Phonegate y la seguridad electromagnética

Arti­culo de Carlos Alva­rez Berlana publi­cado en el Salto el psado 18 de enero 2018.

En los últi­mos meses hemos asis­tido al llamado caso «Phone­gate», a través del cual hemos podido saber que las compañías de telé­fo­nos móvi­les, con el beneplá­cito de las auto­ri­da­des de segu­ri­dad elec­tro­mag­né­tica, han estado haci­endo tram­pas para pasar las prue­bas de segu­ri­dad de sus dispo­si­ti­vos.

Según datos desve­la­dos tras reque­ri­mi­ento judi­cial, conse­guido por el médico fran­cés Marc Arazi, muchos apara­tos han estado pasando las prue­bas a distan­cias de entre 1,5 y 2,5 centí­me­tros, y el 89% de móvi­les testa­dos entre 2011 y 2015 por la Agen­cia Naci­o­nal de Frecu­en­cias fran­cesa (ANFR) supe­ra­ban los lími­tes de emisión según la tasa SAR en las posi­ci­o­nes de contacto. Quiere esto decir que muchas perso­nas cuando llevan el móvil en el bolsi­llo o hablan con él pegado a la oreja están reci­bi­endo más radi­a­ción que la marcada por la norma­tiva.

El escán­dalo Phone­gate nos da pie para inter­ro­gar­nos sobre el tema de la segu­ri­dad elec­tro­mag­né­tica. ¿Es la tasa de emisión SAR una medida fiable para descar­tar posi­bles efec­tos en la salud? ¿Es la SAR fijada por la norma­tiva euro­pea de 2 W/Kg un límite sufi­ci­ente que garan­tice la segu­ri­dad? Hemos de contes­tar que hay al menos una parte de la comu­ni­dad cien­tí­fica que está dici­endo que no, que la SAR no es una medida fiable sobre posi­bles efec­tos bioló­gi­cos causa­dos por la radi­a­ción del telé­fono móvil y que 2 W/Kg es insu­fi­ci­ente puesto que hay inves­ti­ga­ci­o­nes cien­tí­fi­cas que están encon­trando efec­tos nega­ti­vos muy por debajo de ese nivel.

Cabe inter­ro­garse con un poco más de profun­di­dad por ese factor ambi­en­tal que no se ve y que no se huele, pero que cada día está más presente en nues­tro entorno, la cata­lo­gada como conta­mi­na­ción elec­tro­mag­né­tica. ¿Son los actu­a­les nive­les de radi­a­ción elec­tro­mag­né­tica arti­fi­cial, que supe­ran en cien­tos de miles de veces los nive­les de radi­a­ción natu­ral, un peli­gro para la salud? Otra vez hemos de contes­tar que hay una canti­dad impor­tante de exper­tos en bioe­lec­tro­mag­né­tismo que están dici­endo que nos vamos a encon­trar con cada vez más proble­mas de salud rela­ci­o­na­dos con este nuevo elemento medi­o­am­bi­en­tal.

La sigui­ente pregunta es: ¿están velando adecu­a­da­mente por la salud las orga­ni­za­ci­o­nes y auto­ri­da­des de segu­ri­dad elec­tro­mag­né­tica? De nuevo y otra vez apelando a opini­o­nes cien­tí­fi­cas tene­mos que respon­der que no. Los nive­les en nues­tro país y otros euro­peos que siguen las reco­men­da­ci­o­nes de la Comi­sión Inter­na­ci­o­nal sobre Protec­ción Frente a Radi­a­ci­o­nes No Ioni­zan­tes (ICNIRP) –reco­no­cida por la Orga­ni­za­ción Mundial de la Salud– según comi­si­o­nes y comi­tés­ci­en­tí­fi­cos son exce­si­vos y no prote­gen frente a múlti­ples efec­tos a corto, medio y largo plazo en la salud de las perso­nas.

¿Por qué la ICNIRP y la OMS manti­e­nen la reco­men­da­ción de unos lími­tes de segu­ri­dad por debajo de los cuales hay multi­tud de inves­ti­ga­ci­o­nes que demu­es­tran efec­tos adver­sos en la salud? Para respon­der a esta pregunta tene­mos que tener presente los conflic­tos de inter­e­ses y el poder del lobbie de las tele­co­mu­ni­ca­ci­o­nes. La prác­tica tota­li­dad de inves­ti­ga­do­res de la ICNIRP han sido finan­ci­a­dos por la indus­tria de tele­co­mu­ni­ca­ci­o­nes, y el Proyecto Campos elec­tro­mag­né­ti­cos de la OMS ha sido reite­ra­da­mente denun­ci­ado porfi­nan­ci­a­ción ilegal, conflic­tos de interés y exce­siva cerca­nía a la indus­tria de las tele­co­mu­ni­ca­ci­o­nes.

En el pasado hemos tenido ejem­plos de como la indus­tria del tabaco durante déca­das ha escon­dido o sembrado dudas acerca de los ries­gos de su producto. Es una cues­tión a debate la influ­en­cia de los lobbies en las regla­men­ta­ci­o­nes y en la infor­ma­ción que llega a los consu­mi­do­res. En el tema de la segu­ri­dad elec­tro­mag­né­tica nos encon­tra­mos, además, con una soci­e­dad que en su conjunto ha abra­zado de manera acrí­tica unas tecno­lo­gías sin pregun­tarse por sus posi­bles ries­gos.

Hay voces que están dici­endo que las tecno­lo­gías de la infor­ma­ción apli­ca­das en la enseñanza tienen contra­in­di­ca­ci­o­nes peda­gó­gi­cas y que cuando se basan en alter­na­ti­vas inalám­bri­cas, como el wifi, tienen impacto en la salud, en la conducta y en las capa­ci­da­des cogni­ti­vas de los niños. Hay moti­vos para estar inqui­e­tos por el creci­ente aumento de cáncer y tras­tor­nos de la conducta infan­til que hay inves­ti­ga­ci­o­nes que rela­ci­o­nan con la conta­mi­na­ción elec­tro­mag­né­tica. Sin embargo, un modelo de desar­ro­llo tecno­ló­gico que deja de lado las opci­o­nes mas segu­ras como la cone­xión por cable se está impo­ni­endo a crite­rios que debe­rían ser bási­cos como la salud y el medi­o­am­bi­ente.