“Este país camina hacia ser una colonia de Estados Unidos y China”

ENTRE­VISTA

Conver­sa­mos con Ekaitz Cancela y Aitor Jimé­nez, orga­ni­za­do­res del ciclo 'Sobe­ra­nía tecno­ló­gica: demo­cra­cia, datos y gober­nanza en la era digi­tal’

 

Los inves­ti­ga­do­res Ekaitz Cancela y Aitor Jimé­nez han redac­tado el informe La Econo­mía Polí­tica del Capi­ta­lismo Digi­tal en España, punto de partida para el ciclo de confe­ren­cias, orga­ni­zado por el Insti­tuto 25M Demo­cra­cia, titu­lado Sobe­ra­nía tecno­ló­gica: demo­cra­cia, datos y gober­nanza en la era digital. Este se desar­ro­llará durante los próxi­mos días, hasta el vier­nes 18 de dici­em­bre. En este ciclo parti­ci­parán, entre otros, Juan Carlos Mone­dero, el inte­lec­tual bielor­ruso Evgeny Moro­zov, la abogada Renata Ávila o el econo­mista y candi­dato a la presi­den­cia de Ecua­dor, Andrés Arauz. Char­la­mos con Cancela y Jimé­nez sobre la impor­tan­cia de la sobe­ra­nía tecno­ló­gica en el pano­rama polí­tico global y la posi­ción en la que se encu­en­tra la Unión Euro­pea y el Estado español en esta mate­ria.

-¿Por qué consi­de­ran que es impor­tante refle­xi­o­nar sobre la sobe­ra­nía tecno­ló­gica en este momento?

-En estos tiem­pos, no hay sobe­ra­nía polí­tica sin sobe­ra­nía tecno­ló­gica. Esto no lo deci­mos noso­tros, sino la Comi­sión Euro­pea, Fran­cia e incluso Alema­nia. A nivel geopo­lí­tico, tanto China como Esta­dos Unidos han desar­ro­llado sus propias econo­mías digi­ta­les mien­tras la Unión Euro­pea se quedaba a la zaga. Las respu­es­tas de Angela Merkel y Emma­nuel Macron han pasado por imple­men­tar nuevas viejas polí­ti­cas para mante­ner a salvo la liber­tad de los merca­dos, espe­rando que eso salve a sus indus­trias. De manera breve: esto es una ilusión con pocas o nulas posi­bi­li­da­des de tener éxito. El desar­ro­llo del capi­ta­lismo ha dejado fuera de los merca­dos del siglo XXI a las empre­sas euro­peas, quie­nes llegan tarde a desar­ro­llar lo que en los deba­tes bruse­len­ses se llaman campe­o­nes naci­o­na­les. No tienen ni la capa­ci­dad de inno­va­ción sufi­ci­ente ni el poder polí­tico para llevarlo a cabo.

En este sentido, no hay una sola polí­tica a nivel euro­peo que tenga en cuenta la posi­ción de subal­ter­ni­dad de España en la econo­mía digi­tal. Tampoco una mínima volun­tad por salvar a las pequeñas y medi­a­nas empre­sas naci­o­na­les. Este país camina hacia ser una colo­nia de Esta­dos Unidos y China, gesti­o­nada por Alema­nia de acuerdo a los crite­rios de libre mercado. No pode­mos dejar que esto suceda y hemos de pensar en alter­na­ti­vas distin­tas a las del capi­ta­lismo. Sus prome­sas no salvarán a los ciuda­da­nos españo­les de más dosis de pobreza y desi­gual­dad.

-Ayer mismo se cayó Google durante un tiempo. Nos sirvió para darnos cuenta de cómo, en buena parte, el funci­o­na­mi­ento del mundo depende de un oligo­po­lio. ¿Alguna enseñanza que deba­mos sacar de lo de ayer?

-Efec­ti­va­mente, Google sufrió ayer una caída de sus servi­cios Gmail, YouTube y Hangouts, para­li­zando el trabajo de muchos españo­les. Esto refleja hasta qué punto España es depen­di­ente de una empresa esta­dou­ni­dense para desar­ro­llar las acti­vi­da­des más bási­cas del día a día, lo cual se debe a un hecho bastante senci­llo: las estruc­tu­ras funda­men­ta­les de la vida econó­mica, social y polí­tica de un país depen­den de tecno­lo­gías en propi­e­dad de corpo­ra­ci­o­nes extran­je­ras sobre las que no tene­mos herra­mi­en­tas democrá­ti­cas de control. La mitad de los españo­les se comu­nica y accede a noti­cias por medio de redes soci­a­les que operan en algu­nas de las plata­for­mas de Face­book, la corpo­ra­ción que domina la esfera pública. Cerca de un 80% de los telé­fo­nos móvi­les que usamos a diario funci­o­nan con el sistema opera­tivo de Google o Apple. Por no hablar del domi­nio casi abso­luto que esta compañía ejerce sobre su busca­dor, la prin­ci­pal puerta a Inter­net de 9 de cada 10 usua­rios. Otro ejem­plo: dos tercios del Ibex-35 tienen sus servi­do­res aloja­dos en la nube de Google, Micro­soft o Amazon. Por no menci­o­nar las univer­si­da­des españo­las, cuyos correos se encu­en­tran desde hace años en estas compañías. La pande­mia no ha hecho más que acele­rar estas diná­mi­cas y expan­dir­las hacia otros ámbi­tos de la educa­ción o incluso de la sani­dad.

Enton­ces, no se trata mera­mente de que depen­da­mos de tecno­lo­gías extran­je­ras, sino de que aspec­tos signi­fi­ca­ti­vos que antes perte­ne­cían a la sobe­ra­nía de los Esta­dos, ahora están gober­na­dos por algo­rit­mos sobre los que solo jueces de los Esta­dos Unidos tienen algún poder. España ha aban­do­nado las infra­es­truc­tu­ras de la nueva econo­mía que ahora son nece­sa­rias para desar­ro­llar adecu­a­da­mente tareas que antes eran analó­gi­cas. Un país sobe­rano no puede depen­der de otro para llevar a cabo sus tareas más bási­cas, mucho menos aque­llas que son estra­té­gi­cas o que conci­er­nen a la salud o la educa­ción de la pobla­ción.

-¿Qué papel están jugando las gran­des corpo­ra­ci­o­nes tecno­ló­gi­cas en la crea­ción de una nueva ideo­lo­gía que repro­duce el modo de actuar capi­ta­lista?

-Puede que exista cierta confu­sión sobre Sili­con Valley debido a la hege­mo­nía cultu­ral que han alcan­zado en la última década. Hemos de enten­der que el capi­ta­lismo digi­tal no repre­senta una nueva ideo­lo­gía, como procla­man profe­tas como Elon Musk o Peter Thiel, y mucho menos un capi­ta­lismo más justo o una mayor movi­li­dad social. Debajo de toda la capa high­tech y los discur­sos sobre inno­va­ción se esconde el viejo lobo del neoli­be­ra­lismo, siem­pre ansi­oso por desmon­tar lo poco que queda del estado de bienes­tar. El discurso sobre la efici­en­cia y la auto­ma­ti­za­ción de las admi­nis­tra­ci­o­nes esconde la exter­na­li­za­ción y los recor­tes por otros medios. Lo que venden, y lo que con tanto ahínco pare­cen desear los minis­te­rios de Econo­mía es hacer más con menos.

Así ha suce­dido en admi­nis­tra­ci­o­nes de Esta­dos Unidos o incluso de Suecia, donde se pusi­e­ron en marcha proce­sos de auto­ma­ti­za­ción en la asig­na­ción de pres­ta­ci­o­nes soci­a­les. Con ello, argu­men­ta­ron las auto­ri­da­des, se elimi­na­rían inefi­ci­en­cias, podrían redu­cir “costes” (para el neoli­be­ra­lismo la soli­da­ri­dad y el cuidado es un coste), pudi­én­dose además pres­cin­dir de traba­ja­do­res en la admi­nis­tra­ción. Con ese señu­elo, se comen­za­ron a apli­car estos proce­sos auto­ma­ti­za­dos. De la noche a la mañana, dece­nas de miles de ciuda­da­nos se vieron priva­dos de pres­ta­ci­o­nes bási­cas, funda­men­ta­les para pagar sus rentas o alimen­tos. Enton­ces, las admi­nis­tra­ci­o­nes se escu­da­ron en la cien­tí­fica asep­sia de los algo­rit­mos. No obstante, las poste­ri­o­res audi­to­rías han reve­lado miles de «erro­res» que lleva­ron a situ­a­ci­o­nes críti­cas a las fami­lias más nece­si­ta­das. No hay tecno­lo­gía neutral cuando esta se enmarca en las lógi­cas capi­ta­lis­tas. Estos algo­rit­mos «efici­en­tes» que supu­es­ta­mente van a llegar para trans­for­mar nues­tras admi­nis­tra­ci­o­nes están escri­tos, lite­ral­mente, en un código neoli­be­ral que auto­ma­tiza la la exclu­sión.

En este sentido, debe­mos tener en cuenta otras cues­ti­o­nes más allá de las bonda­des de la tecno­lo­gía para enten­der los planes para digi­ta­li­zar la admi­nis­tra­ción pública que se despren­den de las distin­tas estra­te­gias que ha presen­tado reci­en­te­mente el Gobi­erno español, como la Estra­te­gia Naci­o­nal de Inte­li­gen­cia Arti­fi­cial, la Agenda Digi­tal o el Fondo Next Gene­ra­tion.

-Cada ser humano, a través de las apli­ca­ci­o­nes, se convi­erte en un apén­dice más del mercado. ¿Cuál ha de ser el papel del Estado?

-El Estado debe utili­zar todos los meca­nis­mos a su dispo­si­ción para esta­ble­cer polí­ti­cas públi­cas capa­ces de cambiar el terreno de juego digi­tal, no para adap­tarse a las lógi­cas exis­ten­tes.

En primer lugar, ello implica una medida urgente: expul­sar los merca­dos de la vida de los ciuda­da­nos y con ello a las plata­for­mas priva­das esta­dou­ni­den­ses que han colo­ni­zado cada ámbito de nues­tra vida. El sigui­ente paso es finan­ciar y desar­ro­llar plata­for­mas alter­na­ti­vas que puedan ofre­cer los servi­cios públi­cos que ahora están en manos de empre­sas priva­das.

Todo ello debe ir de la mano de otras inici­a­ti­vas, como fomen­tar tecno­lo­gía que permi­tan méto­dos de coor­di­na­ción social distin­tos a los de los merca­dos, o formas de plani­fi­ca­ción econó­mica donde se pueda orga­ni­zar la produc­ción de manera menos depen­di­ente de las buro­cra­cias centra­les. Habla­mos de que el Estado, como tantas otras insti­tu­ci­o­nes, debe reima­gi­narse para adap­tarse a la nueva era.

-¿Qué alter­na­ti­vas hay? ¿Cómo se puede comba­tir esto?

-No hay, ni puede haber respu­es­tas univer­sa­les y abso­lu­tas a una problemá­tica que atra­vi­esa tantas dimen­si­o­nes. Tampoco pueden ser dicta­das desde la torre de marfil de los inte­lec­tu­a­les, sino que deben deba­tirse de manera democrá­tica y además tener en cuenta algu­nas pregun­tas más anti­guas. ¿Cómo pode­mos hacer para que las buro­cra­cias (y no sólo los algo­rit­mos) no discri­mi­nen por género o raza? ¿Cómo hacer para que la esfera pública perte­nezca a la ciuda­da­nía y no a una compañía privada? ¿Qué instru­men­tos pode­mos desar­ro­llar para evitar que compañías explo­ta­do­ras no rees­cri­ban el esta­tuto de los traba­ja­do­res? ¿Pode­mos evitar que compañías como Tele­fó­nica, que reci­ben fuer­tes inver­si­o­nes públi­cas, subas­ten las infra­es­truc­tu­ras digi­ta­les que hemos sufra­gado entre todas firmando alian­zas con Google, Face­book o Micro­soft? Como puede verse, muchas son las líneas de frac­tura de las soci­e­da­des actu­a­les. Algu­nas vienen provo­ca­das por deci­si­o­nes anti­guas, como las priva­ti­za­ci­o­nes, y otras han nacido reci­en­te­mente como una respu­esta de dudosa efec­ti­vi­dad a dichos proble­mas, lo cual ha gene­rado nuevas crisis.

Para empe­zar, es preciso que los respon­sa­bles polí­ti­cos se tomen en serio la cues­tión de la sobe­ra­nía digi­tal, pues en ello nos va el futuro de la indus­tria o la demo­cra­cia. También que respon­dan a algu­nas de las pregun­tas seña­la­das teni­endo en cuenta una cues­tión básica. ¿Es nece­sa­rio digi­ta­li­zarlo todo? ¿De veras las estu­di­an­tes de prima­ria nece­si­tan tener una cuenta en Google, o incluso de un servi­cio público? ¿Es nece­sa­rio educarse telemá­ti­ca­mente y estar forma­dos en compe­ten­cias digi­ta­les diseña­das por gran­des corpo­ra­ci­o­nes con la única inten­ción de ser traba­ja­do­res y consu­mi­do­res perfec­tos? ¿Que­re­mos que un algo­ritmo deter­mine nues­tra pres­ta­ción de desem­pleo? En resu­men, para comba­tir al capi­ta­lismo digi­tal, es nece­sa­rio tomarlo como lo que es, un problema polí­tico de primer orden que nos afecta como país y como perso­nas. También enten­der que el problema no es sólo su compo­nente digi­tal, sino el propio capi­ta­lismo en sí mismo.

-En este mundo hiper­tec­no­lo­gi­zado, ¿en qué situ­a­ción se encu­en­tra la Unión Euro­pea? ¿Y el Estado español?

-La Unión Euro­pea, y el Estado español espe­ci­al­mente, se encu­en­tran ante una situ­a­ción de brutal depen­den­cia tecno­ló­gica, deri­vada de no haber podido sobre­vi­vir a la compe­ten­cia entre Esta­dos Unidos o China. Aque­llo que mues­tra sus vulne­ra­bi­li­da­des críti­cas se expresa a muchos nive­les: segu­ri­dad, comu­ni­ca­ci­o­nes, liber­ta­des… Esta situ­a­ción no solo amenaza a la llamada compe­ti­ti­vi­dad econó­mica de las empre­sas euro­peas, que es como lo han plan­te­ado algu­nos, sino al proyecto de inte­gra­ción de la Unión en sí mismo. Se trata de la pérdida de auto­no­mía polí­tica deri­vada de la inca­pa­ci­dad para desar­ro­llar, no solo las tecno­lo­gías, sino las infra­es­truc­tu­ras nece­sa­rias para que estas puedan llegar al común. Después de todo, ¿qué es una enti­dad polí­tica que no puede garan­ti­zar la segu­ri­dad, la educa­ción o el progreso de su ciuda­da­nía y tiene que depen­der de una empresa como Amazon?

Cons­ci­en­tes de esta situ­a­ción, buena parte de los planes de estí­mulo para la recu­pe­ra­ción post-covid se han dedi­cado a finan­ciar la llamada trans­for­ma­ción digi­tal y verde. Desgra­ci­a­da­mente, el diseño de estos planes solo va a deri­var en una de las más gigan­tes­cas trans­fe­ren­cias de dinero público a manos priva­das, en una suerte de nueva vieja priva­ti­za­ción, impul­sada en buena medida por el Ibex-35. Estas son compañías que buscan obte­ner bene­fi­cios y repar­tir divi­den­dos. Con ello cumplen con la lógica, para la que naci­e­ron, de ser instru­men­tos para acumu­lar capi­tal. Para salir de esta situ­a­ción de depen­den­cia y pérdida de sobe­ra­nía Europa, España no nece­si­tan a las gran­des corpo­ra­ci­o­nes, sino inver­tir en plata­for­mas públi­cas y rever­tir buena parte de los proce­sos de inte­gra­ción inici­a­dos en Maas­tri­cht.