La prueba de la pureza feminista. Acoso a Afroféminas

Imatge

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Un grupo de aboli­ci­o­nis­tas deci­dió fijar su obje­tivo en Afro­fé­mi­nas acusán­do­nos falsa­mente de ser defen­so­ras del proxe­ne­tismo. Estos hechos demu­es­tran que esta­mos muy lejos de acer­car posi­ci­o­nes con un femi­nismo que exige prue­bas de pureza y una adhe­sión sin mati­ces a todos sus postu­la­dos, que consi­dera como únicos váli­dos y moral­mente acep­ta­bles.

El acoso empezó por un retuit sobre el aniver­sa­rio de Stone­wall que hici­mos desde el perfil de Geor­gina Orellano, acti­vista argen­tina a la que ni siqui­era cono­cí­a­mos y que hasta enton­ces, ni seguí­a­mos. Al pare­cer esta mujer, traba­ja­dora sexual y una figura pública en La Argen­tina es un ogro de las aboli­ci­o­nis­tas. Se produjo un pequeño revu­elo y varias perso­nas deja­ron de seguir­nos por solo el retuit y porque seguí­a­mos o nos seguían perso­nas como Helena MalenoAmbar Il o Farah Azcona. De lo más censu­ra­dor que hemos visto en los últi­mos tiem­pos ya que intenta borrar al otro, al que disi­ente o piensa distinto, buscando el aisla­mi­ento e invi­si­bi­li­za­ción del mismo. Suena como el fascismo.

Pero eso fue solo el prin­ci­pio. Empezó un acoso en toda regla exigi­endo a Afro­fé­mi­nas que decla­rase si estaba a favor de la pros­ti­tu­ción o no. Esto es una trampa moral, apli­cando una regla que destruye cada debate, ya que se intenta confun­dir insi­nu­ando (o dici­én­dolo direc­ta­mente) que estar a favor de la regu­la­ción de la pros­ti­tu­ción es estar a favor de la trata y del proxe­ne­tismo. Desde el primer momento se vio que era un intento de inti­mi­da­ción que han sufrido otras acti­vis­tas negras por otros asun­tos, por ejem­plo Desi­rée Bela Lobo­edde.

Noso­tras prime­ra­mente contes­ta­mos de buena fe nues­tra verdad. Cono­ce­mos que las prin­ci­pa­les vícti­mas de trata son las muje­res migran­tes, por lo tanto negras y raci­a­li­za­das. Enten­de­mos que signi­fica esto, pero también sabe­mos que la prohi­bi­ción tal y como se plan­tea por estos grupos, a las que pena­liza de verdad, es a esas muje­res. No solo porque no se les da alter­na­ti­vas, más allá de la mera retó­rica, también porque las lleva­ría a un ocul­ta­mi­ento mayor con las conse­cu­en­cias para su segu­ri­dad e inte­gri­dad física que eso tendría. Contra más en la oscu­ri­dad funci­o­nen las traba­ja­do­ras del sexo, más abusos, críme­nes y peli­gro sufrirán. Lo que más nos importa son esas muje­res, y el aboli­ci­o­nismo no tiene una alter­na­tiva REAL para su situ­a­ción. No tene­mos consenso en el inte­rior de Afro­fé­mi­nas. Hay postu­ras diver­sas sobre la regu­la­ri­za­ción o no, y por eso no nos pronun­ci­a­mos. Las postu­ras están muy encon­tra­das, así que prefe­ri­mos escu­char a las que saben del tema, para en algún momento, dar una opinión. Aunque quizás nunca poda­mos.

Enton­ces vino el acoso de algu­nas muje­res, y algún que otro hombre, que superó todos los lími­tes. Frases racis­tas, ridi­cu­li­za­ción de nues­tra cultura, tergi­ver­sa­ción de nues­tros argu­men­tos y de nues­tra histo­ria y cues­ti­o­na­mi­ento de la figura de nues­tra funda­dora Antoi­nette T. Soler, acusán­dola nada menos de ser clasista ¡¡¡por tener estu­dios univer­si­ta­rios!!!

No merece la pena hablar más de la inti­mi­da­ción, que es algo típico de Twit­ter, donde haters profe­si­o­na­les hacen su agosto. Pero es un síntoma, que noso­tras ya detec­ta­mos hace dos años y que nos reafirma en nues­tros postu­la­dos, cuando deci­di­mos no hacer la Huelga Femi­nista. Esto no es nues­tro movi­mi­ento.

Un tema que siem­pre aparece en estos ataques es la auten­ti­ci­dad de nues­tro femi­nismo, cues­ti­o­nando si somos antir­ra­cis­tas o femi­nis­tas. No enten­der que para una mujer que se llama Femi­nista Negra las dos condi­ci­o­nes son inse­pa­ra­bles, es no cono­cer nada de la praxis del afro­fe­mi­nismo. Nues­tra condi­ción de negras está unida a la de mujer y no pode­mos extir­parla o dejarla en la puerta según les convenga a las femi­nis­tas hege­mó­ni­cas. Cuando cami­na­mos por la calle, vamos a una entre­vista de trabajo, pedi­mos un café en una barra de un bar o compra­mos en un super­mer­cado, somos muje­res negras y este mundo no pierde ocasión de recordár­noslo. El racismo impregna esta soci­e­dad ¿como pode­mos obvi­arlo?

Detrás de esto está la moles­tia que causa­mos hace tiempo en el femi­nismo más rancio. No se llevan bien nues­tros pensa­mi­en­tos autó­no­mos, no se tolera que no nos unamos a la banda agachando la cabeza y enseñando los dien­tes, para que ellas puedan compro­bar que pasa­mos la prueba de su femi­nismo homo­lo­gado y homo­lo­ga­ble.

También hay una acusa­ción de cierto sector de la izqui­erda que se unió con entu­si­asmo al ataque, que piensa que solo hay un camino y lo ellos llaman polí­ti­cas iden­ti­ta­rias debi­lita sus obje­ti­vos. Puede ser. Pero claro, es que sus obje­ti­vos no son los nues­tros.

Somos las que no callan, las que no obede­cen. Somos muje­res negras que vivi­mos reali­da­des distin­tas y muy distan­tes a la mayo­ría de las muje­res blan­cas. Somos muje­res negras que tene­mos la volun­tad de tomar nues­tras propias deci­si­o­nes, sin presi­o­nes ni obedi­en­cias a perso­nas que se atri­buyen una auto­ri­dad que no tienen sobre noso­tras, ya que nada les debe­mos. Nos debe­mos a nues­tras herma­nas negras y raci­a­li­za­das.

Noso­tras deci­di­mos que opina­mos, a quien segui­mos y como pensa­mos. Quizás algún día tome­mos una deci­sión para posi­ci­o­nar­nos, pero desde luego no nos echa­re­mos encima de las que no pien­sen como noso­tras.

No somos escla­vas, ni cria­das. Somos muje­res negras y hace­mos y pensa­mos por noso­tras mismas.