Los Data Brokers y la venta de datos personales

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Àmbits Temàtics

Quizás lo hayáis oído ya más de una vez, que hay nego­cio en los datos perso­na­les, en su venta, conso­lidán­dose así como una suerte de nueva “mate­ria prima” con la que comer­ciar y espe­cu­lar y de la que muchos usua­rios ni siqui­era son cons­ci­en­tes. En esta entrada vamos habla­ros de quié­nes están detrás de este comer­cio de datos, los llama­dos Data Brokers.

En este artí­culo habla­mos de:

¿Son lega­les las venta de datos big data?

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¿Qui­é­nes son los Data Brokers?

 

Los data brokers son empre­sas que se dedi­can a la reco­pi­la­ción de datos de la vida real y virtual de las perso­nas, para luego vender esto datos a terce­ras empre­sas con fines lucra­ti­vos. Así que bási­ca­mente, un data broker es un comer­ci­ante de datos, una empresa que de dedica a captar datos perso­na­les de todo tipo para después vender­los a terce­ras empre­sas que puedan nece­si­tar­los para sus propias fines.

Y es que en esta era de la hiper­co­ne­xión a la Red, cada usua­rio genera una enorme canti­dad de datos que puede ceder muchas veces sin ser muy cons­ci­en­tes de ello, o sin cono­cer real­mente a dónde van a parar esos datos, quién los puede mane­jar o durante cuánto tiempo. Además, las empre­sas de brokers no son cono­ci­das por el gran público (proba­ble­mente nombres como Expe­rian o Acxiom no os digan nada), pero ellas sí que pueden saber mucho de cual­quier ciuda­dano que simple­mente tenga un perfil en una red social.

¿Qué hacen los Data Brokers? ¿Cómo ganan dinero con tus datos?

Ya hemos defi­nido qué son los data brokers, pero ¿qué hacen exac­ta­mente?, ¿y cómo ganan dinero con ello?

Los datas broker reco­pi­lan datos y a través del Big Data (o cien­cia de datos) anali­zan las tenden­cias de los usua­rios en áreas que van desde los inter­e­ses polí­ti­cos, la econo­mía, el a qué se dedica el tiempo de ocio, hasta tenden­cias reli­gi­o­sas o sexu­a­les, por poner algu­nos ejem­plos. Estas empre­sas utili­zan algo­rit­mos cada vez más efica­ces para genera un cono­ci­mi­ento en torno a los usua­rios que cada vez tiene más valor.

Los data brokers obti­e­nen y anali­zan datos de dife­ren­tes y nume­ro­sas fuen­tes para deter­mi­nar con fiabi­li­dad todo tipo de infor­ma­ción perso­nal, ya sea la rela­tiva a la iden­ti­fi­ca­ción (como el nombre o la direc­ción física), a la demográ­fica (edad, etnia o raza), de la vivi­enda (el precio de nues­tra casa o lo que paga­mos de hipo­teca o alqui­ler), la infor­ma­ción finan­ci­era (nues­tro nivel de ingre­sos, nues­tras inver­si­o­nes o posi­bi­li­da­des de crédito) o de la salud (consumo de tabaco, qué medi­ca­men­tos compra­mos o cómo es nues­tra alimen­ta­ción).

Estos datos, reco­pi­la­dos en archi­vos, son los que después venden a terce­ras empre­sas.

¿Qué datos un inter­e­san a los Data Brokers?

Podrí­a­mos decir que a los data brokers les inter­e­san todo tipo de datos, porque hay amplio espec­tro de empre­sas que están inter­e­sa­das en conse­guir este tipo de infor­ma­ción respecto a sus clien­tes poten­ci­a­les (es más fácil orien­tar una campaña de marke­ting cuando sabe­mos con más certeza los inter­e­ses de esos clien­tes poten­ci­a­les). Habla­mos de empre­sas, pero lo cierto es que cual­quier tipo de orga­ni­za­ción actual tiene interés en las posi­bi­li­da­des que le puede apor­tar el Big Data (es más fácil “vender” algo alguien si usamos el tipo de lenguaje al que está acos­tum­brado y el mensaje conti­ene lo que quiere oír).

Sin embargo, y aunque todos los datos tienen valor, los hay con mayor valor que otros y esos son los que más les inter­e­san a los data brokers. ¿Y cuáles son esos datos? Aque­llos que conti­e­nen la infor­ma­ción más íntima y sensi­ble de los usua­rios, de manera que el nombre y la edad de un usua­rio valen menos que cono­cer que ese usua­rio tiene diabe­tes, por ejem­plo.

¿Cómo reco­pi­lan la infor­ma­ción?

Para hacerse reco­pi­lar este tipo de infor­ma­ción los data brokers se sirven de sitios web con apli­ca­ci­o­nes de regis­tro y cookies; cada vez que relle­na­mos un formu­la­rio en una web o apli­ca­ción para acce­der a un servi­cio gratuito, por ejem­plo, o cuando damos permiso para que una red social comparta algu­nos de nues­tros datos al regis­trar­nos. Bási­ca­mente, cada vez que pulsa­mos en un “acepto las condi­ci­o­nes” esta­mos dando permiso para que se cedan o usen nues­tros datos sin que seamos muy cons­ci­en­tes de ello (y es que podrí­a­mos estar vendi­endo nues­tra alma al diablo en una de las muchas cláu­su­las que prác­ti­ca­mente nadie lee sin saberlo).

Muchas veces el “cebo” que se utiliza para que conse­guir este consen­ti­mi­ento de los usua­rios a la hora de compar­tir sus datos es ofre­cer servi­cios gratui­tos de alto valor a cambio de los datos que dichos servi­cios consi­gan reco­ger con ellos. Bási­ca­mente, puedes usar este servi­cio a cambio de renun­ciar a una parte de tu priva­ci­dad.

Compar­ti­mos nues­tra infor­ma­ción sin saberlo

En muchas ocasi­o­nes sí; cada vez que damos consen­ti­mi­ento en Inter­net o una apli­ca­ción para acce­der a un servi­cio o un conte­nido, cuando cumpli­men­ta­mos un formu­la­rio o crea­mos una cuenta, cuando crea­mos un perfil en una red social, o subi­mos fotos (no solo es el lugar, son los meta­da­tos que la acom­pañan, como el lugar dónde fue tomada, la fecha o el modelo de cámara o telé­fono usado), damos un me gusta o marca­mos un favo­rito.

Cuando nave­ga­mos por Inter­net, esta­mos viendo u oyendo algo en un servi­cio de stre­a­ming, compra­mos en comer­cios elec­tró­ni­cos o simple­mente busca­mos infor­ma­ción, esta­mos gene­rando datos e infor­ma­ción que compar­ti­mos con, en prin­ci­pio, nues­tro opera­dor, nues­tro nave­ga­dor y nues­tros pres­ta­do­res de servi­cios. Millo­nes de datos de millo­nes de perso­nas circu­lando por la Red que por si solos no valen muchos, pero cuando empi­e­zas a cruzar­los, la cosa cambia.

¿Dónde está su nego­cio?

Los datos obte­ni­dos por si solos no tienen mucho valor, pero cuando se anali­zan y juntan, es donde se encu­en­tra el nego­cio, puesto que permi­ten crear perfi­les de usua­rios muy concre­tos y perso­na­li­za­dos. Como decí­a­mos antes, a las empre­sas que ofre­cen servi­cios, por ejem­plo, les inter­esa afinar todo lo posi­ble su mensaje publi­ci­ta­rio para conse­guir que un cliente poten­cial pase a hacer una compra o un concreto.

Así, por ejem­plo, si mi empresa se dedica a la venta de peri­fé­ri­cos para orde­na­do­res, querré enfo­car mi publi­ci­dad a ese tipo de consu­mi­do­res, algo más fácil de hacer sí se de ante­mano dónde encon­trar­los.

Así que, cuanto más concreta sea la infor­ma­ción obte­nida a través de la reco­lec­ción y análi­sis de datos, mayor será el precio a los que podrán venderse. Es difí­cil hablar de tari­fas concre­tas, pues la venta de datos, dado que se mueve mucho entre el limbo legal y la ilega­li­dad, no es preci­sa­mente trans­pa­rente, en algu­nos sitios se podían adqui­rir nombres y correos elec­tró­ni­cos de enfer­mos de cáncer, diabe­tes o depre­sión por 26 cénti­mos de dólar el nombre.

¿Somos cons­ci­en­tes del volu­men de datos que compar­ti­mos?

Real­mente no somos cons­ci­en­tes de la canti­dad de datos que compar­ti­mos a través de Inter­net o apli­ca­ci­o­nes para dispo­si­ti­vos móvi­les. Se estima que de media, una persona puede llegar a acep­tar más de 40 consen­ti­mi­en­tos de uso de datos perso­na­les al año. Eso por no hablar del rastro que deja­mos en la Red cuando nave­ga­mos usando nues­tras cuen­tas de Google, Micro­soft o Apple, que regis­tran prác­ti­ca­mente todos nues­tros movi­mi­en­tos.

Eviden­te­mente, estas empre­sas no son data brokers, pero sí que mane­jan una enorme canti­dad de datos sensi­bles de sus usua­rios, sobre todo si tene­mos en cuenta todos los servi­cios asoci­a­dos que tienen (por ejem­plo, con tu cuenta de Micro­soft acce­des a tu email en Outlook, pero también a tu cuenta de Xbox Live o la Micro­soft Store).

Estas empre­sas nos permi­ten confi­gu­rar nues­tra priva­ci­dad también, pero real­mente, ¿cuánta gente mira qué datos está compar­ti­endo y con quién de manera habi­tual? Cierto, puede que cambies la confi­gu­ra­ción de priva­ci­dad la primera que te regis­tras, pero ¿tam­bién lo haces cuándo te llega un email de “hemos cambi­ado nues­tras polí­ti­cas de priva­ci­dad”? O ¿cuán­tas veces has dado a “acep­tar cookies” sin moles­tarte en mirar­las y admi­nis­trar­las porque lo que te inter­esa real­mente es acce­der al conte­nido?

¿Hasta qué punto es ético comer­ciar los datos?

Esta pregunta es un debate actual, y no tiene una respu­esta senci­lla. Es verdad que la venta de datos la asoci­a­mos prin­ci­pal­mente con prác­ti­cas poco claras o con fines lucra­ti­vos, pero también es cierto que esta reco­pi­la­ción y análi­sis de datos sirven para otras cosas que pueden faci­li­tar el día a día de las perso­nas.

Por ejem­plo, cuando una empresa lleva a cabo un estu­dio reco­gi­endo datos desa­gre­gado y anoni­mi­za­dos para ver cómo es la movi­li­dad de la gente en cier­tas zonas de una ciudad, esos datos se pueden usar para colo­car una parada de auto­bús o deter­mi­nar el valor comer­cial de un área. O en medi­cina se pueden reali­zar estu­dios que vincu­len cier­tos hábi­tos con el desar­ro­llo de pato­lo­gías.

La cosa cambia cuando esos datos reco­pi­la­dos sacan rédi­tos econó­mi­cos de listas, por ejem­plo, de vícti­mas de viola­ción, como quedó al descu­bi­erto en EE.UU. en 2013. O para influir en unas elec­ci­o­nes.

Es cierto que la infor­ma­ción es poder y también podrí­a­mos decir que es el uso que se haga de ese poder es el que deter­mina si el comer­cio de datos es más o menos ético.

¿Son lega­les las venta de datos big data?

Como ya hemos dicho ante­ri­or­mente, la venta de datos se mueve entre lo legal o lo ilegal, además, es algo que depende de la legis­la­ción de cada país. La venta en sí no es un delito, pero sí puede serlo la forma en que se accede a esos datos y si se cuenta o no con el consen­ti­mi­ento explí­cito de la persona la que perte­ne­cen para ceder­los o vender­los a terce­ros.

En España, la ley de protec­ción de datos es de las más garan­tis­tas y se ha ido refor­zando con los años y la irrup­ción de las nuevas tecno­lo­gías. La Ley Orgá­nica de Protec­ción de Datos (LOPD) y el Regla­mento Gene­ral de Protec­ción de Datos (RGPD) regu­lan la adqui­si­ción y la cesión de datos perso­na­les a terce­ros y una de las exigen­cias prin­ci­pa­les es que el usua­rio debe dar su consen­ti­mi­ento explí­cito, que debe reco­gerse y docu­men­tarse debi­da­mente. Además, cual­quier usua­rio debe poder ejer­cer sus dere­chos de revo­ca­ción en cual­quier momento. Y los usua­rios han de ser infor­ma­dos clara­mente de qué tipos de datos están siendo reco­lec­ta­dos, quién puede tener acceso a ellos, por cuánto tiempo y si pueden acabar en manos de terce­ros.

Las empre­sas que incum­plen estas leyes, pueden enfren­tarse a sanci­o­nes eleva­das, que la Agen­cia Española de Protec­ción de Datos (AEPD) tiene capa­ci­dad de impo­ner.

Pero en otros países donde no existe una legis­la­ción sobre la protec­ción de datos de carác­ter perso­nal como la española o la de la UE, la venta de datos es algo a la orden del día, apro­ve­chando esos vacíos lega­les que convi­er­ten a la comer­cio de datos un mercado lucra­tivo por las data brokers.

Cerra­mos esta entrada con una frase que debe hacer­nos refle­xi­o­nar sobre la impor­tan­cia y el valor de los datos perso­na­les: “Cuando algo es gratis, el producto eres tú”.