Las mujeres pagamos un precio muy alto por estar en internet

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Àmbits Temàtics

Cuatro acti­vis­tas femi­nis­tas refle­xi­o­nan sobre el auge del fascismo en las redes soci­a­les y en la vida coti­di­ana y la viabi­li­dad de una respu­esta coor­di­nada que le ponga freno.

 

Cuatro muje­res presen­ta­ron el pasado jueves en el espa­cio Hika Ateneo de Bilbao el libro De los neocon a los neona­zis, coor­di­nado por el peri­o­dista Miquel Ramos, en una mesa orga­ni­zada por la Funda­ción Rosa Luxem­burg. La respon­sa­ble de proyec­tos de la funda­ción, Amelia M. Lobo, les invitó a termi­nar sus inter­ven­ci­o­nes con una “refle­xión opti­mista”. Tras el diag­nós­tico, la revi­sión del discurso fascista —tanto de lo simbó­lico como de lo mate­ri­al— y las conse­cu­en­cias de la mili­tan­cia en las propias acti­vis­tas, la conclu­sión fue que el femi­nismo va ganando al fascismo.

Es impor­tante recor­darlo. Tomar una boca­nada de aire, antes de seguir. Segu­ra­mente hoy no habrá en las calles tantas muje­res como las que sali­e­ron a mani­fes­tarse en 2018. Desde enton­ces, la ofen­siva fascista se ha redo­blado. “Somos la diana de la extrema dere­cha”, resu­mió Lobo. La peri­o­dista Irantzu Varela explicó cómo un día la ciudad de Bilbao amane­ció empa­pe­lada con su rostro, desde el Teatro Arri­aga al Museo Guggen­heim. Frente Obrero la puso en la diana. “Pero su acción quedó en nada, imagino que les enfadó”, añadió.

“Todos los ataques indi­vi­du­a­les son ataques colec­ti­vos”, recu­erda la peri­o­dista Irantzu Varela

Se repuso del susto y del mal cuerpo con su red de apoyo y, sobre todo, “con lo apren­dido ante­ri­or­mente: que todos los ataques indi­vi­du­a­les son ataques colec­ti­vos”. “Enten­der que no venían a por mí fue la clave [la peri­o­dista ha sufrido ataques en su sede de trabajo e incluso en su propia casa]. Me resultó tran­qui­li­za­dor y es profun­da­mente polí­tico. Lo cultu­ral y lo discur­sivo trans­for­man la reali­dad, y los fascis­tas se han dado cuenta. Noso­tras somos sus enemi­gas y pensá­ba­mos que íbamos a ganar porque tene­mos razón, porque apela­mos al bien común, mien­tras ellos luchan simple­mente por su propio bien, así funci­o­nan. Noso­tras reivin­di­ca­mos las luchas contra las opre­si­o­nes de dife­ren­tes iden­ti­da­des, ellos solo reivin­di­can sus propios privi­le­gios. Y son una mino­ría. Esto no lo han inven­tado los neocons, sino Goeb­bels y sus once prin­ci­pios de la propa­ganda”, recordó. “Si tocan a una, nos tocan a todas tiene que ser nues­tro motor de lucha. La rabia es la emoción más revo­lu­ci­o­na­ria, aunque haya que adere­zarla con un poco de opti­mismo”, concluyó.

“Bata­lla cultu­ral es un término que favo­rece a la ultra­de­re­cha, cons­truyendo ese imagi­na­rio que coloca al hombre en el papel de víctima”, alertó el Proyecto UNA

La abogada Nora Rodrí­guez plan­teó que “la extrema dere­cha se orga­niza de forma terro­rista, pero que las insti­tu­ci­o­nes no lo consi­de­ran así”. Ahí está la opera­ción Panzer, y la indem­ni­za­ción del Estado a uno de los encau­sa­dos porque su arse­nal de armas fue destruido cuando el caso aún no estaba cerrado. Ahí está la apli­ca­ción del delito de odio a colec­ti­vos anti­fas­cis­tas. “Hemos visto soli­ci­tar delito de odio contra la corona, la bandera, agen­tes de poli­cía”, alertó la letrada, tras añadir que en los últi­mos cinco años han aumen­tado un 320% los aten­ta­dos de la extrema dere­cha en todo el mundo, de acuerdo al Índice Global de Terro­rismo, uno de los indi­ca­do­res de refe­ren­cia en la mate­ria y que elabora el Insti­tuto de Econo­mía y Paz (IEP).

Orga­ni­zar la rabia

“Lo más posi­tivo es orga­ni­zar la rabia. Pensar cuánto nos queda por hacer, en vez de qué mal está todo”, expuso opti­mis­ta­mente la abogada al termi­nar su inter­ven­ción. “Vamos ganando, en algu­nas cosas”, le cogió la pala­bra la mode­ra­dora, pero “¿cómo cambi­a­mos el para­digma de la fasci­na­ción de la extrema dere­cha en las redes soci­a­les?”, se preguntó Amelia M. Lobo.

La peri­o­dista Irantzu Varela respon­dió que “nos va la vida en ello” y reseñó cómo le impactó la visita de Angela Davis a Euskal Herria: “¿Cómo no vamos a acabar con las cárce­les si acaba­mos con la escla­vi­tud?, nos dijo. Hay luchas que pare­cían impo­si­bles y con enemi­gos tan inte­li­gen­tes, o poco inte­li­gen­tes, como los de ahora, y mira cómo acaba­ron”, contó. A renglón sigui­ente, habló de Matrix: “La pasti­lla azul era la de las solu­ci­o­nes indi­vi­du­a­les; la roja, las solu­ci­o­nes colec­ti­vas”, y de cómo la mítica pelí­cula estre­nada en 1999 se adelantó a su tiempo al refe­rirse a sexu­a­li­da­des no hete­ro­nor­ma­ti­vas. “No es una cues­tión de altura moral, en lo colec­tivo está la super­vi­ven­cia, que ojalá sea digna y con la que, ojalá, seamos feli­ces”, señaló.

La acti­vista del Proyecto UNA —así se presenta, sin nombre propio— se refi­rió a la “bata­lla cultu­ral, un término que favo­rece a la ultra­de­re­cha en ese imagi­na­rio que coloca al hombre en el papel de víctima, por lo que debe oponer resis­ten­cia, ya que se siente agra­vi­ado y apro­ve­cha para ahon­dar en el senti­mi­ento de nostal­gia, y el fascismo y la nostal­gia manti­e­nen una rela­ción impor­tante”, recordó.

Nuria Alabao señaló la impor­tan­cia de “orga­ni­zarse en los barrios, el lugar más peli­groso en el que puede pene­trar el posfas­cimo, hacerle frente con orga­ni­za­ci­o­nes a pie de calle”

 

Y volvi­endo al meollo del asunto: “En la bata­lla cultu­ral inten­tan divi­dir lo cultu­ral de lo mate­rial, tratando de distraer las reivin­di­ca­ci­o­nes femi­nis­tas. Si lo consi­guen, evitan que se hable de la invi­si­bi­li­za­ción de los cuida­dos, de los proce­sos migra­to­rios. Pero lo cultu­ral refleja lo mate­rial y lo cultu­ral no ha cambi­ado tanto”, consi­deró. De las diez perso­nas con más audi­en­cia en Twitch, solo la octava es una mujer. De entre las 25, solo hay dos. “Las muje­res paga­mos un precio muy alto por estar en inter­net: hay hordas orga­ni­za­das de machi­trols para evitar que su hege­mo­nía se rompa, y las plata­for­mas permi­ten el acoso”, apuntó.

La peri­o­dista Nuria Alabao señaló la impor­tan­cia de “orga­ni­zarse en los barrios, el lugar más peli­groso en el que puede pene­trar el posfas­cimo, hacerle frente con orga­ni­za­ci­o­nes a pie de calle”. Consi­deró que “el fascismo se alimenta de la desa­fec­ción polí­tica, de las guer­ras cultu­ra­les, de las caren­cias mate­ri­a­les y de las inse­gu­ri­da­des vita­les que provoca el neoli­be­ra­lismo y que la extrema dere­cha traduce en guer­ras de valo­res”, como el concepto de fami­lia. Pero hay asun­tos irre­nun­ci­a­bles hoy día en nues­tra soci­e­dad, pele­a­dos por el femi­nismo, como el dere­cho al aborto. “Hablar de aborto no da votos aquí, pero consi­guen que mino­rías muy movi­li­za­das hablen de ‘cues­ti­o­nes de géne­ro’ y custo­dias, y no es casu­a­li­dad que hombres divor­ci­a­dos de deter­mi­na­das edades voten a Vox, porque la extrema dere­cha traduce las desi­gual­da­des econó­mi­cas de una soci­e­dad con ausen­cia nota­ble de estado de bienes­tar en conflic­tos étnico-cultu­ra­les y de género”. Pero “hay bata­llas empe­za­das en la década de 1970 que no tienen vuelta atrás, como el femi­nismo, el laici­simo, los dere­chos LGTBI+, el aborto”, aseguró en su inter­ven­ción opti­mista. “Vemos su reac­ción a nues­tro poder”.

Autora: Gessamí Forner @Ges­sa­mi­For­ner

Imagen: Arte El Salto