Seguridad holística: psico-social: Conoce a Sara

Soy Sara y tengo dos hijas, la mayor de seis años y la pequeña de cuatro. No puedo verlas, ni escu­char­las, ni hablar con ellas desde hace dos años, los peores de mi vida.

“Mi mamá está casti­gada” es la frase que mi hija mayor le dijo al equipo psico­so­cial de Bada­joz el 10 dici­em­bre de 2019, después de 8 meses sin contacto conmigo. Tenía razón. Me he sentido casti­gada, hosti­gada, maltra­tada, primero por mi expa­reja y después por todo el sistema de protec­ción al que me vi obli­gada a entrar cuando el médico de fami­lia inició el proce­di­mi­ento por violen­cia de género. Eso suce­dió en febrero de 2016 al acudir con enorme ansi­e­dad y pánico a la revi­sión de la matrona por mi segundo emba­razo. Ese día decidí que tenía que marcharme con mi hija por pura super­vi­ven­cia.

Tras marcharme a casa de mis padres, mi hija mayor que enton­ces tenía un añito, siguió mante­ni­endo contacto con el padre y, durante esas visi­tas, empezó a presen­tar indi­cios de que estaba siendo abusada y a verba­li­zar lo que le hacia su padre cuando estaba con él. La vera­ci­dad de sus mani­fes­ta­ci­o­nes ha sido acre­di­tada y se recoge en diver­sos infor­mes y otros docu­men­tos a lo largo de este proceso judi­cial. Yo la he creído siem­pre y he inten­tado prote­gerla por todos los medios, por eso, ater­ro­ri­zada por lo que ella mani­fes­taba y acon­se­jada por profe­si­o­na­les, inter­rumpí las visi­tas.

Tras un largo y complejo proceso judi­cial, el 10 de abril de 2019 me arran­ca­ron a mis hijas. Él me había denun­ci­ado por secu­es­tro, pero yo no había sido noti­fi­cada de que tenía que entre­gar­las, ni dónde hacerlo, ni cuándo. Mi hija mayor tenía enton­ces 4 años y la pequeña algo más de 2 años y medio. Me las arre­bató de manera brutal la poli­cía de la UFAM, la Unidad de Fami­lia y Aten­ción a la Mujer que, se supone, es la espe­ci­a­li­zada en Extre­ma­dura (España) para aten­der a las muje­res vícti­mas de violen­cia de género.

El arran­ca­mi­ento se produjo tras dete­nerme con mi hija pequeña en el juzgado, cuando iba a reco­ger una docu­men­ta­ción. Desde allí nos condu­je­ron a la comi­sa­ria de Bada­joz donde nos retu­vi­e­ron largas horas hasta que traje­ron a mi hija mayor. Mien­tras reci­bía un trato veja­to­rio, pude escu­char como mis hijas me llama­ban descon­so­la­das, gritando y llorando cuando el padre y los abue­los pater­nos de la mayor (pues mi segunda hija no tiene fili­a­ción paterna reco­no­cida) las metían en el coche para llevár­se­las. Entre­ga­ron a mis hijas a un desco­no­cido para la pequeña y por el que la mayor sentía miedo. Tal y como ella había expre­sado a su pedi­a­tra y a otras profe­si­o­na­les, y como tantas veces me había dicho a mí, no quería estar con él. Lo que mis hijas han mani­fes­tado ante algún profe­si­o­nal o equipo psico­so­cial nunca se ha tenido en cuenta.

Desde aquel día, no las he vuelto a ver ni he hablado con ellas a pesar de que no hay ninguna orden de aleja­mi­ento ni de inco­mu­ni­ca­ci­ón…ese hombre no me lo ha permi­tido a pesar de habér­selo rogado de todas las mane­ras posi­bles. Ha cumplido su amenaza, tantas veces repe­tida, de quitar­me­las y no permi­tirme volver a verlas; esa amenaza con la que él, reite­ra­da­mente, me para­li­zaba y hacía que no sali­era huyendo del infi­erno en el que me encon­traba durante los años que viví de maltrato conti­nu­ado. Sólo sus abue­los mater­nos, después de casi dos años, pueden verlas en un punto de encu­en­tro fami­liar teni­endo prohi­bido nombrarme, a pesar de que ellas pregun­tan y quie­ren verme. El bien supe­rior de mis hijas no está en el centro de ningún proce­di­mi­ento judi­cial, ni de ningún otro sistema de protec­ción.

Juzgada a instan­cias de mi expa­reja por el secu­es­tro de mis propias hijas, en enero de 2021 he sido conde­nada a 4 años de prisión, 4 de inha­bi­li­ta­ción de la patria potes­tad de mis hijas, incluso de la pequeña sin fili­a­ción paterna reco­no­cida, y a 15.000 euros de indem­ni­za­ción por daño moral. Soy inocente. He sido casti­gada por prote­ger a mis hijas. Y sé que por más vuel­tas que le doy, no podría haber hecho otra cosa.

De nada ha servido demos­trar en el juicio, con más de una quin­cena de testi­gos y con una extensa docu­men­ta­ción acre­di­ta­tiva, que mis hijas siem­pre habían estado conmigo, que resi­dí­a­mos en el mismo sitio, que hací­a­mos vida comple­ta­mente normal, que esta­ban perfec­ta­mente, que él nos veía por la calle, que el Consejo Gene­ral del Poder judi­cial (CGPJ) me había ampa­rado, que en dos ocasi­o­nes la jueza de Instruc­ción había dene­gado mi deten­ción y la entrega violenta de mis hijas por las conse­cu­en­cias que podría tener esa sepa­ra­ción de la figura materna para ellas … De nada ha servido.

El juicio de las medi­das defi­ni­ti­vas de guarda y custo­dia se cele­brará el próximo 27 de abril de 2021 en la ciudad de Zafra (Bada­joz). Habi­endo sido conde­nada por secu­es­tro mis posi­bi­li­da­des de volver a ver a mis hijas son míni­mas.

Se que soy inocente, por eso sólo me queda contar mi histo­ria, que incre­í­ble­mente es la de muchas otras muje­res, para sensi­bi­li­zar y movi­li­zar a la soci­e­dad. Y confiar en que alguna medida me permita volver a ver a mis hijas y a no perder el vínculo con ellas y que no se las condene a no tener madre cuando sí la tienen. Soy su madre