Sally Burch: «los datos digitales deben ser patrimonio de la comunidad que los genera»

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Àmbits Temàtics
En entre­vista, la peri­o­dista Sally Burch habla sobre los desa­fíos y los avan­ces en la agenda por demo­cra­ti­zar la Inter­net

No tratar los mono­po­lios de Inter­net como natu­ra­les es el primer paso para luchar por la demo­cra­ti­za­ción de ese espa­cio virtual que usamos para tantas tareas de nues­tras vidas. Trans­for­mar el modelo de Inter­net para que sea sobe­rano, comu­ni­ta­rio y acce­si­ble es funda­men­tal para demo­cra­ti­zar la comu­ni­ca­ción y cons­truir, desde la lucha colec­tiva, proce­sos de comu­ni­ca­ción femi­nista y popu­lar. Invi­ta­mos a la peri­o­dista Sally Burch a compar­tir histo­rias y pers­pec­ti­vas sobre la orga­ni­za­ción popu­lar inter­na­ci­o­nal por la demo­cra­ti­za­ción de Inter­net. Sally nos habló sobre proce­sos de lucha desde los años 1980 hasta los días actu­a­les. Ella también pone en la mesa los retos para enfren­tar las gran­des corpo­ra­ci­o­nes digi­ta­les y la digi­ta­li­za­ción del trabajo, las rela­ci­o­nes soci­a­les, la salud y la agri­cul­tura.

Sally Burch nació en Ingla­terra, donde vivió su juven­tud. Después, se movió a Canadá, donde estu­dió peri­o­dismo, empezó la mili­tan­cia en el movi­mi­ento femi­nista y parti­cipó de la funda­ción de la Agen­cia Lati­no­a­me­ri­cana de Infor­ma­ción (ALAI). ALAI fue fundada en 1977 en Canadá por peri­o­dis­tas exili­a­dos por las dicta­du­ras del Cono Sur, y está en funci­o­na­mi­ento hasta hoy, publi­cando artí­cu­los, revis­tas y demás mate­ri­a­les desde una mirada lati­no­a­me­ri­cana.

Sally vive en Ecua­dor desde 1983. Desde inicios de la década de 1990, contri­buye para los deba­tes y usos mili­tan­tes de Inter­net. Con ALAI, apoyó la crea­ción del primer nodo de correo elec­tró­nico en Ecua­dor, e impulsó el uso del correo elec­tró­nico para la arti­cu­la­ción entre orga­ni­za­ci­o­nes femi­nis­tas. « Fue un proceso muy inter­e­sante, porque fue una primera expe­ri­en­cia de usar las nuevas tecno­lo­gías digi­ta­les para vincu­lar orga­ni­za­ci­o­nes, para que se puedan coor­di­nar y estar mejor infor­ma­das sobre lo que esta­ban haci­endo. Las muje­res toma­ron lide­razgo en eso », evalúa Sally. Actu­al­mente, Sally también forma parte del grupo impul­sor de la inici­a­tiva Inter­net Ciuda­dana.

¿Nos puedes contar sobre la trayec­to­ria de la orga­ni­za­ción por la demo­cra­ti­za­ción de Inter­net? ¿Cómo se creó ese proceso a través de los años?

ALAI siem­pre ha tenido la preo­cu­pa­ción de impul­sar el dere­cho y la demo­cra­ti­za­ción de la comu­ni­ca­ción. Desde inicio de los 1990 hemos venido, con otros medios popu­la­res, haci­endo un movi­mi­ento en torno a eso. Fue, entre otros, lo que permi­tió gene­rar una campaña mundial en torno a la Cumbre Mundial sobre la Soci­e­dad de la Infor­ma­ción, que logró poner un enfo­que de dere­chos en la cumbre, que se había conce­bido desde un punto de vista muy tecno­ló­gico.

También hemos sido parte del movi­mi­ento por dere­chos de la comu­ni­ca­ción en América Latina, con leyes como la de Ecua­dor mismo, que logró tener en su Cons­ti­tu­ción la comu­ni­ca­ción como un dere­cho. Con un conjunto de orga­ni­za­ci­o­nes, en 2013 se cons­ti­tuyó el Foro de Comu­ni­ca­ción para la Inte­gra­ción de Nues­trA­mé­rica (FCINA), en donde ha parti­ci­pado también la Marcha Mundial de las Muje­res. Tenía como ejes la demo­cra­ti­za­ción de la comu­ni­ca­ción y la inte­gra­ción regi­o­nal, y sigue funci­o­nando. Desde FCINA, se impulsó hace unos cuatro años la inici­a­tiva Inter­net Ciuda­dana.

Si hace veinte años está­ba­mos viendo cómo nos vincu­la­mos y apro­ve­cha­mos de Inter­net como factor demo­cra­ti­za­dor de la comu­ni­ca­ción, hoy nues­tra preo­cu­pa­ción es más bien cómo impe­dir que las tecno­lo­gías digi­ta­les se vuel­van un factor de priva­ti­za­ción de la comu­ni­ca­ción, a través de las gran­des plata­for­mas. Los espa­cios donde nos comu­ni­ca­mos, nos orga­ni­za­mos, nos educa­mos y donde traba­ja­mos están total­mente contro­la­dos por esas gran­des plata­for­mas corpo­ra­ti­vas.

Respecto a este mundo de censu­ras, desin­for­ma­ci­o­nes, mono­po­lios y control, habla­bas de la domi­na­ción de varios secto­res de la vida por las gran­des corpo­ra­ci­o­nes. ¿Hay agen­tes espe­cí­fi­cos que te gusta­ría iden­ti­fi­car?

Los secto­res de poder siem­pre han buscado contro­lar la comu­ni­ca­ción porque es una manera de contro­lar las mentes y cora­zo­nes de la gente. Eso lo dicen los propios Esta­dos Unidos, para que no cons­truya­mos resis­ten­cia a las polí­ti­cas y al modelo econó­mico que nos afec­tan. A esos secto­res, no les importa la demo­cra­cia. La demo­cra­cia les sirve en la medida que permite que haya gente que les de legi­ti­mi­dad, pero no es una demo­cra­cia real y parti­ci­pa­tiva. Para esos secto­res de poder, la demo­cra­ti­za­ción de la comu­ni­ca­ción es una gran amenaza. Hace 50 años, en la Unesco, surgió la propu­esta de reco­no­cer el dere­cho a la comu­ni­ca­ción como un dere­cho humano. Frente a ello, Esta­dos Unidos y Reino Unido se reti­ra­ron de la Unesco porque  lo vieron como algo inad­mi­si­ble.

Es evidente que quie­nes tienen mayo­res recur­sos econó­mi­cos tienen mayor capa­ci­dad de mani­pu­lar tanto los espa­cios mediá­ti­cos como los del cibe­res­pa­cio, con trolls, vigi­lan­cia y muchas otras mane­ras. Muchas veces, eso es para fines polí­ti­cos, como para inci­dir en la deci­sión de las y los votan­tes, y poco les importa si es con menti­ras, con que lleguen a su propó­sito.

Hoy, más que los gobi­er­nos, los secto­res de poder polí­tico son las gran­des empre­sas tecno­ló­gi­cas, lo que llama­mos GAFAM: Google, Apple, Face­book, Amazon y Micro­soft. Sus inter­e­ses a veces coin­ci­den con los pode­ro­sos gobi­er­nos, de Esta­dos Unidos en parti­cu­lar, pero en el fondo les importa poco lo que noso­tros deci­mos o hace­mos en Inter­net, mien­tras nos puedan seguir sacando más y más datos, que es la base de su modelo econó­mico. Face­book ha encon­trado que el escán­dalo y el odio en sus plata­for­mas genera más reac­ci­o­nes y, por tanto, más datos. Es un nuevo modelo econó­mico al que algu­nos llaman capi­ta­lismo de vigi­lan­cia, y que está buscando moldear nues­tro compor­ta­mi­ento.

Y de nues­tro lado, cómo ves que se actu­a­liza la rela­ción entre cons­truir comu­ni­ca­ción popu­lar y el acci­o­nar en Inter­net? ¿Cómo conec­tar las luchas y esta­ble­cer esa rela­ción sin perder las pers­pec­ti­vas críti­cas?

Haci­endo un poquito de histo­ria, a partir de los años 1990 se vio que las nuevas posi­bi­li­da­des que ofre­cía Inter­net para una comu­ni­ca­ción de mayor escala y alcance geográ­fico más barato y acce­si­ble podrían dar las condi­ci­o­nes para una efec­tiva demo­cra­ti­za­ción. No solo el movi­mi­ento de la comu­ni­ca­ción popu­lar y alter­na­tiva tomó un nuevo incurso, sino que también muchas orga­ni­za­ci­o­nes soci­a­les vieron la impor­tan­cia de adop­tar esa tecno­lo­gía. De hecho, Inter­net fue clave para la cons­truc­ción de movi­mi­en­tos soci­a­les regi­o­na­les y mundi­a­les –la misma Marcha Mundial de las Muje­res y La Vía Campe­sina iban teni­endo medios de conec­tarse. Antes, había apenas contac­tos esporá­di­cos entre las expe­ri­en­cias orga­ni­za­ti­vas de los países.

En eso, fue signi­fi­ca­tiva la confor­ma­ción de la Minga[1] Infor­ma­tiva de Movi­mi­en­tos Soci­a­les, a fines del siglo pasado, como espa­cio para pensar y desar­ro­llar una prác­tica conjunta. Fue una opor­tu­ni­dad para deba­tir la comu­ni­ca­ción en los movi­mi­en­tos popu­la­res. En ese debate, se plan­teó que hay que pasar de los medios a los fines. Enten­der que los medios de comu­ni­ca­ción no son fines en sí, sino medios para cumplir los fines de la orga­ni­za­ción.

Eso implica pensar la comu­ni­ca­ción desde polí­ti­cas y estra­te­gias. ¿Cómo inci­di­mos en la disputa de ideas? ¿Con qué discurso? ¿Qué lenguaje? ¿Para llegar a quié­nes? Para las muje­res, por ejem­plo, ¿cómo colo­car el enfo­que de género en el debate público? ¿Cómo enten­der qué es el patri­ar­cado y por qué es impor­tante comba­tirlo?

La Minga también fue impor­tante por ser una plata­forma común, que multi­pli­caba la visi­bi­li­dad, y un espa­cio propio, que contro­la­mos noso­tros, por segu­ri­dad y auto­no­mía. ¿Pero qué pasa ahora? Gran parte de la comu­ni­ca­ción popu­lar se está despla­zando a las llama­das redes soci­a­les digi­ta­les. Eso ya no es un espa­cio propio que contro­la­mos. Implica depen­der de la visi­bi­li­dad que se nos otor­gan las plata­for­mas. Nos obliga a usar las técni­cas que nos rece­tan las espe­ci­a­lis­tas de las redes soci­a­les digi­ta­les, y some­ter­nos a algo­rit­mos que ni cono­ce­mos. Perde­mos el control, hace­mos una comu­ni­ca­ción muy efímera y arri­es­ga­mos perder la memo­ria histó­rica, perder la capa­ci­dad de refle­xi­o­nar sobre los proce­sos soci­o­po­lí­ti­cos. Y, el día en que nues­tra lucha se vuelve signi­fi­ca­tiva y ocupa espa­cio en las redes soci­a­les, nos borran la cuenta.

Desde Inter­net Ciuda­dana, lo que esta­mos propo­ni­endo es que las orga­ni­za­ci­o­nes popu­la­res explo­ren el uso de tecno­lo­gías libres para sus comu­ni­ca­ci­o­nes inter­nas. Son más segu­ras, más priva­das y no nos roban nues­tros datos. Pero tampoco debe­mos descar­tar que, si logra­mos hacer conci­en­cia sobre ese control tecno­ló­gico, pode­mos lograr que se vayan esta­ble­ci­endo las plata­for­mas libres también como espa­cio para la discu­sión e inter­ac­ción más amplia.

¿Crees que Inter­net debe ser un bien común? ¿Cómo pode­mos llegar a eso?

Inter­net fue creado con ese carác­ter de un bien común. Bueno, tuvo naci­mi­ento en el espa­cio mili­tar, pero fue desar­ro­llado desde la acade­mia y enti­da­des soci­a­les a fines de los años 1980, y después se ha ido desvir­tu­ando por la apro­pi­a­ción empre­sa­rial. Es verdad que las empre­sas tuvi­e­ron la capa­ci­dad de hacerlo más amiga­ble como tecno­lo­gía, y eso permi­tió que se expan­di­era. Pero hoy se está volvi­endo un espa­cio central para la infor­ma­ción, la comu­ni­ca­ción, la educa­ción y mucho más. Por eso, debe ser consi­de­rado un bien público y regido como tal, pero cómo llegar a eso es un reto complejo. Hay algu­nos ante­ce­den­tes, como las tier­ras comu­nes y el cono­ci­mi­ento, pero lo digi­tal es muy nuevo y responde a otros pará­me­tros.

Pensa­mos que los datos deben ser consi­de­ra­dos por ley como patri­mo­nio de la comu­ni­dad que los genera. Y, en el caso de los datos ínti­mos, deben ser patri­mo­nio indi­vi­dual e invi­o­la­ble. ¿Cómo lograr leyes en ese sentido? El primer reto es hacer conci­en­cia sobre eso. Abrir un amplio debate social al respecto, y que los pueblos vayan asumi­endo: los datos son nues­tros, no son de ellos.

En estas luchas por demo­cra­ti­zar la comu­ni­ca­ción  e Inter­net, ¿cómo ves los apor­tes de las muje­res y del femi­nismo?

En la prepa­ra­ción para la Confe­ren­cia Mundial sobre la Mujer, en Beijing, en 1995, junto con muchas orga­ni­za­ci­o­nes lleva­mos la propu­esta de que no debe­mos preo­cu­par­nos solo por la imagen de las muje­res en los medios, pues, más que eso, las muje­res deben ser prota­go­nis­tas de la comu­ni­ca­ción. Debe­mos ser suje­tos y no solo obje­tos de la comu­ni­ca­ción.

Las muje­res pode­mos asumir un lide­razgo impor­tante en promo­ver el uso de tecno­lo­gías libres, pode­mos hacer campaña contra los discur­sos de odio, luchar por nues­tros dere­chos digi­ta­les y por Inter­net como bien común. Nece­si­ta­mos pensar no sólo en cómo Inter­net afecta a las muje­res, sino cómo, en tanto muje­res, pode­mos tener propu­es­tas desde un enfo­que femi­nista, para la soci­e­dad.

¿Las muje­res están más fuer­tes en la tarea de ser prota­go­nis­tas en los colec­ti­vos de comu­ni­ca­ción popu­lar y los medios alter­na­ti­vos?

Creo que sí. El hecho de que ahora, en los últi­mos veinte años, se ha logrado una conver­gen­cia de movi­mi­en­tos soci­a­les –el hecho de que la Marcha Mundial de las Muje­res trabaje muy de cerca con La Vía Campe­sina, por ejem­plo–, hay una mayor perme­a­bi­li­dad de las deman­das de un movi­mi­ento a otro. En eso también ha contri­buido la Campaña Conti­nen­tal contra el ALCA, donde se trabajó mucho entre secto­res dife­ren­tes. Cuando tene­mos esa mayor perme­a­bi­li­dad, faci­lita que las muje­res asuman mayor lide­razgo sobre distin­tos temas.

Para cons­truir esa agenda inter­na­ci­o­nal y popu­lar para Inter­net, ¿te parece que el concepto de sobe­ra­nía tecno­ló­gica debe ser forta­le­cido, así como se cons­truyen las propu­es­tas de sobe­ra­nía alimen­ta­ria o sobe­ra­nía ener­gé­tica desde los movi­mi­en­tos popu­la­res?

Efec­ti­va­mente, es una de las deman­das que plan­te­a­mos. La sobe­ra­nía tecno­ló­gica tiene un sentido tanto en lo indi­vi­dual, o sea, la sobe­ra­nía propia, como en lo colec­tivo. En los países de América Latina –quizás Brasil en algu­nos momen­tos, Argen­tina en otros–, se ha buscado desar­ro­llar una sobe­ra­nía tecno­ló­gica. Cuando plan­te­a­mos en FCINA el reto de la inte­gra­ción regi­o­nal, uno de los retos que está­ba­mos plan­te­ando es que hay que pensar en sobe­ra­nía tecno­ló­gica, para que no tenga­mos esa depen­den­cia.

La gran mayo­ría de las comu­ni­ca­ci­o­nes por Inter­net de América Latina pasan por Esta­dos Unidos. Yo te mando un mensaje y se trian­gula por Esta­dos Unidos, con vigi­lan­cia incluso del servi­cio de segu­ri­dad de allá. Enton­ces lo mínimo es tener una red de fibra óptica sura­me­ri­cana, para que las comu­ni­ca­ci­o­nes se queden dentro de la región, pero ni eso se logró. Nece­si­ta­mos regu­lar eso y los datos para que la sobe­ra­nía pueda concre­tarse. Si no, termina siendo una nueva forma de colo­ni­za­ción: una colo­ni­za­ción digi­tal.

[1]Minga” es la pala­bra que designa la orga­ni­za­ción colec­tiva comu­ni­ta­ria en quechua, idioma que hablan los pueblos de la región andina.