La negatividad vende más. Por eso las canciones cada vez son más tristes y depresivas

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Escu­char música nos ofrece una ventana a esta­dos emoci­o­na­les y psico­ló­gi­cos. Un proceso que también tiene cierto factor gene­ra­ci­o­nal. Las letras de las canci­o­nes refle­jan de alguna manera los cambios soci­a­les exis­ten­tes entre dife­ren­tes épocas. Si pres­tas aten­ción a las letras de las canci­o­nes escri­tas en los 50 o 60, te darás cuenta de que los temas que se tratan no son para nada simi­la­res a la verbor­rea que puedes oír hoy en una disco­teca. Esto nos plan­tea pregun­tas inter­e­san­tes como la sigui­ente: 

¿Son las letras de las canci­o­nes pop contem­porá­neas más alegres o más tris­tes que en tiem­pos pasa­dos?

 

Los algo­rit­mos son capa­ces de ilus­trar este fenó­meno de manera precisa. Y lo cierto es que, con el tiempo, los cora­zo­nes rotos e iracun­dos se han conver­tido en temas más prolí­fi­cos. Desde 1980, las emoci­o­nes como la tris­teza y la sole­dad se han vuelto cada vez más frecu­en­tes en las letras de las canci­o­nes, mien­tras que las expre­si­o­nes de amor y alegría tienen menos posi­bi­li­da­des de encon­trarse en las listas de éxitos. ¿Qué ha sido de aque­llas canci­o­nes como All You Need is Love, de The Beat­les?

El estu­dio. Una inves­ti­ga­ción reali­zada por la Univer­si­dad de Cambridge analizó letras de canci­o­nes pop de listas como Bill­bo­ard Hot 100 y del sitio web musix­match.com desde 1965 hasta 2015 para compro­bar qué sesgos cultu­ra­les podían expli­car esta tenden­cia hacia la nega­ti­vi­dad. Para ello, clasi­fi­ca­ron las pala­bras según su conte­nido «posi­tivo» o «nega­tivo» y los resul­ta­dos eviden­ci­a­ron una dismi­nu­ción de las prime­ras y un aumento de las segun­das. El uso del término «amor» cayó a la mitad, mien­tras que el término «odio» creció enor­me­mente en frecu­en­cia.

Además, se encon­tró eviden­cia de que las letras nega­ti­vas obti­e­nen mejo­res resul­ta­dos en las listas y se demos­tra­ron dos sesgos: el de pres­ti­gio (se tiende a copiar a los artis­tas más vendi­dos) y el de éxito (se tiende a copiar o imitar las canci­o­nes más vendi­das).

¿Por qué? Existe la hipó­te­sis de que las expre­si­o­nes artís­ti­cas pueden tener una función adap­ta­tiva, una manera de simu­lar inter­ac­ci­o­nes soci­a­les y crear pensa­mi­en­tos en las perso­nas. Según esta visión, centrada más en la ficción lite­ra­ria pero gene­ra­li­za­ble a otras formas expre­si­vas, el arte propor­ci­ona esce­na­rios hipo­té­ti­cos donde pone a prueba y entrena (sin riesgo) nues­tras reac­ci­o­nes cogni­ti­vas y emoci­o­na­les, algo así como lo que senti­mos al ver una pelí­cula de terror.

El arte que expresa emoci­o­nes nega­ti­vas, además, puede tener más valor para las audi­en­cias que buscan consu­elo al saber que otros también expe­ri­men­tan miedo y tris­teza. De hecho, los estu­dios han demos­trado que las perso­nas subes­ti­man la preva­len­cia de las emoci­o­nes nega­ti­vas de los demás, y eso exacerba la sole­dad y dismi­nuye la satis­fac­ción con la vida.

La deca­den­cia de la alegría. Otro estu­dio reci­ente se propuso una tarea simi­lar: medir la alegría de las canci­o­nes. De esta manera, iden­ti­ficó que la emoción domi­nante en el éxito Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler, por ejem­plo, era la «tris­teza», con una puntu­a­ción de 0,51 (sobre 1) para esa emoción. YMCA, de Village People, por su parte, obtuvo una puntu­a­ción de 0,65 para «alegría», y We Will Rock You, de Queen, obtuvo una enorme puntu­a­ción de 0,85 en la escala de «extra­ver­sión».

Los resul­ta­dos para miles de canci­o­nes fueron igual de sorpren­den­tes. Las expre­si­o­nes de ira y disgusto se dupli­ca­ron durante 65 años, mien­tras que el miedo aumentó en más del 50%. Es decir, las canci­o­nes de hoy son más agre­si­vas y teme­ro­sas que incluso en el apogeo del punk. Una razón plau­si­ble es la creci­ente influ­en­cia de la música rap que, al igual que el punk, refleja el males­tar social y la lucha de clases. Alegria

 

También en tona­li­dad. Los hallaz­gos concu­er­dan con otros estu­dios que no sólo se centran en las letras de canci­o­nes, sino en su tona­li­dad, ritmo y estilo como este, reali­zado por Nata­lia Koma­rova, de la Univer­si­dad de Cali­for­nia Irvine, una matemá­tica que se sorpren­dió por la nega­ti­vi­dad del gusto musi­cal de su propia hija. Para averi­guar cómo habían cambi­ado las emoci­o­nes de la música a lo largo del tiempo, recur­rió a la base de datos Acous­tic­Brainz, en la que los usua­rios pueden apli­car un algo­ritmo que extrae carac­te­rís­ti­cas acús­ti­cas: acor­des mayo­res o meno­res y el tempo.

Recor­de­mos que, en la música, las tona­li­da­des meno­res se perci­ben más sombrías con respecto a las tona­li­da­des mayo­res. Y el estu­dio vio una dismi­nu­ción simi­lar en lo que defi­nen como «feli­ci­dad» y «brillo» (en los acor­des y la tona­li­dad), junto con un ligero aumento en la «tris­teza». Es decir, los éxitos de Bill­bo­ard se han vuelto más lentos y las tona­li­da­des meno­res se han vuelto más frecu­en­tes.

Gráfi­cos: Univer­si­dad de Cambridge