der mejor que esta pasando con los nuevos machis­mos en inter­net  el el auge de los movi­mi­en­tos fascis­tas!

Extrac­tos del libro

Nues­tro tiempo está sumido en el caos. Las redes de inter­net están reple­tas de fake­news, troles y foros dónde habi­tan nerds, geeks y otras espe­cies oscu­ras. En los últi­mos años los memes, hilos de Twit­ter y estre­llas del pop han llenado el debate polí­tico hasta el abor­re­ci­mi­ento. La lucha cultu­ral es el prin­ci­pal frente de bata­lla de la alt-right y el conser­va­du­rismo. La hege­mo­nía del capi­ta­lismo y el patri­ar­cado depen­den hoy del control del pensa­mi­ento. La cultura pop está cambi­ando el Viejo Mundo y odas las subcul­tu­ras que funci­o­na­ban como refu­gio de mascu­li­ni­da­des tóxi­cas se revu­el­ven como una bestia herida. Ante esta situ­a­ción de emer­gen­cia, dife­ren­tes grupos, espa­cios y perso­nas han deci­dido orga­ni­zarse.

¿Qué tienen en común todos estos fenó­me­nos? ¿Es la nueva ola dere­chista y fascis­toide una reac­ción a las conquis­tas del femi­nismo o vice­versa? Todo esto intenta desen­trañar el libro que tienes entre las manos.

¡Apro­vé­chalo y únete a la lucha!

Algu­nos extrac­tos…

pág 57. Capí­tulo «Basket of deplo­ra­ble: victi­mismo y contra­cul­tura. Sobre la cons­ti­tu­ción del hombre blanco hete­ro­se­xual como sujeto/víctima.»

«El nuevo fascismo acusa a la izqui­erda de »colec­ci­o­nar opre­si­o­nes" y hacer gala de ellas, aban­de­rando su supe­ri­o­ri­dad moral. Pero en reali­dad, su estra­te­gia de victi­mi­zar a los hombres no dista mucho de ella. Jugando en sus mismos térmi­nos, los conser­va­do­res consi­guen así desac­ti­var el análi­sis de la izqui­erda en térmi­nos simbó­li­cos y, a ojos de la mayo­ría, ponerse a su mismo nivel. Por ello, utili­zar la moral para justi­fi­car la lucha contra la desi­gual­dad puede llegar a ser contra­pro­du­cente. En un mundo en el que el 99% de la pobla­ción está some­tida a los inter­e­ses del 1%, enfren­tar a las mayo­rías, haci­endo que carez­can de análi­sis de clase, género y raza que impli­que a todas en la nece­si­dad de cambiar y mejo­rar el mundo es apos­tar a caba­llo gana­dor. Nueva­mente, la alianza entre patri­ar­cado y capi­ta­lismo, la excusa de que somos gente libre compi­ti­endo en el libre mercado. Por ello, no pode­mos renun­ciar a expli­car todo sistema de opre­sión, sea simbó­lico y econó­mico, porque centrar­nos en que hay gente que lo pasa mal por culpa de otros está siendo ahora mismo apro­ve­chado por aque­llos que sí que tienen conci­en­cia de clase, ater­ro­ri­za­dos de que sus privi­le­gios se hayan puesto en entre­di­cho gracias a los avan­ces soci­a­les que ha causado el femi­nismo."

pág 70. Capí­tulo «Noso­tros somos la voz de la clase obrera: contra el marxismo cultu­ral, la ideo­lo­gía de género y la inge­ni­e­ría social. Sobre la termi­no­lo­gía que usan los nuevos/viejos conser­va­do­res.»

«[…]. Y si no, solo hace falta ver como el insulto de »femi­nazi» ha calado. Y por mucho que sea ridí­culo compa­rar un movi­mi­ento de libe­ra­ción con el nazismo, para sus detrac­to­res es útil, porque crea conci­en­cia y unidad. No importa que sea apro­pi­ado o correcto, solo importa si sirve a unos inter­e­ses lógi­cos. Por ello, algu­nas han deci­dido reapro­piár­selo de forma irónica para así desac­ti­var su poder. Porque por muy absur­das que nos parez­can estas pala­bre­jas, por muy faltas de sentido que estén, nos moldean y cons­truyen la reali­dad a nues­tro alre­de­dor. Por este motivo hay que cons­truir y defen­der un discurso y unos térmi­nos que sean útiles para derro­car capi­ta­lismo y patri­ar­cado. Porque antes siqui­era de iden­ti­fi­car estos siste­mas, segui­mos creyendo que simple­mente actu­a­mos y pensa­mos en un modo neutro, natu­ral, normal."

pág 90. Capí­tulo «¿Los lími­tes del humor? Trump y el final de la sátira. Sobre troles haci­én­dolo por las risas.»

"[…] Y cuando Vox consi­guió un pequeño avance en los resul­ta­dos elec­to­ra­les, muchos medios de comu­ni­ca­ción que venían bailán­dole el agua y apro­ve­chando estas graci­e­tas para ganar visi­tas, empe­za­ron a recor­dar aque­lla regla de oro de inter­net: Don’t feed the troll (no alimen­tes al trol).

[…]

Y con esto no hay que suge­rir que a la extrema dere­cha se la debe igno­rar. En abso­luto: hay que cono­cerla, enten­der los meca­nis­mos que utiliza para exten­der su mensaje, y saber en qué fenó­me­nos apoya su creci­mi­ento y, por supu­esto, quié­nes le brin­dan soporte ideo­ló­gico y econó­mico. Pero lo que no hay que hacer bajo ningún concepto es otor­garle credi­bi­li­dad ni acep­tar sus postu­la­dos teóri­cos como váli­dos, ni minus­va­lo­rar su propa­ganda a la vez que alegre­mente le damos visi­bi­li­dad. Resu­mi­endo: no compar­tas memes de fachas.

Usemos, pues, el humor, pero no el suyo."

pág 97. Capí­tulo «Fake news, cibe­ra­coso y memes: los nazis se nos han vuelto situ­a­ci­o­nis­tas. Sobre las nuevas estra­te­gias y los medios de capta­ción de adep­tos.»

«[…] Forzar a empre­sas a tomar partido en la lucha ideo­ló­gica puede ser una buena estra­te­gia de presión. Los empre­sa­rios quie­ren sacu­dirse todo rastro de simpa­tía pública hacia posi­ci­o­na­mi­en­tos fascis­tas, ya que defi­en­den muchas veces su buena volun­tad o su »neutra­li­dad", aunque estas empre­sas perte­nez­can a la ideo­lo­gía gene­ral­mente imper­cep­ti­ble del capi­ta­lismo, que proclama la supre­ma­cía del mercado sobre las perso­nas. Aunque capi­ta­lismo y fascismo estén estre­cha­mente unidos, ser iden­ti­fi­cado como nazi es malo para los nego­cios y la publi­ci­dad, sobre todo en un mundo en el que el único aspecto en el que la izqui­erda ha conse­guido marcar agenda es en lo moral y esté­tico. […]"

pág. 99. Mismo capí­tulo

"[…] La ultra­de­re­cha juega al despiste con el humor o la crítica entre ellos mismos y consi­guen sembrar discor­dia de forma más rápida, directa y cercana a las gene­ra­ci­o­nes de nati­vos digi­ta­les acos­tum­bra­das al tipo de mensaje creado expre­sa­mente para difun­dirse en inter­net.

Para llegar a gene­ra­ci­o­nes más adul­tas se emplea otro tipo de enve­ne­na­mi­ento que ha sido impres­cin­di­ble para que triun­fa­ran Jair Bolso­naro o Mateo Salvini: la plaga de titu­la­res sensa­ci­o­na­lis­tas vía mensa­je­ría móvil, apoyán­dose prin­ci­pal­mente en tecno­lo­gías como What­sApp. La vira­li­dad e impacto que tienen es mucho mayor que un noti­ci­a­rio o un espe­cial infor­ma­tivo de inves­ti­ga­ción, largo y tedi­oso. Además, cuen­tan con la típica canti­nela de que los medios tradi­ci­o­na­les ocul­tan la verdad y están compra­dos, tópico común­mente acep­tado dentro del descrei­mi­ento típico de una soci­e­dad hiper­in­for­mada como la nues­tra. No importa que los mensa­jes que exti­enda la ultra­de­re­cha sean falsos, posi­ci­o­na­dos lejos de cual­quier análi­sis o crítica, o estén igual­mente compra­dos como cual­quier agen­cia de noti­cias. Funci­o­nan porque apelan al senti­mi­ento de indig­na­ción y de victi­mi­za­ción que, muchas veces, está nutrido por la propia ultra­de­re­cha.

Esa indig­na­ción, esa sensa­ción de haber sido aban­do­nado a un futuro inci­erto y una ines­ta­bi­li­dad vital y econó­mica, que es fruto del neoli­be­ra­lismo, se dirige a las pocas mejo­ras soci­a­les y simbó­li­cas que luchas como el femi­nismo han causado en las últi­mas déca­das. Vuelve a ser, de nuevo, una estra­te­gia típi­ca­mente fascista: se apela a un pasado mejor, ante­rior a la crisis, cuando ser mileu­rista era ser un prin­gado y no un «por lo menos tienes trabajo». Sin embargo, en lugar de anali­zar los causan­tes de la situ­a­ción, se seña­lan iden­ti­da­des histó­ri­ca­mente opri­mi­das que se esfu­er­zan por no seguir abajo mien­tras el neoli­be­ra­lismo liquida todas las pres­ta­ci­o­nes  soci­a­les conse­gui­das el siglo pasado. Es una estra­te­gia de enfren­tar a los penúl­ti­mos con las últi­mas, de crear enemi­gos exter­nos, que ya vimos en el peri­odo de entre­guer­ras. Si antes eran los judíos y comu­nis­tas, ahora son las femi­nis­tas y los inmi­gran­tes. Se habla de que «nos roban el trabajo» o «nos quie­ren emas­cu­lar», para refe­rirse a la pérdida de privi­le­gios y de repre­sen­ta­ción abso­luta de la que gozaba la iden­ti­dad mascu­lina blanca.

La gran lucha de estas nuevas formas de dere­cha es presen­tar todo esto como un movi­mi­ento plane­ado desde las élites, como una cons­pi­ra­ción contra la tradi­ción y todo lo que antes era bueno y justo, muchas veces incluso, presentán­dolo como «lo natu­ral». La clave de este bombar­deo mediá­tico está en la capa­ci­dad viral de lo digi­tal y en apro­ve­char que buena parte de la soci­e­dad carece de herra­mi­en­tas para sepa­rar el grano de la paja. Privar a la pobla­ción de la conci­en­cia crítica es algo que siem­pre le ha venido muy bien al poder, y ahora mismo, dentro del capi­ta­lismo espe­cu­la­tivo en el que vivi­mos, la mentira y la verdad no son más que valo­res en bolsa. Se pueden crear, hinchar o pinchar burbu­jas a favor de quie­nes gozan de influ­en­cia econó­mica. Y dado que en inter­net, tráfico, flujo y clics son igual a bene­fi­cio, quien se lo puede permi­tir emplea la guerra sucia para expan­dir sus ideas y sus ganan­cias, ya sea comprando agen­cias de noti­cias, desem­bol­sando dinero para aumen­tar el alcance de sus publi­ca­ci­o­nes o emple­ando botspara volver­las tren­ding topic.

En medio de la confu­sión y la turbu­len­cia es donde la ultra­de­re­cha puede presen­tar datos false­a­dos, menti­ras y verda­des a medias, y jugar con para­do­jas. Es donde intenta hacer­nos creer que el femi­nismo vive de subven­ci­o­nes cuando son los bancos quie­nes son resca­ta­dos con dinero público y las muje­res sufren situ­a­ci­o­nes de mayor vulne­ra­bi­li­dad y riesgo de exclu­sión y de sufrir deshau­cios. […].

El foco de la culpa no se debe poner en quien se cree los bulos y quien los comparte. No debe­mos olvi­dar que jamás ha exis­tido la obje­ti­vi­dad en los medios ni en las acci­o­nes. El llamado cuarto podr siem­pre ha servido la volun­tad de quien pagaba. […] nunca ha exis­tido un «libre mercado» de la infor­ma­ción donde pudi­é­ra­mos infor­mar­nos y ser juici­o­sos para qué deci­si­o­nes polí­ti­cas tomar. Todos los medios de comu­ni­ca­ción han sido siem­pre parci­a­les e inter­e­sa­dos en promo­ver cier­tos puntos de vista y censu­rar o desa­cre­di­tar otros. Atacar al fenó­meno de las fake news y propo­ner penar­las legal­mente, o cambiar los algo­rit­mos de Google o Face­book puede acabar por silen­ciar cual­quier tipo de disi­den­cia polí­tica y crear un nuevo tipo de censura, lo cual puede acabar siendo contra­pro­du­cente para quie­nes lucha­mos contra el capi­ta­lismo. Recor­de­mos que quie­nes lide­ran grupos de opinión, medios y parti­dos que simpa­ti­zan con el nuevo fascismo no les preo­cupa tanto llegar al poder. Pueden confor­marse con saber que conta­mi­nan la opinión pública e into­xi­can el foco de los respon­sa­bles de las preo­cu­pa­ci­o­nes ciuda­da­nas. Son feli­ces con marcar agenda polí­tica y hacer virar la opinión pública marcha atrás."