Carissa Véliz, profesora de Oxford: "Si das acceso total a tus datos personales, es muy fácil que te discriminen sin que te enteres"

«Hasta que no prohi­ba­mos el comer­cio con ellos no acabarán los abusos», defi­ende la autora de 'Privacy is Power’, una guía sobre cómo recu­pe­rar el control de los datos perso­na­les

Carlos del Casti­llo

23 de dici­em­bre de 2020 22:12h

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«Hace seis años, cuando le contaba a la gente que estaba inves­ti­gando sobre priva­ci­dad, la respu­esta más común era desa­len­ta­dora y cínica», relata Carissa Véliz, profe­sora de Ética, Filo­so­fía Moral y Filo­so­fía de la Mente en la Univer­si­dad de Oxford: «La priva­ci­dad ha muerto, asúmelo», solía escu­char. Ahora «los vien­tos han cambi­ado», defi­ende esta inves­ti­ga­dora hispano-mexi­cana en su libro Privacy is Power (Batam Press), una guía sobre cómo recu­pe­rar el control de los datos perso­na­les.

 

Véliz explica que cada vez esta­mos más preo­cu­pa­dos por la priva­ci­dad y que ya hemos empe­zado a poner lími­tes a ese sector dedi­cado a conver­tir en datos nues­tro compor­ta­mi­ento online y venderlo por piezas, un «sistema que depende de la viola­ción masiva de dere­chos». Pero, en entre­vista con elDi­a­rio.es, avisa que llegar al final de ese túnel «no está garan­ti­zado»: «Eso no va a suce­der hasta que la gente lo pida. Y para pedirlo lo que hay que hacer es cambiar nues­tros hábi­tos, mandar­les un mensaje muy claro a las empre­sas y a los gobi­er­nos».

 

¿Cree que la priva­ci­dad tiene el riesgo de conver­tirse en un dere­cho elitista? ¿Solo dispo­ni­ble para quien pueda coste­arse servi­cios premium mien­tras los demás pagan con sus datos?

Defi­ni­ti­va­mente. Es algo que ya sucede. A la gente que nece­sita, por ejem­plo, más apoyo guber­na­men­tal, muchas veces se le somete a un grado de vigi­lan­cia mucho mayor que al resto. A prin­ci­pios de 2020 hubo un juicio en Países Bajos en el que se deter­minó que su sistema de super­vi­sión de ayudas públi­cas era inacep­ta­ble porque reco­pi­laba dema­si­ada infor­ma­ción de la gente que nece­si­taba apoyo. Es muy impor­tante que los datos no sean nunca secu­es­tra­dos, que no tengan que ser el precio que hay que pagar por acce­der a servi­cios bási­cos.

¿Cómo conse­gui­mos que los datos perso­na­les dejen de ser una moneda de cambio?

Termi­nando con la econo­mía de datos perso­na­les. Los datos perso­na­les no debe­rían de ser el tipo de cosas que se puede comprar y vender.

En el libro afirma que ese capi­ta­lismo de vigi­lan­cia basado en la compra­venta de datos perso­na­les puede estar cerca de su fin.

Es una posi­bi­li­dad que a mí me gusta­ría perse­guir. En el pasado ya nos hemos deshe­cho de muchas prác­ti­cas que eran econó­mi­ca­mente muy renta­bles pero ética­mente inacep­ta­bles, como el trabajo infan­til o que los traba­ja­do­res no tuvi­e­ran vaca­ci­o­nes. Esa es la histo­ria de los dere­chos huma­nos, el darnos cuenta de que los seres huma­nos son perso­nas con dere­chos que respe­tar, no recur­sos para explo­tar.

Hay mucha gente que piensa que lo de acabar con la econo­mía de datos es radi­cal porque ya nos hemos acos­tum­brado a ella. Pero si nos hubi­e­ran pregun­tado antes de que exis­ti­era, la econo­mía de datos nos habría pare­cido una locura. Es una locura tener un sistema que dependa de la viola­ción masiva de dere­chos. Un modelo de nego­cio que dependa de la viola­ción de dere­chos no justi­fica su exis­ten­cia.

¿Cree que se puede acabar con ese nego­cio a través de cambios pequeños o que son nece­sa­rias modi­fi­ca­ci­o­nes estruc­tu­ra­les más críti­cas?

Nece­si­ta­mos cambios estruc­tu­ra­les más críti­cos, como por ejem­plo mejor ciber­se­gu­ri­dad y mejor regu­la­ción. Pero eso no va a suce­der hasta que la gente lo pida. Y para pedirlo lo que hay que hacer es cambiar nues­tros hábi­tos, mandar­les un mensaje muy claro a las empre­sas y a los gobi­er­nos sobre cuánto nos importa este tema.

En las últi­mas sema­nas hemos visto algu­nos cambios: la UE ha presen­tado una nueva regu­la­ción más estricta para las multi­na­ci­o­na­les digi­ta­les, mien­tras que EEUU ha deman­dado a Google y Face­book por mono­po­lio. ¿Cree que son los prime­ros pasos de ese cambio? ¿Hay que ir más allá?

Es muy buen síntoma. Defi­ni­ti­va­mente son pasos en la direc­ción correcta, pero no es sufi­ci­ente. Hasta que no prohi­ba­mos el comer­cio con datos perso­na­les no acabarán los abusos. Es nece­sa­rio imple­men­tar debe­res fidu­ci­a­rios, a través de los cuales cual­qui­era que quiera reco­lec­tar o guar­dar datos perso­na­les debe adqui­rir un deber de cuidado con los suje­tos de datos.

En el libro reco­pila muchos ejem­plos de este tipo de abusos y sosti­ene que en ocasi­o­nes pueden sorpren­der incluso a aque­llos conci­en­ci­a­dos con los abusos de la priva­ci­dad. ¿Puede citar alguno?

Por ejem­plo, se puede infe­rir tu espe­ranza de vida depen­di­endo de qué tan rápido cami­nas, y eso se puede calcu­lar porque llevas el móvil en el bolsi­llo. Esa infor­ma­ción la puede usar una asegu­ra­dora, un banco o una empresa que esté selec­ci­o­nado candi­da­tos para un empleo. 

Otra infor­ma­ción que a las empre­sas les inter­esa mucho es qué tipo de música te gusta o qué genero de pelí­cu­las prefi­e­res ver. Es algo que puede pare­cer bastante super­fi­cial, ¿no? En prin­ci­pio no tendría que preo­cu­par­nos que Face­book sepa que me gusta una música u otra, pero los proble­mas empi­e­zan cuando esos datos se usan para infe­rir tu orien­ta­ción sexual, tu ideo­lo­gía polí­tica o tu nivel soci­o­e­co­nó­mico. Con total acceso a tus datos perso­na­les es muy fácil que te discri­mi­nen sin que nunca te ente­res. Cuando pides un prés­tamo o un trabajo y te lo niegan, normal­mente no sabes exac­ta­mente los deta­lles por los cuales te lo nega­ron. Es muy fácil que sea por cues­ti­o­nes de tus datos a los que las empre­sas no debe­rían tener acceso.

China se suele apun­tar como ejem­plo de soci­e­dad hiper­vi­gi­lada y donde prác­ti­ca­mente no existe el dere­cho a la priva­ci­dad. ¿Dónde hay que mirar para encon­trar el ejem­plo opuesto?

A cier­tos elemen­tos del pasado. Cual­quier padre quiere que sus hijos crez­can en un ambi­ente igual de posi­tivo que al que ellos creci­e­ron o mejor, pero en este momento es muy realista que nues­tros hijos crez­can en un ambi­ente mucho más nega­tivo del que creci­mos noso­tros, en muchos senti­dos. Uno de esos senti­dos es la priva­ci­dad.

Noso­tros tuvi­mos la opor­tu­ni­dad de embor­ra­char­nos, de decir cosas que no debe­rí­a­mos haber dicho y apren­der de nues­tros erro­res sin que tuvi­e­ran conse­cu­en­cias catas­tró­fi­cas. Hoy en día los jóve­nes ya no pueden hacer eso. Ya no pueden come­ter ese tipo de erro­res porque siem­pre están pensando si puede quedar grabado y les va a afec­tar en el futuro. Eso cambia mucho la psico­lo­gía de una persona. En vez de crecer en liber­tad y con una sensa­ción de curi­o­si­dad, de explo­ra­ción y de tran­qui­li­dad, se crece en un ambi­ente de miedo, de estar tratando de ser orto­doxo todo el tiempo, de adap­tarse a los crite­rios de otros.

Uno de los conse­jos que da en el libro para tener una vida digi­tal más sana es crear «espa­cios de priva­ci­dad» en el mundo real.

Efec­ti­va­mente, nos esta­mos perdi­endo de mucho si perde­mos los espa­cios en donde hay total inti­mi­dad y confi­den­ci­a­li­dad. Uno no habla con tanta liber­tad si sabe que cual­quier cosa que diga puede ser incre­í­ble­mente publica en cual­quier momento. Hay cierto tipo de rela­ci­o­nes, cierto tipo de conver­sa­ci­o­nes, cierto tipo de expe­ri­en­cias, que no van a suce­der si hay una cámara o un micró­fono en la habi­ta­ción.

¿Qué acon­se­ja­ría a esa gente que se siente un poco sobre­pa­sada con la nece­si­dad de prote­ger los datos perso­na­les? ¿Cuá­les serían los prime­ros pasos de una vida más privada?

No hay que verlo como un proyecto en su tota­li­dad porque enton­ces parece dema­si­ado grande. Hay que ver las cosas paso por paso. Si nunca hubi­e­ras tenido Inter­net y yo te dijera hoy que te tienes que abrir una cuenta de email, una de Face­book, una de Twit­ter, y tienes que tener el DNI elec­tró­ni­co… te abru­ma­ría. Pero eso ya lo has hecho. ¿Y cómo lo has hecho? Pues paso a paso. Todo depende de los hábi­tos: una vez que formas un hábito se convi­erte en lo más fácil del mundo. La primera reco­men­da­ción es quizás que en vez de buscar en Google busques el Duck­DuckGo. Es un busca­dor muy bueno y que no guarda tus datos.

También reco­mi­enda la ofus­ca­ción: produ­cir infor­ma­ción incor­recta y contra­dic­to­ria para compli­car los perfi­la­dos publi­ci­ta­rios.

Efec­ti­va­mente, una de los aspec­tos más inter­e­san­tes de Inter­net es que es muy difí­cil borrar algo una vez que se sube. Por ejem­plo, cuando un famoso quiere borrar algo de Inter­net y le pide a un experto que lo borre, normal­mente no se puede hacer. Ahí la solu­ción es crear datos que ahoguen a la infor­ma­ción que se quiere borrar. Pero cual­qui­era puede hacerlo: si tienes 10 fechas de naci­mi­ento dife­ren­tes en Inter­net, es más difí­cil que una empresa, o que un crimi­nal, sepa exac­ta­mente cuál es la correcta.

Otra de las prác­ti­cas que cita para mejo­rar la priva­ci­dad en nues­tra vida digi­tal en gene­ral es volver a pagar por los peri­ó­di­cos, por el peri­o­dismo.

Sí, me parece súper impor­tante. Que noso­tros seamos los clien­tes de los peri­ó­di­cos, que real­mente traba­jen para noso­tros y que no traba­jen para empre­sas como Face­book, como Google y que no depen­dan de que este­mos más tiempo de lo nece­sa­rio que de que veamos más anun­cios. Porque eso siem­pre va a compro­me­ter las noti­cias.

Pese a todo, el mensaje que manda en el libro es de opti­mismo. ¿Se dirige la soci­e­dad hacia una etapa más privada?

Sí, aunque creo que no está garan­ti­zado. Las cosas toda­vía podrían empe­o­rar bastante, pero cuando empecé a estu­diar este tema a casi nadie le preo­cu­paba la priva­ci­dad. Hoy a casi todo el mundo le preo­cupa, por lo menos un poco.

La legis­la­ción también está mejo­rando. Los gobi­er­nos también se están dando cuenta de que la priva­ci­dad también es una preo­cu­pa­ción de segu­ri­dad naci­o­nal y eso los motiva a tener mejo­res están­da­res de ciber­se­gu­ri­dad. En gene­ral, esta­mos viendo un proceso de civi­li­za­ción pare­cido al que vimos en el mundo offline antes de que se regu­la­ran secto­res como los ferro­car­ri­les, las farma­céu­ti­cas, la comida, los coches… todo era más inse­guro al prin­ci­pio.

¿El respeto a la priva­ci­dad va ligado al desar­ro­llo de tecno­lo­gías digi­ta­les más segu­ras?

Exac­ta­mente. Gran parte de Inter­net es muy inse­guro preci­sa­mente para faci­li­tar la reco­lec­ción de datos. Pero eso tiene conse­cu­en­cias colec­ti­vas graves. Si un delin­cu­ente pudi­era hackear el 10% de nues­tros elec­tro­do­més­ti­cos y encen­der­los al mismo tiempo podría llegar a apagar la red eléc­trica de un país. Los proble­mas de priva­ci­dad indi­vi­du­a­les nos termi­nan afec­tando a todos.