Hoja de Router: Mary Lee Berners también fue una pionera

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La madre de Tim Berners Lee se ha ido, the guar­dian publico su obitu­a­rio. Es asi que descu­bri­mos este proyecto "Engi­ne­e­ring and Tech­no­logy History Wiki"  donde se encu­en­tra una entre­vista oral en profun­di­dad con Mary Lee Berners. Os deja­mos con un arti­culo de Cris­tina Sanchez para hoja de router acerca de su carrera.

En un barrio a las afue­ras del Londres de los años 50 vivía un matri­mo­nio con cuatro hijos. Una pecu­liar pasa­ti­empo diver­tía a los seis a la hora de la cena:resol­ver  proble­mas matemá­ti­cos.  En reali­dad, la propia profe­sión de los proge­ni­to­res era inusual en aque­lla época. Los dos eran progra­ma­do­res cuando la informá­tica daba sus prime­ros pasos.

Tan insó­lito era su trabajo en aque­llos tiem­pos como llega­ría a ser el de su hijo mayor. « Apren­di­mos a disfru­tar con las matemá­ti­cas en cual­quier lugar donde apare­cían», expli­caba tiempo después Tim Berners-Lee, aquel primo­gé­nito. “La clave de las matemá­ti­cas en nues­tra casa resi­día en que eran diver­ti­das”.

DE LAS MATEMÁ­TI­CAS A LA ASTRO­NO­MÍA Y LA INFORMÁ­TICA

Seis déca­das antes de que el cien­tí­fico britá­nico inven­tara la World Wide Web, su madre, una adoles­cente por aquel enton­ces, vivía el esta­llido de la Segunda Guerra Mundial en una pequeña loca­li­dad en el condado de Glou­ces­ters­hire, donde fue evacu­ada desde su Birming­ham natal.

Mary Lee Woods  —su apellido de soltera — sufrió los avata­res del conflicto bélico a su regreso a Birming­ham, pero no dejó de estu­diar aunque su cole­gio quedó prác­ti­ca­mente destruido. Sus proge­ni­to­res, dos profe­so­res que se habían cono­cido en una reunión para defen­der el sufra­gio feme­nino, pensa­ban “que era muy impor­tante que las muje­res sinti­e­ran que tenían una alter­na­tiva a la de sola­mente casarse”, así que anima­ron a la joven a hacer carrera en aque­llos años.

La madre de Tim Berners-Lee, en una entrevista en 2014

La madre de Tim Berners-Lee, en una entre­vista en 2014

Después de traba­jar en un centro de inves­ti­ga­ción del nove­doso radar, una labor que no le conven­ció dema­si­ado, Mary Lee Woods se graduó en matemá­ti­cas y se inter­esó por una mate­ria que consi­de­raba “muy román­tica”: la astro­no­mía. El Obser­va­to­rio del Monte Stromlo, a las afue­ras de Canberra, le conce­dió una beca de inves­ti­ga­ción, así que cruzó el charco para traba­jar clasi­fi­cando estre­llas. Allí se dio cuenta de que la astro­fí­sica no era lo suyo —no se le daba dema­si­ado bien el reco­no­ci­mi­ento de patro­nes — y de que le habían asig­nado el peor trabajo por el mero hecho de ser mujer.

“Cuando regresé a Ingla­terra […] no sabía bien qué hacer, no quería traba­jar en espec­tros este­la­res. Aunque tenía esa destreza, no quería usarla”, recor­dabaen una entre­vista hace un tiempo. La joven vio enton­ces un anun­cio en la revista Nature: “ Los matemá­ti­cos quie­ren traba­jar en un orde­na­dor digi­tal”. Intri­gada por esas pala­bras, se diri­gió a la bibli­o­teca de Birming­ham y averi­guó qué era un orde­na­dor. 

Le pare­ció “muy inter­e­sante”, así que a prin­ci­pios de los 60 consi­guió trabajo como progra­ma­dora del pionero Ferranti Mark 1. “ Se ha hablado de mi madre como la primera progra­ma­dora de un orde­na­dor comer­cial”, seña­laba con orgu­llo el propio Tim Berners-Lee años más tarde.

PROGRA­MANDO EL PRIMER ORDE­NA­DOR COMER­CIAL

En 1948, la Univer­si­dad de Manches­ter había creado Baby, el primer orde­na­dor que hizo funci­o­nar un programa alma­ce­nado en su memo­ria. Ni el famoso Colos­sus, con el que los britá­ni­cos rompi­e­ron los códi­gos secre­tos del ejér­cito alemán, ni el esta­dou­ni­dense ENIAC, consi­de­rado como el primer orde­na­dor comple­ta­mente elec­tró­nico de propó­sito gene­ral, fueron diseña­dos según el prin­ci­pio de programa alma­ce­nado.

Alan Turing lideró el desar­ro­llo de los siste­mas de progra­ma­ción del hermano a gran escala de Baby, el Manches­ter Univer­sity Mark 1. Ferranti, una compañía espe­ci­a­li­zada en inge­ni­e­ría eléc­trica, se ofre­ció para desar­ro­llar una máquina robusta parti­endo de aquel proto­tipo. Así nació el menci­o­nado  Ferranti Mark 1, el primer orde­na­dor elec­tró­nico comer­cial de propó­sito gene­ral. 

Un folleto del Ferranti Mark 1

Un folleto del Ferranti Mark 1

Dos cabi­nas, cada una de ellas de 5 metros de largo, 1 metro de ancho y 2,4 metros de alto, aloja­ban aque­lla máquina. 4.000 tubos de vacío, 2.500 tran­sis­to­res, 15.000 resis­ten­cias y casi 10 kiló­me­tros de cables forma­ban sus entrañas. Provisto de un sistema único de memo­ria que podía alma­ce­nar un kilobyte de datos en tubos de rayos cató­di­cos y 82 kilobytes de alma­ce­na­mi­ento perma­nente en un tambor magné­tico, el Ferranti Mark 1 reali­zaba en dos segun­dos los cálcu­los que un humano tarda­ría un día en reali­zar, toda una revo­lu­ción. 

A Mary Lee   le diver­tía la compleja labor de escri­bir progra­mas en código máquina para que aquel mamo­treto los enten­di­era leyendo cintas perfo­ra­das. “Resol­ver progra­mas, mante­ner tu mente en la máquina y ser muy, muy preciso, porque la máquina hacía exac­ta­mente lo que tú le dije­ras que hici­era, incluso si no era lo que que querías decir. Y eso reque­ría mucha disci­plina”. Eso la entu­si­as­maba.

La matemá­tica no solo se convir­tió en una pionera de la progra­ma­ción en Ferranti. Las traba­ja­do­ras se ente­ra­ron de que los hombres cobra­ban más en la empresa y Mary Lee asumió el cargo de porta­voz de todas ellas, pese a que la encar­gada de la plan­ti­lla feme­nina no les prestó su apoyo.

Care­cía de los cono­ci­mi­en­tos lega­les para defen­der su justa causa, así que se diri­gió al direc­tor de ventas y le preguntó cómo podía conven­cer al depar­ta­mento de perso­nal para que aten­di­era a sus deman­das. “Al prin­ci­pio empezó a discu­tir conmigo y dije ‘no, no, no, no. Enti­endo todo eso, lo que quiero saber es qué tengo yo que decir’”, reme­mo­raba Mary Lee. Ayudada por la respu­esta, acabó venci­endo aque­lla bata­lla: “ ¡Con­se­gui­mos la igual­dad sala­rial! Todas las muje­res conse­gui­mos un aumento para ser igua­les que los hombres”.

 

Tim Berners-Lee era un apasionado de la electrónica y las matemáticas desde niño

Tim Berners-Lee era un apasi­o­nado de la elec­tró­nica y las matemá­ti­cas desde niño

 

LA FAMI­LIA QUE NACIÓ GRACIAS A UN ORDE­NA­DOR

Por aquel enton­ces, a Mary Lee le presen­ta­ron, hasta en tres ocasi­o­nes dife­ren­tes, a un matemá­tico de Birming­ham que también empezó a traba­jar en el Ferranti Mark I de la Univer­si­dad de Manches­ter. Fue enton­ces cuando nació la histo­ria de amor entre aquel cien­tí­fico, Conway Berners-Lee, y la vali­ente mujer a la que algu­nos inves­ti­ga­do­res comen­za­ron a llamar Mary Berners-Lee al cuadrado.

“Cuando yo había estado traba­jando toda la noche en el orde­na­dor y él nece­si­taba llamar para [saber] los resul­ta­dos y yo estaba en la habi­ta­ción con los tele­ti­pos sonando, podía escu­char lo que decía en el telé­fono a pesar de los tele­ti­pos. Si eso fue por lo que me casé con él, no lo sé”, ha expli­cado esta inves­ti­ga­dora con humor.

Mary Lee plane­aba viajar a Italia para probar el Ferranti Mark 1*, el segundo modelo de aquel primer orde­na­dor comer­cial, utili­zado prin­ci­pal­mente por la indus­tria aeronáu­tica. Su primer emba­razo le impi­dió reali­zar aquel viaje. En 1955, nacía Tim Berners-Lee. “Creían que era mejor para una madre estar en casa con el bebé, y yo fui feliz de hacerlo. Tuvi­mos cuatro hijos y lo disfruté muchí­simo. Pero eso rompe cosas”, afir­maba hace unos años. Aban­donó su trabajo en Ferranti pero no dejó la profe­sión: comenzó a desar­ro­llar progra­mas para pequeñas empre­sas por su cuenta.

 

El Manchester Mark 1, uno de los primeros ordenadores con programa almacenado

El Manches­ter Mark 1, uno de los prime­ros orde­na­do­res con programa alma­ce­nado

 

Con el tiempo regresó al ámbito educa­tivo, aunque esta vez como profe­sora. Impar­tió matemá­ti­cas en un cole­gio feme­nino de educa­ción secun­da­ria. “ Tim tenía la misma edad que mis estu­di­an­tes y sabía, y me pudo ayudar con las matemá­ti­cas moder­nas que habían llegado por enton­ces y que yo no había apren­dido”.

Su hija Helen también le inspi­raba a la hora de prepa­rar las clases. Deba­tía con ella incluso cómo confec­ci­o­nar una falda guián­dose por las matemá­ti­cas. Se lo contó a sus alum­nas, pensando que les atra­e­ría aque­lla histo­ria. Sin embargo, la mira­ron con “ojos desor­bi­ta­dos”: “¡Creo que ellas pensa­ron que está­ba­mos locas!”.  

Las afici­o­nes de aque­lla fami­lia sorpren­dían a todos los que les rode­a­ban. Por ejem­plo, cuando Conway y Mary Lee deci­di­e­ron no comprar un tele­vi­sor para su hogar. Así, en lugar de entre­te­nerse con la caja tonta, sus hijos se diver­tían creando con sus propias manos. El pequeño Tim fabri­caba sus propios jugue­tes, como un sistema ferro­vi­a­rio que instaló en su habi­ta­ción. Gracias a su pasión por la elec­tró­nica, consi­guió incluso que el convoy emiti­era un silbido o cambi­ara de direc­ción.

Tres de los cuatro hijos de la fami­lia Berners-Lee acaba­ron dedicán­dose a la informá­tica. La propia Mary Lee volvió a traba­jar en el mundi­llo. Apren­dió a progra­mar en el  lenguaje FORTRAN y se dedicó a escri­bir manu­a­les. Cerró su etapa profe­si­o­nal a los 62 años y pocos meses, el punto medio entre la edad de jubi­la­ción de las muje­res y la de los hombres. Lo hizo porque pensó “que la mitad era una edad justa”.

 

La madre de Tim Berners-Lee cree que su mayor hazaña es ser la abuela de la web

La madre de Tim Berners-Lee cree que su mayor hazaña es ser la abuela de la web

 

Al fin y al cabo, las matemá­ti­cas y una cierta rebel­día habían marcado gran parte de una carrera que dio por concluida en 1987, poco antes de que su primo­gé­nito inven­tara las tres uves dobles. “Bueno, hones­ta­mente, la contri­bu­ción más grande que he hecho a la informá­tica es ser la abuela de la Web, ¿ver­dad?”, seña­laba Mary Lee, entre risas, a comi­en­zos del siglo XXI.

“Creo que ella superó los lími­tes de ser una mujer en esa gene­ra­ción, en matemá­ti­cas y en muchos otros cami­nos”,  ha dicho sobre ella su hijo Tim. Hace solo dos años, Mary Lee aún seguía recor­dando vívi­da­mente aque­llos atar­de­ce­res en los que toda su fami­lia se reunía para resol­ver proble­mas matemá­ti­cos. Una afición “enor­me­mente diver­tida” que no sabe­mos si han seguido prac­ti­cando con el paso de los años.

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