La estrategia comunicativa contra la autodeterminación del género

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Las detrac­to­ras de la auto­de­ter­mi­na­ción del género se reivin­di­can vícti­mas de la censura, a pesar de que se encu­en­tran en clara ventaja social, polí­tica y comu­ni­ca­tiva respecto de las perso­nas trans

El pasado dici­em­bre, el grupo The Left del Parla­mento Euro­peo publi­caba un informe sobre la estra­te­gia comu­ni­ca­tiva anti­fe­mi­nista de las dere­chas en Europa, que radi­o­gra­fi­aba cómo las procla­mas contra el aborto o los dere­chos LGTBI a menudo tienen más de instru­mento para acti­var cier­tas inse­gu­ri­da­des y/o cier­tos senti­mi­en­tos de perte­nen­cia para cose­char voto conser­va­dor, que de debate ideo­ló­gico genuino.   

En Europa, las dere­chas están sigui­endo una estra­te­gia muy clara de gira de tornos, convir­ti­endo a los victi­ma­rios en vícti­mas. Bajo el pretexto del dere­cho a hablar de temas polé­mi­cos como la inmi­gra­ción, intro­du­cen discur­sos racis­tas. Y cuando se les ponen lími­tes, denun­cian la censura de las izqui­er­das, que preten­den impo­ner el dogma de lo “polí­ti­ca­mente correcto”. También buscan desle­gi­ti­mar las izqui­er­das, cuando no crimi­na­li­zar­las, por actuar con agre­si­vi­dad, a base de cance­la­ción y escra­che. Las dere­chas han llegado a provo­car expro­feso la judi­ci­a­li­za­ción de algu­nos de sus mensa­jes polí­ti­cos, para darles más publi­ci­dad y refor­zar su posi­ción de parte agra­vi­ada. Otra estra­te­gia win- win, muy manida de las dere­chas, es la de alimen­tarse de la indig­na­ción. Expre­san sus posi­ci­o­na­mi­en­tos de forma provo­ca­dora e hiri­ente, para que tanto la fervi­ente adhe­sión de sus parti­da­rios como la indig­nada crítica de sus detrac­to­res, les den publi­ci­dad. 

La nove­dad reside en que por primera vez, un sector de muje­res orga­ni­za­das, las detrac­to­ras de la auto­de­ter­mi­na­ción del género, deja atrás la espon­ta­nei­dad del debate polí­tico genuino y adopta una estra­te­gia comu­ni­ca­tiva orga­ni­zada y ambi­ci­osa. Los mensa­jes medi­ante los cuales vehi­cu­lan sus postu­ras ideo­ló­gi­cas, las dosis de dema­go­gia, el perfil de quie­nes esco­gen como emiso­ras e incluso los acon­te­ci­mi­en­tos alre­de­dor de los que apro­ve­chan para intro­du­cir discurso, están calcu­la­da­mente pensa­dos. 

El debate sobre la auto­de­ter­mi­na­ción del género está siendo tan hiri­ente como inge­nuo. Las críti­cas se redu­cen a su viru­len­cia y a lamen­tar la divi­sión del movi­mi­ento femi­nista, en un inopor­tuno momento de retro­ceso de los dere­chos de las muje­res. Algu­nas obvi­e­da­des, que claman al cielo, miste­ri­o­sa­mente no están desen­ca­de­nando ninguna reac­ción. Aumen­tan los femi­ni­ci­dios, las violen­cias sexu­a­les están desbo­ca­das, reti­ran las custo­dias a las madres que denun­cian a los padres por abusos, etc… y de todas estas trin­che­ras, las custo­dias del sujeto mujer esco­gen como prio­ri­dad polí­tica la supu­esta amenaza que repre­senta la elec­ción sentida del género. ¿Real­mente la auto­de­ter­mi­na­ción del género repre­senta una amenaza para las polí­ti­cas públi­cas de igual­dad? ¿No será que en reali­dad este debate es sólo ruido, una forma de distraer la aten­ción sobre la estra­te­gia de verdad, la de lograr impo­ner un relato, que faci­lite la conser­va­ción de cier­tas cuotas de poder?  

Más allá del folclore comu­ni­ca­tivo, hay dos aspec­tos de la estra­te­gia comu­ni­ca­tiva contra la auto­de­ter­mi­na­ción del género, que mere­cen ser refle­xi­o­na­dos. La primera refle­xión es en clave de auto­crí­tica: si los femi­nis­mos hubi­é­ra­mos deba­tido en profun­di­dad sobre qué lími­tes éticos nos auto impo­ne­mos en la expre­sión de nues­tros disen­sos, y sobre qué rela­ción directa tienen esos lími­tes éticos con la preser­va­ción de nues­tra iden­ti­dad y legi­ti­mi­dad polí­tica, el debate, segu­ra­mente, se hubi­era vehi­cu­lado de otro modo. Tener claras qué fron­te­ras discur­si­vas no pueden cruzarse, por inte­gri­dad y por empa­tía, hubi­era faci­li­tado que la colec­ti­vi­dad femi­nista se posi­ci­o­nara para frenar cier­tas deri­vas.

La segunda refle­xión, enla­zada con la primera, tiene que ver sobre cómo conce­bi­mos la liber­tad de expre­sión desde los femi­nis­mos. Apos­ta­mos, como hacen las dere­chas, por la concep­ción libe­ral de la misma, según la cual consiste en el dere­cho indi­vi­dual a poder expre­sarse sin lími­tes deri­va­dos de restric­ci­o­nes ajenas. O bien por el modelo de dere­chos, según el cual la liber­tad de expre­sión es un dere­cho que se puede ejer­cer con respon­sa­bi­li­dad, en la medida que contri­buya al debate público, respete los dere­chos funda­men­ta­les y no discri­mine a las colec­ti­vi­da­des subal­ter­ni­za­das. En este segundo modelo, la fija­ción de los lími­tes a la liber­tad de expre­sión, tiene en cuenta la rela­ción de poder exis­tente entre la persona emisora y la persona desti­na­ta­ria, y si el obje­tivo del mensaje, es ampliar o restrin­gir dere­chos.

Parti­endo de este prisma, no es difí­cil cons­ta­tar qué concep­ción de la liber­tad de expre­sión están ejer­ci­endo las detrac­to­ras de la auto­de­ter­mi­na­ción del género. Tampoco es difí­cil hallar simi­li­tu­des con la estra­te­gia comu­ni­ca­tiva de las dere­chas. Las detrac­to­ras de la auto­de­ter­mi­na­ción del género se reivin­di­can vícti­mas de la censura, a pesar de que se encu­en­tran en clara ventaja social, polí­tica y comu­ni­ca­tiva respecto de las perso­nas trans. También se reivin­di­can vícti­mas de la hosti­li­dad de la inque­er­si­zión, a pesar de que están bana­li­zando opre­si­o­nes, luchando contra la conso­li­da­ción de dere­chos y negando iden­ti­da­des.  ¿Resu­ena a ejer­ci­cio de poder, no?  

Parece ser que el confort de la poltrona acadé­mica y las fanta­sías parti­dis­tas les ha hecho olvi­dar a algu­nas, las herra­mi­en­tas de lucha colec­tiva: el disenso, la confron­ta­ción y la protesta. Los femi­nis­mos no pode­mos rene­gar de la denun­cia social que nos ha servido histó­ri­ca­mente para conquis­tar dere­chos, ni pode­mos recri­mi­nar a quie­nes la están usando contra la opre­sión de la hege­mo­nía de la que forma­mos parte. 

Lo absurdo de todo, es que en el fondo da igual lo que opinen esas seño­ras. Incluso da igual lo que opine­mos todas. Manda la calle y la reali­dad es que las iden­ti­da­des diver­sas cada día fluyen con más fuerza. Las detrac­to­ras de la auto­de­ter­mi­na­ción del género logra­ran titu­la­res, el reco­no­ci­mi­ento del esta­blish­ment, formar parti­dos polí­ti­cos e incluso retra­sar la apro­ba­ción de leyes, pero la bata­lla del género la tienen perdida desde hace tiempo. 

Autora: Laia Serra Abogada

Foto: OLMO CALVO