Publicacion en el correo de Andalucia
La violencia dirigida hacia las mujeres ha destruido miles de vidas. No es ningún secreto. De hecho, hay un crimen machista cada semana desde hace 16 años, tal y como anunciaba hace unos días un informe realizado por el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género sobre las 1.000 mujeres asesinadas entre 2003 y 2019. No obstante, la violencia de género tiene, a su vez, varios tipos de violencia (física, psicológica, económica, social, sexual) y, entre todos ellos, hay que tener en cuenta las nuevas conductas violentas que surgen a raíz de las nuevas tecnologías, como difundir publicaciones sexuales sin consentimiento.
Hace unas semanas se archivó el caso de Verónica, la trabajadora de Iveco que se suicidó tras viralizarse un vídeo sexual suyo. Una mujer que se ha quitado la vida por la violencia machista que ha sido ejercida sobre ella, pero que, sin embargo, no consta así en las estadísticas. De ahí que este caso haya provocado indignación y, al mismo tiempo, haya hecho que la sociedad reflexione sobre la violencia de género en línea (actos de violencia de género en el entorno tecnológico) y la cantidad de mujeres que hay en la sombra de esta problemática.
Según la abogada penalista especializada en Derechos Humanos, Laia Serra Perelló, resulta paradójico los índices tan altos que existen de violencia de género en línea y que, sin embargo, ninguna institución pública estudie este fenómeno. Los datos son una herramienta fundamental para visibilizar y ser consciente de la magnitud de este problema social, por lo que una de las demandas sociales es que haya estudios públicos sobre este tipo de violencia digital hacia la mujer. «No sabemos a cuántas mujeres les afecta, qué franjas de edades tienen, si hay mujeres más afectadas que otras... Poco sabemos del perfil que generan estas violencias y qué vínculos tienen con los partidos políticos o las organizaciones religiosas», añade.
Muchas mujeres son estigmatizadas en la sociedad por ser víctimas de la difusión de una fotografía o un vídeo íntimo. Como cuenta Serra, si algo han demostrado la gran cantidad de crímenes machistas que ha habido durante los últimos años es que el agresor utiliza los medios que saben que van a dañar más a la víctima. La divulgación de contenido íntimo de una mujer es uno de ellos. El efecto social sobre la víctima «es brutal», explica la abogada. «Tiene un impacto muy fuerte sobre ellas provocando la pérdida de oportunidades de trabajo, de salud mental y autoconfianza, así como un impacto físico y situaciones de estrés. Son efectos múltiples que afectan en la seguridad de la mujer en muchos niveles», expresa.
De hecho, el impacto que padecen las víctimas es provocado, en parte, por la responsabilidad que se ejerce sobre ellas y no sobre el agresor. «La sociedad está acostumbrada a responsabilizar y poner el foco en la mujer, en lugar de en el agresor. El día que no se normalice esto, las consecuencias para las víctimas se rebajarían. No obstante, no hay ninguna inversión para contrarrestar este tipo de violencia ni en la educación ni en las instituciones», afirma Spideralex (seudónimo para preservar su identidad), una de las impulsoras del proyecto Acoso.Online en el Estado español.
De esta forma, si las violencias sexuales no generasen este efecto social estigmatizante, no se utilizarían como arma arrojadiza sobre las mujeres. Dicho con palabras de Spideralex, un cambio de perspectiva y de paradigma en las violencias digitales sería necesario para que las nuevas generaciones que crecen en un mundo virtual aprendan a manejar las redes sociales de forma correcta, ya que «la violencia de género digital se da tanto en jóvenes como en adultos». Por ello, es fundamental garantizar que el entramado virtual que se despliegan en nuestras vidas conectadas constituya un lugar seguro y libre de violencias para las mujeres y las niñas. Tal como anunciaba el informe denominado «Redes sociales en perspectiva de género: guía para conocer y contrarrestar las violencias de género on-line» realizado por Acoso.Online para la Junta de Andalucía, «es cada vez más importante entender dónde y cómo nos movemos por los espacios conectados, para poder saber cómo operar e influenciar cambios positivos, así como para poder cuidar y cuidarnos entre nosotras para contrarrestar y sobrepasar estas violencias, agresiones y vulnerabilidades que pueden amplificar, complementar o, incluso, cambiar las que ya se experimentan en la vida física».
Acoso.Online aterriza en España
Acoso.Online es un portal de referencia en países latinoamericanos que acaba de aterrizar en España. En un momento crucial en el que puede haber «un mayor riesgo de que haya alguien que haga un uso indebido de una publicación sexual», afirma Laia Serra, abogada penalista y voluntaria de este proyecto en Cataluña. El único fin de esta iniciativa formada por colectivos feministas es ayudar a las víctimas de violencia de género en línea. «Es un trabajo enorme el que se está llevando desde las redes feministas y la sororidad», destaca Serra.
Las nuevas tecnologías han invadido las vidas de los españoles durante este confinamiento y, a pesar de las ventajas que pueden proporcionar, también tiene desventajas. La difusión en internet de contenidos sexuales publicados sin el permiso de las personas que aparecen en ellos es un temor para quienes deciden practicar sexting (compartir mensajes, fotos o vídeos con un contenido sexual explícito a través de un dispositivo electrónico) y aún más para las mujeres. Por eso, Acoso.Online ofrece en su página web una radiografía de herramientas adaptadas a distintos contextos que se dividen en cinco claves: reportar el caso en las plataformas de internet, conocer las leyes que pueden ayudarte, denunciar a la justicia, resistir y tomar el control sobre la tecnología y abrir un diálogo con tu comunidad.
En el caso de que una plataforma no tenga una herramienta para denunciar la difusión no consentida de material íntimo, Acoso.Online aconseja denunciar por pornografía o desnudez, privacidad o protección de datos, derecho de autor o derecho al olvido. En esta última opción, Spideralex explica que internet no olvida y es difícil sacar una publicación de ahí. Sin embargo, en Europa existe la Ley del derecho al olvido que facilita que «no aparezca tu vídeo o imagen en los motores de búsqueda, aunque esto no quiere decir que en otros países o en otros portales no aparezcan», agrega. Además, entre las recomendaciones de las profesionales de Acoso.Online a las víctimas de pornografía no consentida destaca: mantener la calma, no ceder frente a las amenazas, recabar todas las pruebas posibles y revisar la legislación para estos casos.
Falta de perspectiva de género en la ley española
En este sentido, mientras que el Convenio de Estambul reconoce la violencia contra las mujeres por razones de género desde 2014, en el Estado español no es así. Según la ley de 2004, España reconoce a la violencia como «manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, que se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia». Esto quiere decir que solo son víctimas de violencia de género aquellas mujeres que han sufrido algún tipo de agresión por parte de una pareja o expareja. En el caso de la violencia de género en línea esto se traduce, como dice Laia Serra, en que «cuando divulgo una publicación de contenido sexual de mi pareja o expareja tengo una mayor pena que si lo divulgo de la vecina del quinto o de mi compañera de clase». No obstante, el caso Iveco es un ejemplo de que existen violencias contra las mujeres fuera del contexto de una relación sentimental.
Por consiguiente, otro concepto clave a mencionar en este tipo de violencia es el de «expectativa de privacidad», es decir, cuando alguien comparte un contenido sexual, este se tiene que ceñir a ese momento, a esa práctica y a esa persona. Por tanto, «nadie puede entender que compartir un vídeo o una imagen, de derecho a la otra persona a hacer ningún tipo de divulgación. Compartir contenidos sexuales es también una práctica sexual y también queda delimitado y encerrado en el consentimiento de esa práctica, por lo que debe ser un consentimiento bidireccional», plantea Laia Serra. A este respecto, hay que mencionar el artículo 197.7 del Código Penal, que dice así: «Será castigado con una pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a doce meses el que, sin autorización de la persona afectada, difunda, revele o ceda a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales de aquélla que hubiera obtenido con su anuencia en un domicilio o en cualquier otro lugar fuera del alcance de la mirada de terceros, cuando la divulgación menoscabe gravemente la intimidad personal de esa persona». Empleando las palabras de Laia Serra, este artículo, que regula la difusión no consentida de contenidos íntimos, abarca desde imágenes del cuerpo que menoscaban la intimidad de la persona hasta grabaciones de actos o prácticas sexuales. Pese a que «el 99,5 por ciento de los delitos que se juzgan son por contenidos sexuales», explica Serra.
Igualmente sucede con la Memoria de la fiscalía del Estado (2019), documento que especifica que «desde la perspectiva de las víctimas, debemos llamar la atención un año más sobre la proliferación de los delitos contra la libertad y la indemnidad sexual a través de las redes, que en muchas ocasiones afectan a los menores o a personas especialmente vulnerables». La abogada Laia Serra hace especial atención a ese fragmento, puesto que «el componente de género y violencia hacia la mujer brilla por su ausencia».
Libertad Sexual
Aunque muchas mujeres pueden llegar a no querer practicar actos sexuales como el sexting por miedo a la difusión no consentida, Acoso.Online ofrece un apartado en su página web que se denomina: «Resiste y toma el control sobre la tecnología». Las profesionales de esta iniciativa te proporcionan una serie de consejos para poder disfrutar de la libertad sexual, como pueden ser no mostrar rasgos o lugares distintivos, tener cuidado con los metadatos fotográficos, editar lo que te haga sentir vulnerable, utilizar marcas de agua, almacenar de forma segura, tener un control de las copias, utilizar aplicaciones seguras, entre otros. Estas recomendaciones son para quienes decidan «resistir y volver a tener control sobre nuestra sexualidad, nuestros cuerpos y nuestra tecnología», aseguran en Acoso.Online. No hay que olvidar que hacer sexting no significa consentir su almacenamiento, ni tampoco su publicación y distribución.