Carta de las zapatistas a las mujeres que luchan en el mundo

Imatge

Publi­cado aqui

EJÉR­CITO ZAPA­TISTA DE LIBE­RA­CIÓN NACI­O­NAL. MÉXICO.

Febrero del 2019.

A: las muje­res que luchan en todo el mundo.

De: las muje­res zapa­tis­tas.

Hermana, compañera:

  Te manda­mos un saludo de como muje­res que luchan que somos, de parte de las muje­res zapa­tis­tas.

  Lo que te quere­mos decir o avisar es un poco triste porque te comu­ni­ca­mos que no vamos a poder hacer el II Encu­en­tro Inter­na­ci­o­nal de Muje­res que Luchan, aquí en nues­tras tier­ras zapa­tis­tas, este marzo del 2019.

  Las razo­nes de que no pode­mos, pues tal vez es que ya las sabes, y si no pues te plati­ca­mos un poco:

  Pues resulta que los nuevos malos gobi­er­nos ya lo dije­ron claro que van a hacer sus mega­proyec­tos de los gran­des capi­ta­lis­tas.  De su Tren Maya, de su plan para el Istmo de Tehu­an­te­pec, de la siem­bra de árbo­les para mercan­cía de made­ras y frutas.  También dijo que entran las mine­ras y las gran­des empre­sas de alimen­tos.  Y además tiene un su plan agra­rio que es que lleva hasta lo último la idea de destruir­nos como pueblos origi­na­rios, de la manera de conver­tir nues­tras tier­ras en mercan­cías, que así quie­ren comple­tar lo que dejó pendi­ente el Carlos Sali­nas de Gortari que no pudo porque lo para­mos con nues­tro alza­mi­ento.

  Esos proyec­tos pues son de destruc­ción.  No importa cuánto lo quie­ran tapar con sus menti­ras.  No importa cuán­tas veces multi­pli­quen sus 30 millo­nes de apoyos.  La verdad es que van por todo en contra de los pueblos origi­na­rios, de sus comu­ni­da­des, de sus tier­ras, de sus montañas, de sus ríos, de sus anima­les, de sus plan­tas y hasta de sus piedras.

  O sea que no sólo van contra noso­tras las zapa­tis­tas, sino que contra todas las muje­res que dicen indí­ge­nas.  Y pues también contra los hombres, pero ahorita esta­mos hablando de cómo muje­res que somos.

  Quie­ren que nues­tras tier­ras ya no sean para noso­tras, noso­tros, sino que para que los turis­tas se vengan a pasear y tengan sus gran­des hote­les y sus gran­des restau­ran­tes, y los nego­cios que se nece­si­tan para que los turis­tas tengan esos lujos.

  Quie­ren que nues­tras tier­ras se convi­er­tan en fincas produc­to­ras de made­ras preci­o­sas, de frutas y de agua; en minas para sacar el oro, la plata, el uranio, y todos los mine­ra­les que hay y que quie­ren los capi­ta­lis­tas.

  Quie­ren que nos convir­ta­mos en sus peonas, en sus sirvi­en­tas, que venda­mos nues­tra digni­dad por unas mone­das al mes.

  Porque esos capi­ta­lis­tas, y quie­nes los obede­cen en los nuevos malos gobi­er­nos, pien­san que lo que quere­mos es paga.

  No pueden enten­der que noso­tras quere­mos la liber­tad, no enti­en­den que lo poco que hemos logrado es luchando sin que nadie nos lleve la cuenta, sin fotos, sin entre­vis­tas, sin libros, sin consul­tas, sin encu­es­tas, sin vota­ci­o­nes, sin museos y sin menti­ras.

  No enti­en­den que lo que ellos llaman “progreso” es una mentira, que ni siqui­era pueden cuidar la segu­ri­dad de las muje­res, que siguen siendo golpe­a­das, viola­das y asesi­na­das en sus mundos progre­sis­tas o reac­ci­o­na­rios.

  ¿Cuán­tas muje­res han sido asesi­na­das en esos mundos progre­sis­tas o reac­ci­o­na­rios mien­tras tú lees estas pala­bras, compañera, hermana?

  Tal vez tú lo sabes, pero claro te deci­mos que acá, en terri­to­rio zapa­tista, no ha sido asesi­nada ni una sola mujer en muchos años.  Pero eso sí, dicen que noso­tras somos las atra­sa­das, las igno­ran­tes, las poca cosa.

  Tal vez no lo sabe­mos de qué es el mejor femi­nismo, tal vez no sabe­mos decir “cuerpa” o según cómo cambian las pala­bras, o qué es lo de equi­dad de género o esas cosas que hay tantas letras que ni se puede contar.  Y ni siqui­era está cabal eso que dicen “equi­dad de género”, porque sólo hablan de equi­dad de muje­res y hombres, y hasta noso­tras, que nos dicen igno­ran­tes y atra­sa­das, lo sabe­mos bien que hay quie­nes no son ni hombres ni muje­res y que noso­tras les llama­mos “otroas” pero que esas perso­nas se llaman como se les da la gana, y no les ha sido fácil ganar ese dere­cho de ser lo que son sin escon­derse, porque les burlan, les persi­guen, les violen­tan, les asesi­nan.  ¿Y a poco toda­vía les vamos a obli­gar que o son hombres o son muje­res y que tienen que ponerse de un lado o de otro?  Si esas perso­nas no quie­ren pues se hace mal si no se les respeta.  Porque enton­ces, ¿cómo nos queja­mos de que no nos respe­tan como muje­res que somos, si no respe­ta­mos a esas perso­nas?  Pero bueno, tal vez es porque habla­mos de lo que hemos mirado de otros mundos y no tene­mos mucho cono­ci­mi­ento de esas cosas.

  Lo que sí sabe­mos es que lucha­mos por nues­tra liber­tad y que nos toca ahora luchar para defen­derla, para que la histo­ria de dolor de nues­tras abue­las no la sufran nues­tras hijas y nietas.

  Nos toca luchar para que no se repita la histo­ria donde volve­mos al mundo de sólo hacer la comida y parir crías, para verlas luego crecer en la humi­lla­ción, el despre­cio y la muerte.

  No nos alza­mos en armas para volver a lo mismo.

  No lleva­mos 25 años resis­ti­endo para ahora pasar a servir­les a los turis­tas, a los patro­nes, a los capa­ta­ces.

 No vamos a dejar de ser promo­to­ras de educa­ción, de salud, de cultura, tercias, auto­ri­da­des, mandos, para ahora pasar a ser de emple­a­das en hote­les y restau­ran­tes, sirvi­én­do­les a extraños por unos cuan­tos pesos.  No importa si son muchos o pocos los pesos, lo que importa es que nues­tra digni­dad no tiene precio.

  Porque eso quie­ren, compañera, hermana, que en nues­tra propia tierra, nos convir­ta­mos en escla­vas que reci­ben unas limos­nas por dejar que destruyan la comu­ni­dad.

 

Compañera, hermana:

  Cuando tú llegaste en estas montañas para el encu­en­tro de 2018 lo mira­mos que nos miras con respeto, y a veces tal vez con admi­ra­ción.  Aunque no todas las que vini­e­ron así hici­e­ron, porque bien que lo sabe­mos que hay quien vino para criti­car­nos y mal mirar­nos.  Pero eso no importa porque lo sabe­mos que el mundo es grande y son muchos los pensa­mi­en­tos y hay quien enti­ende que no todas pode­mos hacer lo mismo, y hay quien no enti­ende.  Eso pues lo respe­ta­mos, compañera y hermana, porque no para eso fue el encu­en­tro.  Que sea que no fue para ver quién nos da buena cali­fi­ca­ción o mala cali­fi­ca­ción, sino para encon­trar­nos y saber­nos que lucha­mos como muje­res que somos.

  Y pues no quere­mos que ahora nos vas a mirar con pena o con lástima, como sirvi­en­tas a las que se le dan órde­nes de buen o mal modo; o como a las que se les rega­tea el precio de su producto, en veces arte­sa­nías, en veces frutas o verdu­ras, en veces lo que sea, como así hacen las muje­res capi­ta­lis­tas.  Pero bien que cuando van a comprar a sus centros comer­ci­a­les ahí no rega­tean sino que cabal pagan lo que dicen los capi­ta­lis­tas y hasta se ponen conten­tas.

  No compañera, hermana.  Noso­tras vamos a luchar con todo y con todas nues­tras fuer­zas en contra de esos mega­proyec­tos.  Si conquis­tan estas tier­ras, será sobre la sangre de noso­tras las zapa­tis­tas.

  Así lo hemos pensado y así lo vamos a hacer.

  De repente esos nuevos malos gobi­er­nos lo pien­san o lo creen que, como somos muje­res, rápido lo vamos a bajar la cabeza, obedi­en­tes ante el patrón y sus nuevos capa­ta­ces, porque lo que busca­mos es un buen patrón y una buena paga.

  Pero no, lo que noso­tras quere­mos es la liber­tad que nadie nos regaló, sino que la conquis­ta­mos luchando incluso con nues­tra sangre.

  ¿Tú lo crees que cuando vengan las fuer­zas de los nuevos malos gobi­er­nos, sus para­mi­li­ta­res, sus guar­dias naci­o­na­les, los vamos a reci­bir con hono­res, con agra­de­ci­mi­ento, con alegría?

  No, qué va a ser, les vamos a reci­bir luchando y a ver si así apren­den lo que son las muje­res zapa­tis­tas que no se venden, no se rinden y no clau­di­can.

  Noso­tras, cuando fue el encu­en­tro de muje­res que luchan el año pasado, pues nos esfor­za­mos para que estu­vi­e­ras contenta y alegre y segura, compañera y hermana.  Y ahí lo tene­mos el buen tanto de críti­cas que nos dejaste: que está muy dura la tabla, que la comida no te gusta, que está muy cara, que por qué esto y que por qué lo otro.  Ya te infor­ma­mos de cómo fue que traba­ja­mos y las críti­cas que reci­bi­mos.

  Y aunque con las quejas y críti­cas, pues acá estu­viste segura, sin que los hombres malos o buenos te están mirando y cali­fi­cando.  Puras muje­res estu­vi­mos, tú lo sabes.

  Y pues ahora ya no es seguro, porque lo sabe­mos que el capi­ta­lismo viene por todo y lo quiere no importa a qué costo.  Y lo van a hacer porque sien­ten que mucha gente los apoya y que pueden hacer barba­ri­dad y media y toda­vía les van a aplau­dir.  Y nos van a atacar y a revi­sar sus encu­es­tas a ver si tienen buenos puntos y así hasta que nos acaban.

  Y mien­tras te escri­bi­mos esta carta, ya empe­za­ron los ataques de sus para­mi­li­ta­res.  Son los mismos que antes eran del PRI, luego del PAN, luego del PRD, luego del PVEM y ahora son de MORENA.

  Enton­ces pues te deci­mos, compañera y hermana, que no vamos a hacer acá el Encu­en­tro, pero sí háganlo en sus tier­ras, según sus modos y sus tiem­pos.

  Aunque no vamos a asis­tir, como quiera las vamos a pensar.

 

Compañera, hermana:

  No te dejes de luchar.  Aunque esos maldi­tos capi­ta­lis­tas y sus nuevos malos gobi­er­nos se salgan con la suya y nos aniqui­len, pues tú tienes que seguir luchando en tu mundo.

  Porque bien que lo acor­da­mos en el encu­en­tro que vamos a luchar para que ni una sola mujer en cual­quier rincón del mundo tenga miedo de ser mujer.

  Y pues tu rincón es tu rincón, compañera y hermana, y ahí te toca, como a noso­tras nos toca acá en tier­ras zapa­tis­tas.

  Esos nuevos malos gobi­er­nos lo pien­san que fácil nos van a derro­tar, que somos pocas y que nadie nos apoya allá en otros mundos.

  Pero qué va ser, compañera y hermana, aunque sea que sólo quede una de noso­tras, pues esa una va a pelear por defen­der nues­tra liber­tad.

  Y no tene­mos miedo, compañera y hermana.

  Si no tuvi­mos miedo hace ya más de 25 años cuando nadie nos miraba, pues menos ahora que ya nos miraste tú, bien o mal pero nos miraste.

 

Compañera, hermana:

  Bueno, pues ahí te encar­ga­mos la pequeña luz que te rega­la­mos.

  No dejes que se apague.

  Aunque la de noso­tras se apague aquí con nues­tra sangre, y aunque se apague en otros lados, tú cuida la tuya porque, aunque los tiem­pos ahora son difí­ci­les, tene­mos que seguir siendo lo que somos, y es que somos muje­res que luchan.

  Pues es todo compañera y hermana.  El resu­men es que no vamos a hacer el Encu­en­tro o sea que no vamos a parti­ci­par.

 Y si lo hacen el encu­en­tro en tu mundo y te pregun­tan que dónde están pues las zapa­tis­tas, que por qué no llegan, pues tú diles la verdad, diles que las zapa­tis­tas están luchando en su rincón por su liber­tad de como muje­res que somos.

  Es todo, ahí te cuides compañera y hermana.

  De repente pues ya no nos mira­mos.

  Tal vez te dicen que ya no las pien­sas a las zapa­tis­tas porque ya se acaba­ron ya, que ya no hay zapa­tis­tas te van a decir.

  Pero cuando pien­sas que ya no, que ya nos derro­ta­ron, ahí nomás sin que das cuenta, vas a mirar que te mira­mos y que una de noso­tras se acerca y te pregunta al oído para que sólo tú escu­ches:“¿Dónde está pues tu luce­cita que te dimos?

 

Desde las montañas del Sureste Mexi­cano.

Las Muje­res Zapa­tis­tas.

Febrero del 2019.