'Nerfeadas', el documental que denuncia el machismo en la industria del videojuego

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Post origi­nal en el diario.es por Jose Anto­nio Luna

Riot Games es la compañía tras League of Legends, el multi­ju­ga­dor online de PC más jugado en todo el mundo gracias a sus más de ocho millo­nes de juga­do­res diarios. Suele copar la gran mayo­ría de titu­la­res, espe­ci­al­mente cuando se habla de e-sports, pero durante el verano de 2018 lo hizo por una razón muy dife­rente: la cultura machista dentro de una empresa que permi­tía el acoso tanto labo­ral como sexual.  

En la inves­ti­ga­ción publi­cada por Kotaku, medio espe­ci­a­li­zado en vide­o­ju­e­gos, 28 emple­a­das desta­pa­ron que en Riot Games domi­naba un ambi­ente hiper­mas­cu­li­ni­zado que impreg­naba desde en las contra­ta­ci­o­nes sesga­das hasta en la dife­ren­cia sala­rial para los mismos pues­tos. Tras una demanda colec­tiva inter­pu­esta por las afec­ta­das, el estu­dio acordó pagar 10 millo­nes de dóla­res por discri­mi­na­ción de género. Fue una victo­ria para la igual­dad dentro del desar­ro­llo de vide­o­ju­e­gos, pero toda­vía quedan muchas cosas por hacer. ¿Cómo se ha llegado a este punto?

Para respon­der a esta pregunta nace Nerfe­a­das, una serie docu­men­tal bimen­sual y auto­fi­nan­ci­ada creada por Marina Amores y guio­ni­zada Marta Trivi. El obje­tivo de ambas peri­o­dis­tas cultu­ra­les es denun­ciar la desi­gual­dad y el acoso de la indus­tria a través de 10 capí­tu­los en los que se apoyan en entre­vis­tas de más de una vein­tena de exper­tas en la mate­ria. Desar­ro­lla­do­ras, progra­ma­do­ras, ilus­tra­do­ras… El amplio espec­tro de testi­mo­nios sirve para compren­der que no se trata de un problema aislado, sino de uno univer­sal que pade­cen incluso quie­nes llevan a sus espal­das años de expe­ri­en­cia.

Muchas de estas profe­si­o­na­les cola­bo­ra­ron en ¡Pro­testo!, un libro donde conta­ban en primera persona sus expe­ri­en­cias rela­ci­o­na­das con la barrera de género, aunque en deter­mi­nado momento, deci­di­e­ron que su mensaje tenía que ir más allá del papel. «Pensa­mos en esas niñas que tienen de 12 a 14 años que planean dedi­carse a los vide­o­ju­e­gos y no tienen claro cómo es este mundo. ¿Dónde está este público? En YouTube», explica Marta Trivi a eldi­a­rio.es.

Llevarlo al campo audi­o­vi­sual no ha sido fácil, espe­ci­al­mente teni­endo en cuenta la canti­dad de entre­vis­tas reali­za­das y los dife­ren­tes puntos a tratar. Fue como armar un cubo de Rubik al que había que dar un sentido narra­tivo. «En total son más de cinco horas de conte­nido, ya que además de las entre­vis­tas escribí una serie de pausas para inci­dir en algu­nos concep­tos. No solo querí­a­mos hablarle a la gente del mundo del vide­o­ju­ego, también a aque­llos inter­e­sa­dos en él de forma peri­fé­rica o inter­e­sa­dos en el femi­nismo», señala la guio­nista.

No todos los casos de machismo en la indus­tria son tan eviden­tes como el de Riot Games o el del Gaming Ladies, un evento para juga­do­ras orga­ni­zado por Marina Amores en 2017 que fue boico­te­ado. A veces el ambi­ente de trabajo parece sano en la super­fi­cie, como cuenta la diseña­dora África Curiel en el docu­men­tal, pero es en los deta­lles donde se dan cier­tas «casu­a­li­da­des». Jefes que solo se diri­gen a chicos, reuni­o­nes donde son ellos quie­nes tienen la voz, el tono pater­na­lista y condes­cen­di­ente a la hora de expli­car algo (mans­plai­ning)… 

«Si llegas a una compañía de 20 perso­nas y 19 de ellos son hombres, eviden­te­mente ahí hay una cierta cultura empre­sa­rial que no bene­fi­cia a las muje­res de ninguna manera», describe Trivi. «Se nos olvida que el machismo tiene muchas caras y no tener compañe­ras es machista. Lo es al igual que, como contaba Vale­ria Castro [presi­denta de DEV, la asoci­a­ción de Desar­ro­llo Español de Vide­o­ju­e­gos], un compañero te quiera hacer un masaje o que otro no quiera hacer el trabajo que tú le das como encar­gada porque eres mujer y te toma a coña», apunta la peri­o­dista cultu­ral.

Otro culpa­ble: el silen­cio de la mayo­ría

Captura de 'Nerfeadas'

 

«Igual tuve mala suerte, pero hubo una época en la que lloraba todas las maña­nas porque no quería ir a traba­jar», dice la respon­sa­ble de DEV en el repor­taje. Muchas de las situ­a­ci­o­nes antes comen­ta­das provo­can que la rutina labo­ral impli­que pasar por cier­tas adver­si­da­des que solo se viven si se es mujer. La conse­cu­en­cia es que algu­nas deci­den dejarlo y otras, como apos­ti­lla Castro, «le termi­nan pillando rechazo al vide­o­ju­ego, que es lo que más pena da».

Quie­nes sufren una situ­a­ción de abuso, asimismo, se sien­ten desam­pa­ra­das y con muy poco margen de actu­a­ción. Es lo que observa en el docu­men­tal la desar­ro­lla­dora Laura Gonzá­lez: «Si una profe­si­o­nal señala un caso de acoso, se queda sola. No solo porque no vuelve a traba­jar, sobre todo en España con una indus­tria tan pequeña, sino porque sus compañe­ros, aunque le den la razón, no la apoyan».

«Parece una frase hecha esa de que 'el silen­cio apoya a la mayo­ría’, pero es cierta. Es un hecho: la persona que se queja pierde espa­cio, bien porque se le tacha como problemá­tica o porque se enfrenta a gente más pode­rosa y le cier­ran el sitio», apre­cia Marta Trivi. Es justo lo que ocur­rió con la trifulca deri­vada de la mesa redonda del vide­o­ju­ego Death Stran­ding, inici­al­mente compu­esta con un plan­tel única­mente mascu­lino. «La quiero fuera de mi profe­sión», dijo el mode­ra­dor de esa mesa a una de las profe­si­o­na­les que denun­ció la falta de pari­dad del evento.

«De verdad, pienso que la mayo­ría de los desar­ro­lla­do­res en España no son machis­tas, sino que apoyan a sus compañe­ras y enti­en­den por qué nos queja­mos. Lo que pasa es que si se manti­e­nen calla­dos parece que no están ahí y nos da la sensa­ción de que esta­mos solas», sosti­ene la peri­o­dista cultu­ral.

El síndrome del impos­tor, cuando tu éxito no te perte­nece

Captura de 'Nerfeadas'

 

En el primer capí­tulo de Nerfe­a­das se abor­dan los proble­mas de un fenó­meno concreto: el del síndrome del impos­tor. «Es sentir que estás engañando a todo el mundo y que no eres válida. Que estás ahí por suerte y en la sigui­ente tarea van a descu­brir que real­mente no sabes progra­mar», expresa en el repor­taje la progra­ma­dora Marta Agui­lera. Los éxitos dejan de sentirse como propios mien­tras que con los fallos ocurre todo lo contra­rio: pasan de ser simples erro­res a autén­ti­cas catás­tro­fes que te deva­lúan como profe­si­o­nal.

El síndrome del impos­tor no es que sea exclu­sivo de las muje­res, pero, como señala Trivi, debido a la educa­ción reci­bida los hombres lo sufren en una propor­ción mucho menor: «A ellos sí que se les anima más a quejarse, a ser lucha­do­res, con carác­ter y a dejar las cosas claras, pero a noso­tras se nos educa en una cierta sumi­sión y en el concepto de que no pode­mos ser 'creí­das’».

La sensa­ción de ser «menos váli­das» también se aplica a la hora de enviar un currí­cu­lum, lo que supone un hándi­cap añadido al de la brecha de género del sector. Según un estu­dio de Hewlett-Packard (HP) citado en Forbes, las muje­res que traba­jan en su empresa solo soli­ci­ta­ron un ascenso cuando esta­ban al 100% segu­ras de que cumplían con los requi­si­tos. Los varo­nes, en cambio, se confor­ma­ban con el 60% para inten­tarlo.

Es un círculo vici­oso que se retro­a­li­menta: la falta de refe­ren­tes feme­ni­nos, a su vez, disu­ade su presen­cia. Sí es habi­tual que cuen­ten con ellas en la prensa o en even­tos como porta­vo­ces para expli­car movi­mi­en­tos como el gamer­gate, pero no basta. «Ponerse un lazo morado el 8M no es sufi­ci­ente: llamar a muje­res profe­si­o­na­les para que apor­ten sus cono­ci­mi­en­tos y su trabajo diario hace más por noso­tras que incluir­nos en la trigé­sima mesa sobre machismo en la indus­tria», criti­caba Azul Corro­sivo en Twit­ter, pseu­dó­nimo de la peri­o­dista espe­ci­a­li­zada Laura Gómez.