Hackear la Pandemia v 1.1: Estrategias Narrativas en Tiempos del COVID-19

Imatge

Un virus ha puesto en jaque el sistema econó­mico-social-espi­ri­tual hege­mó­nico. La pande­mia del COVID-19 logró frenar en seco la coti­di­a­ni­dad de una parte del mundo, pero también puso de mani­fi­esto el alcance de las desi­gual­da­des soci­a­les y la enorme tenden­cia a la concen­tra­ción de la riqueza.

Las gran­des empre­sas eligen las ganan­cias por encima de la salud, los gobi­er­nos conti­núan sus polí­ti­cas de despojo insti­tu­ci­o­nal, mien­tras los medios de comu­ni­ca­ción impul­san el miedo y una narra­tiva apoca­líp­tica. Los siste­mas de opre­sión quie­ren hacer­nos pagar la conti­nui­dad de su exis­ten­cia con nues­tras vidas.

El presente docu­mento es parte de un ejer­ci­cio de sínte­sis y siste­ma­ti­za­ción de las narra­ti­vas domi­nan­tes que han pasado por nues­tro radar y hemos visto repro­du­cirse en tiem­pos de pande­mia; también están los anti­cu­er­pos, las refle­xi­o­nes, discu­si­o­nes y sueños con las que nos hemos cruzado en las últi­mas sema­nas. Espe­ra­mos que sirva para iniciar una refle­xión colec­tiva: ¿qué es lo que este momento requi­ere de noso­tres? Como narra­do­res, cuenta cuen­tos, artis­tas, comu­ni­ca­do­res, radi­a­lis­tas, peri­o­dis­tas, hackers cultu­ra­les, tene­mos una respon­sa­bi­li­dad suma­mente impor­tante en la crisis exten­dida que se avecina: hacer de lo radi­cal un sentido común, crear rela­tos que agri­e­ten los muros, que abran la imagi­nac­ción para crear otros futu­ros posi­bles.

La Narra­tiva Hege­mó­nica:

1. Invi­si­bi­liza las razo­nes estruc­tu­ra­les de la crisis. Promu­eve la idea de que este virus ‘no discri­mi­na’, ‘es una amenaza para todas las perso­nas’ del planeta y ‘es la causa’ del sufri­mi­ento que esta­mos por vivir. Invi­si­bi­liza que los impac­tos econó­mi­cos y demográ­fi­cos depen­den de vulne­ra­bi­li­da­des pree­xis­ten­tes del sistema: el ‘desar­ro­llo del primer mundo’ a partir de la explo­ta­ción colo­nial, cuarenta años de polí­ti­cas neoli­be­ra­les, cincu­enta años en donde la expan­sión del capi­tal ha extin­guido el 60% de la biodi­ver­si­dad en el planeta, el desman­te­la­mi­ento de los siste­mas de salud y segu­ri­dad social, la sobre­carga de los cuida­dos de los enfer­mos en las muje­res, las enfer­me­da­des cróni­cas debido a un modelo indus­trial de alimen­ta­ción, el enve­ne­na­mi­ento del agua y el aire, la priva­ti­za­ción del agua que tiene al 40% de la pobla­ción mundial sin posi­bi­li­dad siqui­era de beber o lavarse las manos. En enero de este año, 2153 ricos concen­tran la misma riqueza que 4.600 millo­nes de pobres (60% de la pobla­ción mundial). El virus no discri­mina, pero la desi­gual­dad estruc­tu­ral sí. Exis­ten artí­cu­los y estu­dios cien­tí­fi­cos que mues­tran que los virus que se dise­mi­nan en estos tiem­pos están direc­ta­mente asoci­a­dos a la destruc­ción de los ecosis­te­mas, a la defo­res­ta­ción y al tráfico de anima­les silves­tres para la insta­la­ción de mono­cul­ti­vos.

Sin embargo, la narra­tiva de la pande­mia la mues­tra como enfer­me­dad no como síntoma. Ni en los discur­sos de los polí­ti­cos, ni en los medios de comu­ni­ca­ción masi­vos se nombra la nece­si­dad de un cambio radi­cal en las rela­ci­o­nes entre las perso­nas y con el planeta.



2. Infunde miedo y pánico. La narra­tiva del miedo a lo desco­no­cido. En un mundo donde el pánico se exti­ende y ‘vira­li­za’ en tiempo real, una ‘enfer­me­dad mortal sin cura’ se convir­tió rápi­da­mente en el la mono­his­to­ria, narrada en múlti­ples forma­tos. Los medios de paga buscan los enca­be­za­dos alar­mis­tas que pueden gene­rar más clicks, los gobi­er­nos occi­den­ta­les impul­san narra­ti­vas racis­tas y de miedo al otro, la infra­es­truc­tura de las fake news genera descon­ci­erto y desin­for­ma­ción, los mono­po­lios del inter­net mues­tran con cinismo su vigi­lan­cia masiva, los filó­so­fos mains­tream invo­can caídas de siste­mas y pintan futu­ris­mos distó­pi­cos. El miedo y la sobre­sa­tu­ra­ción de infor­ma­ción ha gene­rado un momento de ansi­e­dad colec­tiva, compras masi­vas de armas, acapa­ra­mi­ento de produc­tos de nece­si­dad básica, violen­cia y discri­mi­na­ción racista, clasista, patri­ar­cal.

3. Impone un estado de excep­ción. En este contexto, los Esta­dos Nación han apro­ve­chado para impo­ner medi­das restric­ti­vas y puni­ti­vas, desde toques de queda, deten­ci­o­nes, mili­ta­ri­za­ción de las calles, vigi­lan­cia extrema online y offline. En la lógica de ‘lo hace­mos por tu bien’, se abre la posi­bi­li­dad de un estado de excep­ción como vida coti­di­ana, se promu­eve una narra­tiva de ‘te esta­mos prote­gi­endo de ti mismo’. Los gobi­er­nos nos exigen aban­do­nar las calles y piden obedi­en­cia a cambio de salva­ción.

4. Repro­duce un discurso de guerra. ‘El enemigo común es el virus’ han dicho presi­den­tes, mili­ta­res, médi­cos, analis­tas polí­ti­cos, orga­nis­mos inter­na­ci­o­na­les y se han decla­rado en una guerra abierta contra el COVID-19. Desde esta narra­tiva se refu­erza la idea del ‘hom­bre en guerra/domi­na­ción de la natu­ra­le­za’ y el antro­po­cen­trismo que nos separa de la red de la vida. El discurso bélico oculta las raíces del problema, ataca al virus, pero no las causas profun­das de la enfer­me­dad que tienen que ver con el modelo de soci­e­dad instau­rado por el capi­ta­lismo neoli­be­ral y la expan­sión de las fron­te­ras de explo­ta­ción en todos los rinco­nes del planeta. Este ‘ene­migo invi­si­ble’ es una metá­fora que sirve para forta­le­cer los discur­sos naci­o­na­lis­tas-tota­li­ta­rios, cierre de fron­te­ras para las perso­nas, promu­eve la econo­mía de guerra en donde se gene­ran fondos billo­na­rios para ‘hacer frente a las conse­cu­en­ci­as’ de la pande­mia.

5. Justi­fica la mili­ta­ri­za­ción. En algu­nos terri­to­rios en donde la mili­ta­ri­za­ción viene suce­di­endo desde hace años, la narra­tiva de la pande­mia ha justi­fi­cado el despli­e­gue de tropas en comu­ni­da­des con conflic­tos histó­ri­cos de tier­ras, mega­proyec­tos, extrac­ti­vismo, priva­ti­za­ción. En otros países forta­lece el poder polí­tico-econó­mico de las estruc­tu­ras mili­ta­res que admi­nis­tran o ‘res­guar­dan’ las insti­tu­ci­o­nes. Pero no hay que perder de vista que no es exclu­sivo del sur global, en Europa se han desple­gado dece­nas de miles de solda­dos —entre ellos esta­dou­ni­den­ses—. Conforme van pasando las sema­nas y los Esta­dos Nación occi­den­ta­les demu­es­tran su inope­ran­cia, comi­en­zan a crecer las incon­for­mi­da­des, los llama­dos a deso­be­di­en­cia, el enojo que posi­ble­mente desem­bo­que en movi­li­za­ción social masiva alre­de­dor del mundo. Y la histo­ria demu­es­tra que los ejér­ci­tos no son para prote­ger al pueblo.

6. Impera un discurso econo­mi­cista. En un sistema donde el impe­ra­tivo es el creci­mi­ento econó­mico por encima de la vida, una de las narra­ti­vas más presen­tes son los ‘efec­tos’ de la pande­mia sobre las econo­mías naci­o­na­les y globa­les. Por un lado, empre­sas y gobi­er­nos que han deci­dido prio­ri­zar la salud de la econo­mía por encima de la salud de las perso­nas, también el anun­cio de la rece­sión global y una serie de medi­das de rescate econó­mico drás­ti­cas que impli­can exen­ci­o­nes fisca­les, el rescate de bancos, trans­na­ci­o­na­les y empre­sas priva­das ‘por el bien de todos’. La metá­fora de la econo­mía conva­le­ci­ente invi­si­bi­liza que el sistema econó­mico es la enfer­me­dad: el creci­mi­ento infi­nito en un planeta finito.

7. Promu­eve un distan­ci­a­mi­ento indi­vi­du­a­lista. Ha reca­ído la respon­sa­bi­li­dad de la expan­sión de la pande­mia en el indi­vi­duo, la narra­tiva de ‘qué­date en casa’ y la ‘sana distan­cia’ corre el riesgo de trans­for­mar a toda persona en un posi­ble conta­gi­oso y todo contacto humano en un posi­ble riesgo. Esto exacerba el indi­vi­du­a­lismo y forta­lece la Otre­dad . Los efec­tos de esta narra­tiva en lo inme­di­ato es ensan­char las dife­ren­cias soci­a­les: aque­llos que no tienen el privi­le­gio de aislarse serán culpa­dos cuando enfer­men, aque­llos que se enfer­ma­ron serán estig­ma­ti­za­dos. Cada vez más esos Otros serán quie­nes ya están en circuns­tan­cias de desi­gual­dad, elegir entre las vidas de los abue­los y las nues­tras, elegir entre nues­tra vida y la del vecino. La pande­mia cierra la vida coti­di­ana, inten­si­fi­cando la preca­ri­e­dad de las perso­nas sin hogar, de los sin segu­ri­dad social, de los pobres.

8. Promete regre­sar a la norma­li­dad. Nos rece­tan como medi­cina la causa de la enfer­me­dad. Forta­lece la idea de que el ‘statu quo’ es estar sanos y culpan al virus de la crisis social y econó­mica. La promesa de ‘vol­ver a estar bien’ impulsa la lógica de una respon­sa­bi­li­dad colec­tiva para mante­ner vigen­tes los siste­mas hege­mó­ni­cos soci­a­les, polí­ti­cos y econó­mi­cos. La medida del bienes­tar es la de un sistema econó­mico fuerte, que las empre­sas manten­gan los traba­jos preca­ri­za­dos, que los gobi­er­nos recu­pe­ren su esta­bi­li­dad, que volva­mos a pagar rentas, elec­tri­ci­dad, deudas banca­rias, que (quie­nes tene­mos) no perda­mos nues­tros privi­le­gios.

9. Resu­elve la crisis a partir del consumo. Con la narra­tiva de ‘los merca­dos tienen miedo’, ‘la econo­mía está enfer­ma’, se asume una respon­sa­bi­li­dad colec­tiva de ‘curar’, ’res­ca­tar’, ‘for­ta­le­cer’ al sistema econó­mico para que vuelva a su creci­mi­ento ‘natu­ral’. Están las empre­sas y gobi­er­nos de raci­o­na­li­dad egoísta que han optado por la vía del cinismo justi­fi­cando ‘ser­vi­cios de uso prima­rio’ la explo­ta­ción labo­ral, conti­núan operando sin medi­das sani­ta­rias míni­mas, cosa que ha llevado a indig­na­ción popu­lar y en algu­nos casos a huel­gas. Pero también está el ‘acti­vismo empre­sa­ri­al’, que usa la catás­trofe para publi­ci­tarse y quedar bien parado por ser soci­al­mente respon­sa­ble. Los bancos que apla­zan las deudas, las empre­sas que donan equipo médico y ponen sus logos en los hospi­ta­les, las star­tups millo­na­rias que saben que depen­den del consu­mismo compen­sa­to­rio para seguir exis­ti­endo. Pero aquí hay un punto neurál­gico narra­tivo, las econo­mías capi­ta­lis­tas están impul­sa­das en un 70 u 80% por el consu­mismo, la pande­mia está obli­gando a voltear hacia las nece­si­da­des más bási­cas.

10. Colo­niza nues­tra imagi­na­ción. El Apoca­lip­sis es un disci­pli­na­mi­ento de la imagi­na­ción. Pensa­do­res, filó­so­fos, reli­gi­o­sos, opina­do­res en los gran­des medios nos venden la idea de que el modelo hege­mó­nico es incu­es­ti­o­na­ble. Cier­ran el margen de los deseos y posi­bi­li­da­des. Invi­si­bi­li­zan otras formas críti­cas y radi­ca­les de pensar-hacer. Esta pelí­cula la hemos visto antes, hemos leído textos reli­gi­o­sos que la anun­cian; es más fácil imagi­nar el fin del mundo que el fin del colo­ni­a­lismo-capi­ta­lismo. Nues­tra imagi­na­ción está colo­ni­zada por una narra­tiva que predice el fin lineal de la histo­ria; es más fácil culpar a un virus por la catás­trofe que hacer­nos respon­sa­bles por el modelo de mundo que tene­mos, susten­tado en la explo­ta­ción de tier­ras y vidas roba­das. La narra­tiva hege­mó­nica hace uso de símbo­los e histo­rias precon­ce­bi­das, metá­fo­ras muer­tas, verda­des abso­lu­tas asen­ta­das en nues­tras mentes a base de repe­ti­ción. Pero la pará­li­sis de este mundo nos permite escu­char con aten­ción: hay pueblos que esta­ban aquí mucho antes, que nos dicen que el mundo ya se ha acabado en tiem­pos pasa­dos y estos fines han sido lecci­o­nes que no debe­mos olvi­dar.

Hackeo Cultu­ral*:

1. La desi­gual­dad es la pande­mia – hackear los siste­mas de opre­sión. Los siste­mas de opre­sión: patri­ar­cado, colo­ni­a­lismo, capi­ta­lismo, racismo, son causas de los efec­tos de la pande­mia. En la narra­tiva hege­mó­nica se produce un mono­cul­tivo de histo­rias sobre el ‘blanco del norte global’ o del ‘cla­se­me­di­ero urba­no’. Hace­mos un llamado a crear narra­ti­vas que no invi­si­bi­li­cen, victi­mi­cen y preca­ri­cen más a la diver­si­dad de perso­nas y terri­to­rios, se puede narrar desde la digni­dad. Convo­ca­mos a mostrar las cons­te­la­ci­o­nes de histo­rias en medio de la pande­mia, es impor­tante hacer visi­bles los siste­mas de opre­sión, pero sobre todo las alter­na­ti­vas que flore­cen en medio de la emer­gen­cia.

Los movi­mi­en­tos de muje­res orga­ni­za­das tejen redes de soli­da­ri­dad y cuidado mutuo, narra­ti­vas rebel­des que rompen las estruc­tu­ras de desi­gual­dad en un momento donde el confi­na­mi­ento exacerba las violen­cias machis­tas. Comu­ni­da­des indí­ge­nas compar­ten medi­ci­nas, prác­ti­cas agrí­co­las y cuida­dos de la tierra, narra­ti­vas de resi­li­en­cia y capa­ci­dad sana­dora para un planeta herido.

2. La comu­ni­dad es terri­to­rio de lucha – hackear el hogar. Otra estra­te­gia narra­tiva es refle­xi­o­nar y acci­o­nar desde espa­cios que resu­e­nen con la loca­li­dad, la vida coti­di­ana y reafir­men que los sabe­res loca­les son legí­ti­mos. Sabe­mos que tanto la pande­mia, cómo la rece­sión, tendrán efec­tos en el día a día: enfer­me­dad, esca­sez de agua, hambre, aumento de canasta básica, endeu­da­mi­ento, aumento en costos de trans­porte, cortes de servi­cios, desem­pleo; en esta crisis el hogar se ha conver­tido en el primer terri­to­rio a defen­der (es allí también donde muchas violen­cias del patri­ar­cado y el capi­tal se hacen eviden­tes).

Han surgido movi­mi­en­tos que se acuer­pan alre­de­dor de la crisis de hogar: cance­la­ción de pago de renta y servi­cios bási­cos, apla­za­mi­ento/cance­la­ción de deudas, ingre­sos bási­cos —o redis­tri­bu­ci­o­nes de los recur­sos colec­ti­vos—, perma­cul­tura urbana, grupos de soli­da­ri­dad para suplir las caren­cias del Estado, inici­a­ti­vas de apoyo mutuo en barrios y comu­ni­da­des.

Una estra­te­gia de largo plazo es seguir impul­sando la acción local y ayudar a tejer desde ahí la inter­de­pen­den­cia global. 2019 nos mostró que los alza­mi­en­tos en diver­sas regi­o­nes del planeta suce­den cuando el desborde donde la vida coti­di­ana choca con el sistema del capi­tal. Por ello la rebe­lión desde lo coti­di­ano es radi­cal, trans­forma de raíz la estruc­tura social y econó­mica, impulsa la auto­no­mía y la redis­tri­bu­ción de la riqueza.

3. No quere­mos volver a la norma­li­dad – hackear al status quo. ‘Por­que la norma­li­dad es el proble­ma’ se leía durante las revu­el­tas chile­nas. Este es un ejer­ci­cio de imagi­na­ción y pensa­mi­ento crítico impor­tante. Implica cues­ti­o­nar cuáles son las estruc­tu­ras de opre­sión que repro­du­ci­mos coti­di­a­na­mente: con las histo­rias que conta­mos, con nues­tro modelo de vida, con nues­tros privi­le­gios, con nues­tros prejui­cios, con nues­tros discur­sos, con nues­tras acci­o­nes, con nues­tros silen­cios. Es un llamado a conver­tir la auto-crítica en narra­ti­vas rebel­des.

También implica imagi­nar por fuera de las estruc­tu­ras que actu­al­mente gobi­er­nan nues­tras vidas. ¿Por qué segui­mos diri­gi­endo nues­tros esfu­er­zos en exigirle liber­tad a estruc­tu­ras de opre­sión? Exis­ten sufi­ci­en­tes prue­bas para demos­trar que el modelo de Estado Nación está susten­tado en aniqui­lar la diver­si­dad natu­ral y cultu­ral; que muchas ‘demo­cra­ci­as’ moder­nas son una herra­mi­enta de legi­ti­ma­ción del capi­tal; que la idea de ‘pro­gre­so’ de las naci­o­nes ‘desar­ro­lla­das’ está basado en la explo­ta­ción colo­nial; que la ‘izqui­erda progre­sis­ta’ en el poder también es extrac­ti­vista; que el sistema econó­mico hege­mó­nico bene­fi­cia al 1% y crea la desi­gual­dad estruc­tu­ral que esta­mos vivi­endo.

La prio­ri­dad sigue siendo exigir una vida digna, defen­der los terri­to­rios con todas las estra­te­gias posi­bles y descen­tra­li­zar el poder, pero hace­mos una invi­ta­ción a tener claras cuales son las limi­ta­ci­o­nes de los siste­mas hege­mó­ni­cos y no pedirle peras delolmo. La idea de ‘refor­mar’ el sistema estuvo vigente por muchos años, pero las reali­dad que vivi­mos demu­es­tra que los cambios estruc­tu­ra­les son urgen­tes. Hay que tener cuidado, no todo cambio es bueno para nues­tras comu­ni­da­des y ningún cambio es perma­nente. En tiem­pos de ‘ines­ta­bi­li­dad’ y ‘trans­for­ma­ci­ón’, ¿cómo dispu­ta­mos la lógica que le da sentido a la norma­li­dad? ¿cómo apun­ta­mos a los cambios estruc­tu­ra­les que requi­e­ren tiempo, esfu­erzo y acción colec­tiva?

4. Radi­cal porque echa raíz – hackear desde las alter­na­ti­vas. Esta­mos tan acos­tum­bra­des a respon­der a coyun­tu­ras polí­ti­cas y a los tiem­pos de “arriba”, a defen­der­nos de la violen­cia y a denun­ciar la opre­sión coti­di­ana, que nos cuesta trabajo nombrar los retoños que crecen en las grie­tas de ese muro. La crítica estruc­tu­ral y las alter­na­ti­vas radi­ca­les van de la mano.

En tiem­pos de pande­mia, una estra­te­gia efec­tiva es abonar a aque­llas solu­ci­o­nes viables que pueden resol­ver nece­si­da­des bási­cas a la vez que desman­te­lan estruc­tu­ras opre­si­vas. Al contras­tar las alter­na­ti­vas con la crisis, suge­ri­mos tratar de cues­ti­o­nar: ¿es bueno para mí? ¿es bueno para mi comu­ni­dad? ¿es bueno para el planeta? Parte de esta refle­xión, nos lleva a reivin­di­car diver­sas labo­res que son esen­ci­a­les para la vida:

A) Alter­na­ti­vas de salud

B) Alter­na­ti­vas de vivi­enda

C) Alter­na­ti­vas de gestión y distri­bu­ción del agua

D) Alter­na­ti­vas de produc­ción y distri­bu­ción de alimen­tos

E) Alter­na­ti­vas de sobe­ra­nía ener­gé­tica y ener­gías reno­va­bles de gestión comu­ni­ta­ria

F) Siste­mas econó­mi­cos basa­dos en soli­da­ri­dad

G) Siste­mas de auto-gobi­erno y auto­no­mías loca­les

H) Luchas en defensa de la vida y los terri­to­rios

5. La soli­da­ri­dad es la salud del pueblo – hackear desde la reci­pro­ci­dad. La narra­tiva hege­mó­nica oculta la soli­da­ri­dad entre los de abajo y promu­eve una cari­dad verti­cal y desi­gual. Hay que pres­tar espe­cial aten­ción en no forta­le­cer el solu­ci­o­nismo de las ONGs, la capi­ta­li­za­ción tecno­ló­gica a través de apps y plata­for­mas que están estre­cha­mente vincu­la­das al mercado y a la mine­ría de datos, los apoyos de la inver­sión privada que espe­ran paque­tes de rescate a cambio, el endeu­da­mi­ento que forta­lece al sistema banca­rio, y el pater­na­lismo del Estado. Es impor­tante no centra­li­zar, regu­lar o capi­ta­li­zar la soli­da­ri­dad; sino promo­ver la parti­ci­pa­ción del indi­vi­duo por el bien común.

Es igual­mente impor­tante la salud de la comu­ni­dad, la mía y la de mi fami­lia; la poten­cia de lo colec­tivo y lo común son el antí­doto a la hiper-indi­vi­du­a­li­za­ción que sosti­ene a este sistema de opre­si­o­nes. Es impor­tante tejer narra­ti­vas que impul­sen otras formas de medir el bienes­tar, en donde mi salud depende de la salud de los demás, en donde se eviden­cia la inter-depen­den­cia entre las perso­nas y los terri­to­rios. La soli­da­ri­dad es parte de nues­tra huma­ni­dad y no es un discurso insti­tu­ci­o­nal. La histo­ria nos recu­erda que en momen­tos de crisis, la soli­da­ri­dad que se trans­forma en respon­sa­bi­li­dad genera cambios estruc­tu­ra­les.

6. La vida es más impor­tante que el dinero – hackear la lógica del capi­tal. Tanto las medi­das de preven­ción de cuaren­tena como la rece­sión econó­mica que está por venir, nos permi­ten mirar y enfo­car­nos en lo esen­cial que nece­sita la vida para repro­du­cirse: agua, alimen­ta­ción, vida digna. Un meme lee: “es inter­e­sante cómo colapsa el sistema econó­mico cuando las perso­nas consu­men sólo lo nece­sa­rio.”

Los millo­na­rios se quejan de la pérdida del 15 a 20% de su capi­tal este año, pero tienen recur­sos para vivir 15 o 20 vidas. La pobla­ción que vive al día no nece­sita una pande­mia para saberlo, pero aque­lles con más privi­le­gios nece­si­tan enten­der por qué es esen­cial defen­der el agua, defen­der la agri­cul­tura, defen­der los terri­to­rios. Es buen momento para cues­ti­o­nar­nos como soci­e­da­des: ¿cua­les son las acti­vi­da­des huma­nas de las que real­mente depen­de­mos? ¿cua­les son prio­ri­ta­rias? ¿qui­e­nes son las perso­nas que las ejer­cen? Es momento de respal­dar las deman­das de aque­llas perso­nas que traba­jan en condi­ci­o­nes de escla­vi­tud pero son quie­nes manti­e­nen nues­tra vida coti­di­ana. Es tiempo de promo­ver la respon­sa­bi­li­dad colec­tiva de defen­der lo común.

7. Exis­tir sin destruir – hackear la lógica del consumo. Una vez que reve­la­mos cuáles son las nece­si­da­des funda­men­ta­les para la vida, es momento de cues­ti­o­nar de nues­tras ‘for­mas de ser y exis­tir’. Se ha hablado de ‘apla­nar la curva’ como una metá­fora para dete­ner la expan­sión del COVID-19, pero el capi­ta­lismo y sus conse­cu­en­cias tienen un compor­ta­mi­ento simi­lar: creci­mi­ento expo­nen­cial sin control. Las econo­mías capi­ta­lis­tas depen­den de un 70 u 80% del consumo masivo, eso quiere decir que este modelo de explo­ta­ción está susten­tado en el estilo de vida de las perso­nas con más privi­le­gios.

La vida urbana moderna impone un modelo aspi­ra­ci­o­nal, hiper­vi­si­bi­liza al indi­vi­duo pero invi­si­bi­liza la diver­si­dad, y en conjunto con la atomi­za­ción social, aisla­mi­ento espi­ri­tual, la acumu­la­ción de riqueza y el poder en los secto­res más privi­le­gi­a­dos, son combus­ti­ble de esta máquina de muerte. Pero, por primera vez en la histo­ria reci­ente, la máquina se detuvo por un instante. Como parte de la narra­tiva de guerra, se convo­cará masi­va­mente a ‘con­su­mir’ para ‘reac­ti­var la econo­mía. Es tiempo de hackear esa lógica y eso empi­eza por asumir la respon­sa­bi­li­dad de cambiar los hábi­tos de consumo que nos consu­men, visi­bi­li­zar las alter­na­ti­vas de vida digna y las posi­bi­li­da­des de econo­mías basa­das en el cuidado entre las perso­nas y el cuidado del planeta. En el espa­cio urbano, es impor­tante prac­ti­car la coope­ra­ción, la ayuda mutua, la simple hospi­ta­li­dad entre veci­nos.

8. La emer­gen­cia no ha termi­nado – hackear la crisis climá­tica. La pande­mia es la histo­ria del momento, la rece­sión econó­mica que le sigue será igual de devas­ta­dora y quizá menos mediá­tica; pero la crisis sisté­mica ya estaba aquí y sus sínto­mas más destruc­ti­vos se sien­ten en todo el planeta. Está pronos­ti­cado que si las emisi­o­nes de gases de efecto inver­na­dero no se redu­cen drás­ti­ca­mente en 10 años vamos a reba­sar un límite de 1.5 grados de calen­ta­mi­ento global, para 2050 el daño sería irre­ver­si­ble y para 2100 el planeta podría ser inha­bi­ta­ble por la espe­cie humana. Las niñas y los niños que están naci­endo hoy ya están vivi­endo las conse­cu­en­cias de esta crisis climá­tica.

Este dese­qui­li­brio en el planeta genera gran­des sequías, así como fenó­me­nos ambi­en­ta­les catas­tró­fi­cos; los polos se derri­ten, el mar se acidi­fica; hay gran­des incen­dios en los pulmo­nes del planeta; guer­ras por el agua, hambruna, migra­ci­o­nes masi­vas de perso­nas despla­za­das por los efec­tos de la crisis. Está demos­trado por los mismos orga­nis­mos inter­na­ci­o­na­les que el ‘cre­ci­mi­ento verde’ y los trata­dos inter­na­ci­o­na­les para miti­gar el cambio climá­tico, no son ni de cerca sufi­ci­en­tes. El creci­mi­ento econó­mico sin fin y la vida en el planeta no son compa­ti­bles.

Hay que ser cuida­do­sos en no repro­du­cir narra­ti­vas ecofas­cis­tas como ‘la huma­ni­dad es el virus’ o ‘esto dismi­nuye la sobre­po­bla­ci­ón’. Para apla­nar esta curva se requi­ere una trans­for­ma­ción de la vida coti­di­ana y un freno al sistema econó­mico pare­cido al que se ha gene­rado con la pande­mia del COVID-19 en el norte global. Los prin­ci­pa­les respon­sa­bles de las emisi­o­nes de carbono per capita son Europa y Esta­dos Unidos. Ahora, por primera vez están expe­ri­men­tando en su cuerpo y su coti­di­a­ni­dad lo que implica frenar momentá­ne­a­mente el privi­le­gio que nos está matando a todes.

9. Cora­zón del cielo y cora­zón de la tierra – hackear el antro­po­cen­trismo. La lógica del ser humano como domi­na­dor de la natu­ra­leza tiene su funda­mento en la cultura occi­den­tal que pone al hombre blanco hete­ro­se­xual como centro del universo. Por sus oríge­nes jerár­qui­cos y patri­ar­ca­les, la tradi­ción occi­den­tal carece de empa­tía hacia los seres no huma­nos, así como hacia otros huma­nos.El mundo fue creado alre­de­dor de él, la mujer de su costi­lla y por lo tanto todo existe para su bene­fi­cio. Qué pasa cuando a esta metá­fora le apli­ca­mos las pregun­tas ¿es bueno para la persona? ¿es bueno para la comu­ni­dad? ¿es bueno para el planeta?

El hecho de que el antro­po­cen­trismo sea una narra­tiva domi­nante, no quiere decir quesea la única: exis­ten otras formas de ser y exis­tir, otros mundos, otras epis­te­mo­lo­gías. Sin roman­ti­zar ni homo­ge­nei­zar las metá­fo­ras de otras cultu­ras, vemos que diver­sos pueblos que occi­dente nombró como ‘indi­os’, han exis­tido y coexis­tido con sus terri­to­rios por miles de años. No es casu­a­li­dad que el 80% de la biodi­ver­si­dad del planeta se encu­en­tre resguar­dado en terri­to­rios ‘indí­ge­nas’.

La cosmo­lo­gía del pueblo k’iche’, uno de los pueblos mayas que habi­tan en meso­a­mé­rica, enti­ende al universo como un cuerpo vivo: en lo ejes cardi­na­les están el sol, el agua, la tierra, el aire y en el centro —no está el hombre—, están el cora­zón de cielo y el cora­zón de la tierra. En el terri­to­rio llamado Guate­mala, el pueblo de Toto­ni­capán cumple 200 años de haber recu­pe­rado sus bosques de la corona española, el cuidado comu­ni­ta­rio de su terri­to­rio permite el naci­mi­ento del agua que irriga gran parte del país. Como este, exis­ten miles de pueblos con metá­fo­ras en donde las perso­nas son parte de un sistema vivo e inter-depen­di­ente. Son los pueblos que durante la pande­mia siguen defen­di­endo la vida. ¿Qué nos dice eso sobre su forma de enten­der el mundo, sobre su forma de orga­ni­zar y repro­du­cir la vida? ¿Qué pode­mos apren­der de aque­lles que pueden exis­tir sin destruir? ¿Qué respon­sa­bi­li­da­des pode­mos asumir con elles?

10. Futu­ros ances­tra­les – hackear el fin del mundo. Los pueblos ‘indí­ge­nas’ son quie­nes han vivido bajo asedio y bajo las violen­cias más terri­bles en los últi­mos 500 años, muchos fueron erra­di­ca­dos con epide­mias indu­ci­das por los colo­ni­za­do­res; su vida, lengua, formas de ser y exis­tir han inten­tado ser desa­pa­re­ci­das por la cultura domi­nante que hoy está colap­sando

Parte de los apren­di­za­jes que nos lega­ron las cultu­ras que nos prece­di­e­ron y que siguen aquí (quizá seguirán exis­ti­endo cuando todo esto ‘se acabe’), es que han apren­dido las lecci­o­nes de otros fina­les del mundos, ante­ri­o­res a este. Esos sabe­res infor­man la rela­ción presente entre las perso­nas, los terri­to­rios y el tiempo. Hay cosmo­vi­si­o­nes que no conci­ben un presente sin pasado ni futuro, en donde los que ya tran­si­ta­ron estas tier­ras, los que las habi­tan y las gene­ra­ci­o­nes que están por venir son en un mismo tiempo, un tiempo que no está frag­men­tado: un tiempo cíclico.

La pande­mia repro­duce una de las lógi­cas más terri­bles: nos dicen que llegará un momento en el que tenga­mos que elegir entre los viejos y los jóve­nes. ¿Qué sería de un mundo así? Hoy más que nunca es nece­sa­rio crear espa­cios de inter­cam­bio entre las abue­las, abue­los y aque­lles que vamos a here­dar sus sabe­res. Parte de las estra­te­gias más efec­ti­vas para dislo­car la narra­tiva del fin del mundo, es quitar el velo de miedo que nos impide ver otros hori­zon­tes. ¿Cuánto tiempo más vamos a mante­ner a este sistema anti-vida? ¿Des­pués del mundo como lo cono­ce­mos, qué sigue? ¿Cómo hace­mos puen­tes entre los sabe­res ances­tra­les y las espe­ran­zas del futuro por venir?

Pie de página:

Las histo­rias le dan forma al mundo. Cree­mos que el trabajo de tejer rela­tos puede ayudar a crear los nuevos senti­dos comu­nes que emer­gen en estos momen­tos de crisis, donde se disputa la lógica de la vida coti­di­ana pero también los signi­fi­ca­dos de nues­tra exis­ten­cia misma.

La inten­ción de estas refle­xi­o­nes, es compar­tir­las con aque­lles que lo encu­en­tren útil en su trabajo como narra­do­res, no inten­tan ser verda­des ni adoc­tri­nar a nadie, tomen lo que les sirva y cues­ti­o­nen lo que no resu­ene. Hay datos y refe­ren­cias textu­a­les que hemos deci­dido no citar, puedes usar busca­do­res en línea —de prefe­ren­cia que no minen tus datos— para ubicar­los fácil­mente. Ninguna idea es nues­tra; pueden compar­tir­las libre­mente, copy­pas­te­ar­las, malin­ter­pre­tar­las, remez­cla­ras o propo­ner­nos cambios o adici­o­nes.

*Hac­keo Cultu­ral: Hacer de lo radi­cal un sentido común. Narra­ti­vas insur­rec­tas de código abierto. Defen­der la vida y el terri­to­rio; desar­ti­cu­lar los siste­mas de opre­sión un meme a la vez. Viva la cultura libre y los gifs de gatos.