Violencia machista digital: quizás no has oído hablar de ella, pero seguro que te ha pasado - Marina Velasco

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Fotos de penes no dese­a­das, peti­ci­o­nes de ciber­sexo, divul­ga­ción de infor­ma­ción ínti­ma… Las exper­tas piden incluir el acoso digi­tal como violen­cia de género.
 

En novi­em­bre de 2021, la dipu­tada madri­leña Loreto Areni­llas llevó ante la Asam­blea de Madrid la imagen de un pene en su móvil –una “foto­po­lla” no dese­ada– como una pequeña mues­tra de las violen­cias digi­ta­les que sufren una buena parte de las muje­res por el hecho de serlo.

En el vídeo que colgó en Twit­ter con un frag­mento de su inter­ven­ción aquel día, Areni­llas reci­bió cien­tos de respu­es­tas, como por ejem­plo: “Te voy a mandar la mía”, “Loreto, no mien­tas, la has buscado en Google, pero si tú te unes a Tinder y salta el anti­vi­rus”, “Si eres imbé­cil y le das tu What­sApp a los zumba­dos de Tinder luego no me hables de patri­ar­cado y violen­cia sexual, ridí­cula” o “más tonta y no naces, céntrate en lo impor­tante y deja que las foto­po­llas hagan su trabajo, inepta”.

“Es verdad que en las redes soci­a­les hay odio, pero en estos casos hay una espe­ci­fi­ci­dad de género”, defi­ende la propia Areni­llas, dipu­tada por Más Madrid, en conver­sa­ción con El Huff­Post. “Una parte de la violen­cia machista se ha tras­la­dado a las redes soci­a­les”, senten­cia.

No hay una sola mujer a la que le guste reci­bir una foto­po­lla no dese­ada. Ni una.



Acabe­mos con la violen­cia digi­tal. pic.twit­ter.com/XtzVYT­vilq

— Loreto Areni­llas (@Lore­to­a­rego) Novem­ber 18, 2021

El 48% de las adoles­cen­tes lo ha sufrido

Según recoge un informe del Minis­te­rio de Igual­dad publi­cado hace unos meses, el 48% de las adoles­cen­tes en España de entre 14 y 20 años ha reci­bido al menos una vez imáge­nes de carác­ter sexual por inter­net, a un 43,9% le han pedido foto­gra­fías sexu­a­les y a una de cada cuatro le han pedido ciber­sexo online. Todo esto, fuera de su rela­ción de pareja.

El problema tras­ci­ende nues­tras fron­te­ras. En 2014, la Agen­cia de los Dere­chos Funda­men­ta­les de la Unión Euro­pea (FRA) cifraba en un 11% el porcen­taje de muje­res euro­peas que, desde los 15 años, habían vivido algún tipo de acoso sexual a través de las nuevas tecno­lo­gías.

A medi­a­dos del pasado dici­em­bre, el Parla­mento Euro­peo aprobó una inici­a­tiva por la que pedía a la Comi­sión leyes a nivel euro­peo para luchar contra la violen­cia de género en inter­net. “Debe­mos adop­tar un concepto unita­rio sobre la ciber­vi­o­len­cia de género”, sosti­ene en decla­ra­ci­o­nes a El Huff­Post la euro­di­pu­tada Soraya Rodrí­guez (Reno­var Europa), ponente en la sombra de dicho informe.

 

“Es violen­cia de género tras­la­dada a las plata­for­mas digi­ta­les”

– Soraya Rodrí­guez, euro­di­pu­tada

Más allá de las fotos ínti­mas no reque­ri­das, ¿de qué habla­mos cuando habla­mos de ciber­vi­o­len­cia machista? “Es violen­cia de género tras­la­dada a las plata­for­mas digi­ta­les”, responde con clari­dad Rodrí­guez, que enumera: “Cibe­ra­coso, cibe­rin­ti­mi­da­ción, acoso sexual en línea, recep­ción de mate­rial sexual no dese­ado, ciber­hos­ti­ga­mi­ento, acoso labo­ral, divul­ga­ción de datos o imáge­nes priva­dos, control desde los dispo­si­ti­vos…”. Las formas son muchas y muy vari­a­das, pero el patrón es el mismo: “Se ejerce de forma despro­por­ci­o­nada sobre las muje­res simple­mente por el hecho de serlo”, abunda la euro­di­pu­tada.

De este modo, el Parla­mento Euro­peo pide a la Comi­sión que haya una “armo­ni­za­ción de concep­tos” y en los Códi­gos Pena­les, que haya una defi­ni­ción de ciber­vi­o­len­cia común para los 27 y se contem­ple como un delito en toda la UE, que se trabaje para la preven­ción del mismo y que se proteja de forma espe­cí­fica a las vícti­mas, explica Soraya Rodrí­guez.

“La paleta de violen­cia machista digi­tal es muy amplia”

Preci­sa­mente uno de los prime­ros obstá­cu­los que encu­en­tra Alex Hache, ciber­fe­mi­nista y soci­ó­loga, a la hora de hablar de ciber­vi­o­len­cias machis­tas es la falta de una termi­no­lo­gía común. Desde hace un tiempo, Hache prefi­ere hablar de “violen­cias machis­tas digi­ta­les”, sigui­endo la línea de la legis­la­ción cata­lana, pionera en regu­lar, desde dici­em­bre de 2020, este tipo de violen­cias como una forma de violen­cia de género.

En esta norma­tiva se contem­plan las redes soci­a­les como “nueva ágora de inter­ac­ción, parti­ci­pa­ción y gober­nanza” donde los actos de miso­gi­nia pueden ser “come­ti­dos, insti­ga­dos, ampli­fi­ca­dos o agra­va­dos” y gene­rar “daños psico­ló­gi­cos e incluso físi­cos” a las vícti­mas, así como aten­tar contra su digni­dad, su repu­ta­ción o su liber­tad.

Dos ejem­plos muy extre­mos pero útiles para dimen­si­o­nar la grave­dad del fenó­meno son el caso de Veró­nica, la emple­ada de Iveco que se suicidó en 2019 víctima del hosti­ga­mi­ento entre sus compañe­ros de trabajo, que hici­e­ron circu­lar unos vídeos sexu­a­les en los que ella apare­cía; o el caso de la difu­sión de datos perso­na­les y foto­gra­fías de la víctima de ‘La Mana­da’, delito por el que la Fisca­lía pide dos años y medio de cárcel. El minis­te­rio público consi­deró que el artí­fice de estas publi­ca­ci­o­nes tenía por objeto “burlarse y causar inqui­e­tud moral” en la víctima, motivo por el que soli­citó su ingreso en prisión.

“La paleta de violen­cia machista digi­tal es muy amplia”, lamenta Alex Hache, que trabaja en el proyecto FemBloc desar­ro­llando, entre otras cosas, una línea de aten­ción para las vícti­mas de estas violen­cias, que funci­o­nará como proyecto piloto y dará aseso­ra­mi­ento, segui­mi­ento y acom­paña­mi­ento a estas muje­res.

“Hace falta un MeToo digi­tal”: cómo abor­dar esta violen­cia

Esta es una de las líneas de abor­daje que propone FemBloc –con el apoyo del Fondo de Muje­res Calala– para hacer frente a estas violen­cias. Pero hay más, que van desde una “dimen­sión de auto­de­fensa y ciber­se­gu­ri­dad” diri­gida a las muje­res hasta un apren­di­zaje más a nivel de soci­e­dad para lograr la “deses­tig­ma­ti­za­ción de las vícti­mas”, incide Hache; esto es, que si se ha difun­dido un conte­nido erótico sin permiso, la mujer no sea crimi­na­li­zada o revic­ti­mi­zada, ni por su entorno ni por las propias insti­tu­ci­o­nes, sea en una comi­sa­ría o en un juzgado.

 

“Hay campañas coor­di­na­das de machi­trolls para tumbar las redes soci­a­les de acti­vis­tas y peri­o­dis­tas”

Hache también sugi­ere algo aparen­te­mente senci­llo y revo­lu­ci­o­na­rio al mismo tiempo: crear “redes de soro­ri­dad”, auto­or­ga­ni­za­das, para plan­tar cara a los trolls y acosa­do­res en línea. Muchas veces “hay campañas coor­di­na­das de machi­trolls para tumbar las redes soci­a­les de una acti­vista o de una peri­o­dista” –véanse Pamela Palen­ci­ano, Irantzu Varela, Cris­tina Fallarás…–; en este sentido, un reci­ente informe de Calala sobre el tema propone hacer llegar el “apoyo social” a las muje­res ataca­das, “respon­der desde redes colec­ti­vas y perso­na­les” o incluso “gene­rar campañas de apoyo ad hoc” hacia ellas.

A Loreto Areni­llas le suena todo esto. El día que presentó en la Asam­blea de Madrid la propo­si­ción no de ley contra la violen­cia digi­tal, las dipu­ta­das del Partido Popu­lar iban asin­ti­endo cada vez que Areni­llas citaba ejem­plos concre­tos de esta miso­gi­nia. “Sabían de lo que hablá­ba­mos, no hay una sola mujer a la que no le haya pasado”, comenta la dipu­tada. “Pero luego vota­ron en contra”, añade Areni­llas. “Hace falta un MeToo digi­tal”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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